Comer pingüino para no volverse loco: la tragedia del 'Belgica' en la Antártida
El velero quedó en el hielo cuando intentaba llegar al Polo Sur. Su tripulación se precipitó entonces en una espiral de demencia, enfermedades y peleas de las que se salvaron de milagro. Esta es su historia
La historia del 'Belgica' es un relato de demencia y frío extremo. En 1899, este barco quedó atrapado en la Antártida cuando intentaba llegar al Polo Sur. Su tripulación se precipitó entonces en una espiral de locura, con temperaturas inferiores a los 30 grados bajo cero, comida en mal estado y sin nada que hacer en la maloliente bodega de un navío aprisionado entre icebergs. Los marineros tuvieron visiones, sufrieron el escorbuto y estuvieron a punto de atacarse entre ellos por discusiones nimias. Se salvaron de milagro.
La narración de este viaje se recoge en el libro 'Un manicomio en el fin del mundo', del periodista Julian Sancton, publicada por la editorial 'Capitán Swing'. Como muchas de las historias de exploradores fracasados, lo que hay detrás es un hombre con una profunda obsesión pero con poco conocimiento. En este caso, el protagonista es Adrien de Gerlache, un conde belga que soñaba con ser marinero en un país que prácticamente no tenía una Armada.
Pero Gerlache se empeñó, estudio náutica y comenzó a navegar en todo tipo de barcos. El rey Leopoldo le llegó a ofrecer ser el capitán de la marina fluvial belga en el Congo, el proyecto colonizador del monarca que convirtió el país africano en su campo de exterminio privado. Gerlache lo rechazó porque lo que único que quería en esta vida es convertirse en un héroe de la exploración polar.
Gerlache, mediante suscripciones públicas y la ayuda del rey, consiguió un barco y lo bautizó como su país: 'Belgica'.
Después de todo, se trataba de un viaje patriótico. Su expedición partió el 16 de agosto de 1897 de Amberes y en diciembre ya había llegado a Puerto Arenas, en Chile. Desde allí inició la singladura hacia la Antártida. Los malos augurios no tardaron en llegar. En enero, uno de los marineros, Carl-August Wiencke, falleció al caerse por la borda. Los intentos de rescatarlo fueron inútiles. Un mes más tarde comenzaron las visiones. La tripulación del 'Belgica' vio en el horizonte una ciudad boca abajo y suspendida en el aire. Los científicos del barco descifraron que se trataba de un 'fata morgana', un espejismo causado por la inversión de temperaturas y que crea efectos ópticos en el horizonte.
En marzo de 1898 el barco ya se había quedado atrapado en el hielo, sin haberse acercado al Polo Sur. Gerlache se la jugó a sus hombres. Su motivación secreta, una vez fracasado el plan para hollar el polo, era conseguir el premio de consolación: dirigir la primer tripulación que invernó en la Antártida. Para ello, iba a someter a su tripulación a un infierno de temperaturas inferiores a 30 bajo cero mientras estaba presa en el 'Belgica'. El libro 'Manicomio en el fin del mundo' describe lo que supuso aquella aventura con decenas de detalles que ayudan a entender lo que supone un confinamiento extremo.
Tomaron una decisión radical. Se alimentarían de carne cruda de pingüino. Su sabor era una mezcla de «un trozo de ternera, un bacalao con un olor muy fuerte y un pato coacoxtle, asados en un pote con salsa de sangre y aceite de bacalao»
Una de las primeras consecuencias fue que los marineros comenzaron a enfermar por escorbuto. Esta enfermedad aparece por la ausencia de vitamina C, conocida como ácido ascórbico. Algunos de los hombres tenían los miembros hinchados, más de 150 pulsaciones por minuto en reposo y una sensación constante de terror y ansiedad. Gerlache había tomado algunas medidas para disponer de una fuente de vitamina C pero fue todo una chapuza. Había comprado fruta antes de abandonar el continente sudamericano pero no tardó en pudrirse. También había embarcado botellas con zumo de lima pero el líquido se había oxidado y perdido todas sus propiedades.
El médico de la expedición, Frederick Cook, tomó una decisión radical. Se alimentarían de carne cruda de pingüino. Su sabor era una mezcla de «un trozo de ternera, un bacalao con un olor muy fuerte y un pato coacoxtle, asados en un pote con salsa de sangre y aceite de bacalao», según escribiría Cook. Además, era difícil quitarle el hedor del huano, el fertilizante formado por las heces de estos animales.
La dieta comenzó a tener efecto, pero los problemas mentales no cesaban. Había marineros que de repente perdían el oído y el habla por problemas psiquiátricos.
Otros, desarrollaron manías persecutorias y veían enemigos por todas partes. Otros, en su delirio, llegaban a preguntar cuándo habían zarpado de Bélgica y qué hacían allí. El médico recetó entonces una hora de caminata diaria alrededor del barco para que el ejercicio sirviera de válvula de escape. A esa hora de deporte la bautizaron como 'el paseo de los locos'.
En el 'Belgica' viajaban dos hombres que sería claves para la supervivencia. El primero, el médico. Con el tiempo se vería envuelto en numerosos escándalos. En otra expedición reclamó ser el primero hombre en llegar al Polo Norte, pero era mentira. Jamás lo pisó. Acabó en la cárcel por una estafa de derechos petrolíferos en Estados Unidos. El otro héroe fue Roald Admunsen. Este noruego, que más tarde sí sería el primer hombre en llegar al Polo sur, era un joven que se había enrolado con Gerlache para ganar experiencia en sus futuras expediciones. Pese a su edad, era el que mejor sabía moverse en un mundo congelado y el que soportaba las durezas con mejor espíritu. Él disfrutaba comiendo pingüino.
Explosivos contra el hielo
Pese a ellos, todo iba de mal en peor. 'Un manicomio en el fin del mundo' relata la experiencia extrema de una tripulación que trata de sobrevivir cuando la muerte ya comienza a rondar la cubierta del barco. Cada día era peor que el anterior y la posibilidad de que el barco abandonase los hielos se alejaba. Gerlache tomo una decisión. Había embarcado media tonelada de tolita, un explosivo. Realizó los preparativos para abrir un canal con explosiones que permitiera huir al 'Belgica'. Pero las bajas temperaturas habían estropeado el material.
Para descongelarlo, los marineros dormían con cartuchos de tolita bajo las mantas, con la intención de que el calor corporal descongelase el explosivo.
El 15 de febrero de 1899 consiguieron abandonar la banquisa tras una titánica tarea que el periodista Julian Sancton recrea con una precisión que consigue transmitir al lector la sensación de estar ante el esfuerzo final, casi previo a la muerte.
Pudieron volver a Bélgica y se les recibió como héroes. Cada hombre tuvo una historia muy diversa después de aquella experiencia extrema. El conde Gerlache, sin saberlo, puso en marcha una coincidencia fatal. Se quiso reconvertir en empresario de viajes de turismo a los polos y encargó la construcción de un barco, el 'Polaris'. Su negoció fracasó y alguien compró su navío y lo rebautizó como 'Endurance' (Resistencia, en castellano). El nuevo dueño era Ernest Shackleton. Este explorador británico intentó llegar al Polo sur y también quedó atrapado en el hielo. Su historia de superviviencia fue todavía más extrema que la del 'Belgica'.
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