El misterioso colapso de la edad de bronce

Era lo que hoy llamamos la Edad del Bronce porque fue la primera vez en que los seres humanos empezaron a trabajar con metales, en este caso, aleaciones de cobre que ofrecían una versatilidad en sus herramientas y armas que no permitía la piedra que había sido la base de la civilización hasta ese momento. Los avances económicos que fue permitiendo el uso de este metal dieron pie al surgimiento de los primeros sistemas de escritura, marcando el paso de la prehistoria a la historia escrita. Se produjo también la invención de la rueda y se desarrolló el comercio a gran escala y con él las primeras acciones diplomáticas más allá de los simples tratados para evitar guerras. El cobre, primero, y el bronce, después, impulsaron una creciente urbanización y la conversión de las pequeñas ciudades estado del Neolítico en grandes imperios organizados bajo dinastías monárquicas. Los avances en la agricultura permitieron que hubiera excedentes que conformaban su riqueza y ayudaban a fomentar flujos migratorios humanos y culturales.

Resultado de esto son las civilizaciones que nos dan una imagen nueva de la organización humana: el antiguo Egipto, Asiria, Babilonia, los sumerios, los hititas, los minoicos y micénicos, nuevas civilizaciones y nuevas propuestas de gobierno y de convivencia. Aparecen los trabajadores especializados, los artesanos que trabajan el metal, la cerámica, los primeros procesos de transformación. La vida social ve cambios como la expansión de la costumbre de entierros individualizados en lugar de la antigua tradición de las tumbas colectivas. Formaron una vasta red de sociedades humanas, culturas florecientes que, de pronto y sin que aún conozcamos la explicación, hacia el año 1200, se interrumpió abruptamente y de modo casi simultáneo, en lo que se conoce como el colapso de la Edad del Bronce.

No fue la caída de una civilización, una metrópoli o un imperio, como podrían serlo el ocaso de Roma o la destrucción del imperio azteca, sino una catástrofe que afectó a numerosas culturas. Un desastre generalizado alrededor del Mediterráneo que en pocas décadas marcó un retroceso que tardaría siglos en remontarse.

El comercio casi desapareció junto con las relaciones diplomáticas. Grandes reinos se esfumaron llevándose con ellos con el conocimiento necesario para construir las edificaciones monumentales que nos habían legado. Grandes ciudades fueron arrasadas. Se perdieron numerosos idiomas y el arte y la arquitectura sufrieron en calidad y cantidad de producción, mientras el hierro iba sustituyendo al bronce como metal impulsor de las sociedades. Las causas de este colapso son todavía uno de los grandes misterios de la historia. He aquí algunos ejemplos.

Principios del XII: el rey de Ugarit le escribió al rey de Chipre denunciando ataques de barcos enemigos y de su incapacidad de defenderse, pues sus fuerzas estaban estacionadas lejos de esta ciudad. Poco después la ciudad fue saqueada, las reservas de alimentos quemadas y Chipre se vio también bajo asedio. Numerosas urbes micénicas en Grecia fueron quemadas, como sabemos por las excavaciones arqueológicas realizadas, pero en varios casos solo los palacios de los monarcas fueron pasto de las llamas, lo que para algunos sugiere un enfrentamiento interno, acaso levantamientos populares.

En la península de Anatolia, en Asia Menor, todas las ciudades hititas importantes parecen haber sido destruidas en todo o en parte, incluida la mítica Troya. La capital, Hattusa, fue abandonada antes de ser arrasada. Entre tanto, según inscripciones descubiertas en el siglo XIX, Egipto era atacado por una gran cantidad de enemigos a los que no pudo oponer resistencia. Los historiadores han llamado a estos 'La gente del mar', y las descripciones egipcias dan la idea de ejércitos formados por hombres de diversas culturas y costumbres, coaligados en acciones depredadoras bien planificadas.

Una hipótesis del éxito de estos misteriosos invasores sugiere que sus tácticas como infantería rápidamente móvil resultó avasalladora para los ejércitos de la Edad del Bronce, que estaban organizados alrededor de lo que había sido un gran avance bélico: el carro de guerra, que resultaba mortífero con un conductor avezado y un arquero hábil. Aunque Egipto fue la única cultura no arrasada por estos invasores, sufrió un retroceso importante pasando a ser una potencia de segunda categoría, no solo por la invasión, sino por la destrucción del comercio internacional que se había vuelto fundamental para su economía. Y no deja de ser sorprendente que esto se pudiera decir hace 3.200 años.

Para entender la relevancia del comercio, baste pensar que para producir bronce se necesita cobre, que es relativamente abundante y que fue la base de la riqueza de Chipre, y estaño, que era enormemente escaso y que incluso llegaba a transportarse al Mediterráneo oriental desde Cornwall, en Reino Unido, y desde Afganistán.

Aun así, es difícil atribuir un colapso tan amplio a una sola causa. Los historiadores han propuesto otros acontecimientos, como una serie de terremotos durante 50 años en el Asia occidental, graves sequías en el Mediterráneo occidental del 1250 al 1100 adC., conflictos sociopolíticos internos y problemas en la cadena de suministros.

Conocer las causas del gran colapso de la Edad de Bronce, por todo esto, no es solo un ejercicio apasionante para los historiadores, sino que puede darnos claves sobre los riesgos, algunos de ellos desconocidos, que enfrenta el mundo en el que vivimos hoy.