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Cocina de campamento de una unidad de húsares en Crimea, fotografía de Roger Fenton de 1855.
Tiempo de Historias

Cuando un explorador bilbaíno salvó a dos arrantzales de ser fusilados por espías en la guerra de Crimea

Famoso por sus viajes por Marruecos en la década de 1860, José María de Murga participó como observador militar en la famosa campaña; fue su primer viaje y fuente de episodios insólitos como el de «los marineros vascos»

miguel gutiérrez-garitano

Domingo, 10 de abril 2022, 03:02

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Miguel Gutiérrez-Garitano es aventurero, escritor y presidente de la Sociedad Geográfica La Exploradora

Decía Mark Twain que «la historia no se repite nunca, pero rima». En este sentido, es inevitable establecer una comparación entre la actual guerra de Ucrania y la Guerra de Crimea que enfrentó a Rusia con las tropas combinadas de Francia, Inglaterra y Cerdeña a mediados del XIX. Siempre expansionista, el Imperio Ruso se había propuesto ampliar sus fronteras a pesar del Imperio Otomano; que, tras varias derrotas de importancia, empezó a tambalearse. Francia e Inglaterra -las grandes potencias europeas del momento- consideraron que, si Rusia se hacía con la nación turca, se iba a producir un desequilibrio geoestratégico de tal calibre que se vería en riesgo la propia integridad de Europa occidental.

En aquella ocasión, los europeos no se limitaron a enviar ayuda armada y dinero como han hecho en la presente guerra, sino que se batieron el cobre a conciencia, protagonizando asedios y batallas campales en la Península de Crimea, donde ya entonces los rusos tenían sus bases navales en el Mar Negro; y sufriendo tremendas bajas, debidas a una mala planificación, una capacidad logística deficiente, a los estragos causados por el clima helado y a diversas plagas que causaban más muertos que los propios enemigos. La de Crimea es considerada por los historiadores como la primera guerra moderna, por el uso pionero que se hizo del ferrocarril, el telégrafo y los buques de vapor; los aliados occidentales, además, contaban con fusiles de ánima rayada -que fueron fundamentales-, y llevaban entre sus filas, a los primeros corresponsales y fotógrafos de guerra de la historia, y también a un nutrido grupo de observadores militares de diversas naciones.

La primera aventura del «moro vizcaíno»

Entre los observadores -formando parte de la delegación española- estaba uno de los más importantes exploradores vascos de la historia: José María de Murga y Mugártegui; noble vasco, miembro de una familia de potentados vizcaínos, De Murga se haría famoso una década más tarde por sus viajes por Marruecos; disfrazado de nativo, bajo el alias de Hach Mohamed el Bagdady, se pasó dos años observando el país mientras se ocupaba como curandero, cuentacuentos, mendigo o sacamuelas. De sus dos periplos por el Magreb, dejó escrito su magnífico libro 'Recuerdos marroquíes del Moro vizcaíno', mezcla de tratado etnográfico, reportaje periodístico y obra de memorias aventureras. Lo que se conoce menos es el primer gran viaje del «moro» -que fue además Diputado por Bizkaia y defendió Bilbao durante el famoso sitio perpetrado por los carlistas- como observador militar en Crimea. Fue su primera aventura; imprimió en él una sed de exotismo que ya no le abandonaría.

José María de Murga y Mugártegui, disfrazado de nativo, se pasó dos años observando Marruecos.
Imagen - José María de Murga y Mugártegui, disfrazado de nativo, se pasó dos años observando Marruecos.

Conocemos sus experiencias como observador militar gracias a su correspondencia, investigada por el mayor estudioso sobre su figura, Federico Verástegui Cobian. «Irse a Crimea -comenta el experto- fue una manera de huir de la rutina, de un país en continuo conflicto político, atrasado y con instituciones degradadas. Y también de huir de la responsabilidad familiar, de asumir el rol de jauntxo que le tocaba a la muerte de su padre en 1852». En sus cartas, De Murga comenta la nulidad de los rusos como soldados y critica la rigidez del estamento militar y la barbarie de los enfrentamientos. Estuvo, entre otros episodios, en la batalla de Balaclava, esa que -gracias al poeta Tennyson y a decenas de filmes y libros- inmortalizó a la famosa Brigada Ligera. Para el vasco no hubo gloria ninguna en ella, sino sólo una terrible tragedia: «La matanza ha sido espantosa -comenta en una carta sobre otro enfrentamiento- y hay sitios en que hoy (cuatro días después) no se puede marchar sin pisar cadáveres a millares».

El misterio de los arrantzales vascos

José María de Murga, además, deja en sus cartas algunas noticias insólitas, como cuando asegura haber conocido a un vasco que combatía en el lado ruso. Y luego está el episodio de los arrantzales, que nos ha llegado alterado por la leyenda, que recoge lo siguiente: un día De Murga se topó con unos soldados británicos que custodiaban a dos prisioneros que se habían encontrado cerca de la costa. Decían que los iban a fusilar porque, aunque no entendían su idioma, debían ser «espías rusos». Pero el bilbaíno notó algo familiar en estos hombres y les preguntó en euskera: «Zer moduz?» («¿Qué tal?»). «Jangoikoa!» («¡Dios Mío!») Gritaron ellos a su vez, y se abrazaron a sus rodillas. Eran, al parecer, pescadores ondarreses, perdidos en una tormenta. Y fue De Murga quien aclaró las cosas salvándoles del patíbulo.

Pero la historia real difiere de la recogida por la memoria oral. Federico Verástegui ha dado con el pasaje exacto sobre el episodio en la extensa correspondencia del moro vizcaíno: «Ayer dimos -comenta este en una misiva- ayuda a dos pobres marineros, uno de ellos de Ondarroa, que saliéndose de su buque, situado en Blaclava, se fueron a las líneas y allí los agarraron. Contentos se vieron, sobretodo el segundo, cuando se encontraron con gente que hablaba su idioma. Ya llevará qué contar si vuelve a Ondarroa». Pero ¿era el otro marinero también vasco? Y, ¿por qué escaparon de su barco?

Los franceses llevaron una nutrida flota hasta el Mar Negro. Y se sabe que reclutaron a miles de marineros sin decirles ni siquiera a dónde se dirigían. Así que es probable que el marinero de Ondarroa y su compañero -posiblemente pescadores en origen- se enrolaran en un barco galo, ya sea de transporte de tropas o de guerra, para después encontrarse en una guerra no deseada y en una parte del mundo del todo desconocida. Lo cual tal vez podría explicar una deserción o correría similar. Aunque no son más que conjeturas en torno a una gran misterio.

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