Don Tello de Castilla: poder e intrigas del conde de Bizkaia
Protagonista fundamental de un periodo enquistado de violencias en la historia del Señorío y de todo el reino, su figura ha sido descuidada por los historiadores
Igor santos salazar
Lunes, 26 de septiembre 2022, 18:53
Igor Santos Salazar es doctor en Historia medieval por las universidades de Salamanca y Bolonia, y profesor de la Universidad de Trento (Italia)
Algunos de los protagonistas de la historia del Señorío parecen reacios, como arrebatados por un remilgo excesivo o por una timidez póstuma, a ocupar el escenario que les corresponde. Uno de ellos es Tello de Castilla, conde de Bizkaia. No se trata de una figura que haya despertado excesivas simpatías historiográficas: sobre él no existe monografía alguna, más allá de un artículo que le dedicó, hace ya cuarenta años, Luis Vicente Díaz, publicado por una añeja institución palentina que las corrientes del piélago inmenso de internet llevan hoy desde los viejos anaqueles de las bibliotecas hasta las playas de nuestros teclados. Además, en 2016, una exposición sobre la historia de Gernika, mostró, en la villa que el mismo Tello fundara, su espectacular sepulcro gótico policromado, conservado en la capilla de los Sarmiento del convento de San Francisco de Palencia.
Sin embargo, el conde fue un protagonista fundamental de un periodo enquistado de violencias en la historia del Señorío y de todo el reino. Nacido en Mérida en 1337, fue el sexto de los diez (entre hijos e hijas) que el rey Alfonso XI de Castilla tuvo con su amante, la bellísima viuda (en un mundo sin Instagram debemos creer a los cronistas) Leonor de Guzmán, una de las damas más poderosas de su tiempo. Tan numerosa camada introdujo muchas tensiones en la corte al ser dotada de importantes patrimonios, señoríos y rentas provenientes del fisco real. No ha de sorprender, en un contexto político y social dominado por el privilegio y la competición aristocrática (sobre todo entre los hijos legítimos del rey y sus bastardos, defendidos por Leonor), que desde muy niño, Tello recibiese títulos como el de Canciller del rey (tenía entonces tres añitos) o que se pensase igualmente pronto en su casamiento, que debía ir aparejado a la elección de una mujer de alto rango. En 1344 (calculen su edad) se eligió a quien debía ser su esposa: Juana Núñez de Lara, hija de uno de los mayores valedores de Leonor de Guzmán en palacio. Juana unía los linajes de Lara y Haro, como hija de Juan Núñez III de Lara y de la señora de Bizkaia, María Díaz de Haro II. Pocas damas podían presumir de tan alta cuna en Castilla fuera de los restringidos círculos de la familia real, a la que Juana de todos modos pertenecía, en cuanto descendiente, por parte materna y paterna, de Alfonso X, el Sabio. Se hubo de esperar al año 1353 para que los chavales, Tello y Juana, celebraran su boda y pudiesen consumar su unión.
Incertidumbre, tumultos y traiciones
Antes de ese día, muchos y muy graves sucesos se habían abatido sobre el reino. En 1350 murió Alfonso XI víctima de la Peste Negra, mientras dirigía las operaciones militares destinadas a la conquista de Gibraltar. El acceso al trono del hermanastro de Tello, Pedro I, dio inicio a un tiempo de incertidumbres y tumultos, de traiciones e inestabilidad en el seno de la más alta nobleza del reino. A finales de ese mismo año, murió también el suegro de Tello, Juan Núñez III de Lara, señor de Bizkaia en cuanto viudo de María Díaz, dejando en una posición delicada a sus aliados en la corte. Una de las primeras víctimas de la ira regia fue doña Leonor (mandada asesinar por la reina madre legítima). En tales circunstancias, Tello se fugó a Aragón mientras su cuñado, el pequeño señor de Bizkaia Nuño, un niño de apenas cuatro años, encontró la muerte en Bermeo (1352) cuando escapaba del hostigamiento al que venía sometiendo a los Lara Pedro I (no le llamen el Cruel, en aquel mundo pocos conocieron la misericordia). Otros hermanos de Tello, como Enrique y Fadrique, iniciaron a tramar contra Pedro con la intención de hacerse con la corona, lo que supuso el inicio de la primera guerra civil de nuestra historia.
En este contexto no se entiende que el rey de Castilla consintiese en la celebración de las nupcias entre Tello y Juana. La unión de ambos, muerto el pequeño Nuño, hacía de Tello uno de los señores más importantes del reino, dueño de amplios territorios y señor consorte de Bizkaia, título heredado por su mujer Juana. El conde pronto dio prueba de mano firme en el gobierno del Señorío: fue capaz de imponer treguas entre Bilbao y los Avendaño, que habían sumido en la inestabilidad a la villa. Entre tanto la guerra de los hermanos de Tello contra Pedro continuaba, mientras el rey de Castilla era incapaz de esconder su voluntad de controlar de forma directa Bizkaia, a pesar de la derrota de sus tropas a manos de Juan de Avendaño. Tras momentos de mucha tensión, Tello y Pedro llegaron a un acuerdo en 1356 y, desde ese año, el conde pudo dedicarse con mayor atención a su política vizcaína. Ese año fundó la villa de Elorrio (el año anterior había hecho lo mismo con Markina) y asesinó a Juan de Avendaño, fundamental pieza para el control del Señorío, del que Tello no llegó nunca a fiarse del todo por los contactos del vizcaíno con Pedro. Con la desaparición del de Avendaño, desaparecía también toda oposición interior en Bizkaia.
La paz iba a durar muy poco. Pedro reinició sus campañas contra los hermanos Trastámara, asesinando a Fadrique, a pesar de su reciente alianza con el mismo. El rey quería también la cabeza de Tello y, sobre todo, hacerse con el Señorío. La acción de Pedro forzó la huida del conde desde Bermeo a San Juan de Luz y Baiona (entonces en manos inglesas). Juana, en cambio, fue apresada y más tarde asesinada en Sevilla. De los Lara quedaba sólo Isabel, la hermana de Juana, esposa del infante de Aragón, que reclamó para sí el título de Señor de Bizkaia ante Pedro quien, con una maquinación bien pensada, hizo que una Junta General a la que participaron multitud de vizcaínos, negase el título al infante aragonés. Pedro procedió luego a su asesinato en Bilbao, aprovechando la ocasión para titularse él mismo «señor de Bizkaia» en algunos diplomas regios, un dominio más teórico que real, pues Tello no dejó nunca el gobierno efectivo del Señorío.
Fuga a Baiona
A partir de su fuga a Baiona, Tello colaboró más estrechamente con su hermano Enrique, participando en la hueste que desafió el poder de Pedro y que fue por éste derrotada en Nájera, fundamentalmente porque el mismo Tello giró las grupas del contingente de caballería que dirigía, abandonando a su suerte en el campo de batalla a Enrique. El conde fue siempre poco fiable, traicionó a todo y a todos, permaneciendo fiel sólo a sus intereses, como «Conde de Vizcaya, e de Lara, e de Aguilar, e Señor de Castañeda». Tras fundar Gernika y Gerrikaitz (ambas en 1366), y después de no pocos cambios y traiciones, tuvo tiempo de participar en la definitiva victoria del bando Trastámara en la guerra civil castellana, que vio la coronación definitiva de Enrique II y la muerte de Pedro I.
Solo, riquísimo, y con apenas 33 años de edad, los mismos que a otros sirven para entrar en la leyenda y el mito, cerraba en 1370 para siempre sus ojos en Trujillo, quizás envenenado, dejando en herencia al nuevo rey Bizkaia y Balmaseda (entonces aún separadas) y a sus hijos e hijas, todos ilegítimos, varias tierras y bienes. Hoy, el gesto tranquilo, la barba y los cabellos rubios, el hábito franciscano que decoran su estatua fúnebre, esquinada y casi oculta por el tapiz del tiempo, no deben engañar: su vida parece haber seguido el dictado de los versos de Antonio Machado: en sus continuos viajes, escapando de unos y tramando con otros, atravesaba «...un trozo de planeta/ por donde cruza errante la sombra de Caín».
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