«Hay un silencio devastador y hasta donde te alcanza la vista solo ves un lienzo negro»
Un grupo de voluntarios de Galdakao echa una mano en La Palma en las tareas de retirada de ceniza en los hogares que aún siguen en pie en la zona más afectada por el volcán
marina león
Martes, 2 de noviembre 2021
Un grupo de voluntarios de Galdakao ha decidido instalar su nuevo hogar en la isla de La Palma durante los dos próximos meses. Su único ... objetivo es echar una mano en El Paso y luchar contra el manto negro que dejan las cenizas del volcán de Cumbre Vieja tras más de 40 días de febril actividad.
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Palas, cepillos y «muchas ganas de currar». Esto es todo lo que Álvaro, Ainhoa, Kike, Fernando, Luis y Fernanda Gadea metieron en la maleta el pasado jueves, rumbo a Canarias. «Nos recibieron con los brazos abiertos», asegura Álvaro Saiz, al frente de Galdakao Boluntarioen Gizarte Elkartea (GBGE). Los cooperantes se alojan en los salones de la casa parroquial de El Paso donde, gracias al cura Don Domingo, «tenemos todo lo necesario y además hay capacidad para decenas de personas que quieran venir a ayudar», señala en declaraciones a EL CORREO. El trabajo del grupo se centra en reducir la carga de ceniza sobre los tejados de los hogares que aún siguen en pie. «También estamos despejando los accesos a las puertas y ventanas porque algunas están tapadas completamente», explica. A lo largo de la semana han conseguido limpiar cerca de doce casas, «pero vuelves y está todo cubierto de nuevo, es como el día de la marmota», apuntan.
En el primer grupo que salió de Bilbao a las seis y media de la mañana del pasado jueves iban seis vecinos de Galdakao, entre ellos los dos coordinadores, Álvaro Saiz y Ainhoa Crespo. En los próximos días se irán sumando más voluntarios de la asociación que durante unos días dejarán sus profesiones como enfermeras, policías, cocineros, profesoras, y mecánicos en un segundo plano. «Cada uno estará aquí unos días, luego van llegando relevos. Ainhoa y yo estaremos el tiempo que haga falta», dice el responsable. El Paso está a solo tres kilómetros del volcán, pero debido a la peligrosidad del avance de la lava las carreteras están cortadas, por lo que tienen que rodear diariamente la isla para llegar hasta allí. «Es una hora y media de trayecto hasta las casas de Las Manchas, junto a la conocida zona cero, por unas carreteras con muchas curvas», relatan. «Llegamos en el convoy que abre el concejal de Seguridad y una vez allí seis horas de trabajo no nos las quita nadie», declara Saiz, quien describe el trabajo como «palear arena en una playa mientras desde un avión tiran sacos y sacos con más arena».
«Majestuoso», «orgulloso», «cruel», «amenazante», «explosivo»… al cooperante le faltan las palabras para describir el fenómeno que está presenciando en La Palma. «Es imposible que una cámara pueda recoger el alcance que tiene todo esto», señala. Antes de llegar estaban convencidos de que el olor y la imagen del volcán iban a ser impactantes, pero si hay algo que realmente les ha sorprendido es el ruido constante. «Es como si hubiese continuamente aviones aterrizando. Además de las explosiones y los terremotos. Es algo que no se me va a olvidar jamás», confiesa. Desde que están ahí, la tierra no ha dejado de temblar y por la noche se han registrado seísmos que indican actividad intensa.
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Álvaro se ha enfrentado a crisis humanitarias en otros países, como en un campamento de refugiados en Grecia. «Es muy duro, pero allí ves a las personas, les intentas ayudar y te piden lo que necesitan. Aquí hay un silencio devastador y hasta donde te alcanza la vista solo ves un lienzo negro donde se averiguan sillas de jardín, barbacoas, piscinas, juguetes de niños y hasta motos».
Más manos y dinero
En los pocos días que llevan, además de la ayuda de la brigada municipal y del Ayuntamiento de El Paso, han contado con la colaboración de Lydia y David, dos jóvenes catalanes que estaban de vacaciones en la isla, pero decidieron cambiar la cámara de fotos por la pala. «También se nos ha unido un equipo de rugby y algunos palmeros, pero aun así necesitamos manos y dinero», aseguran los voluntarios. Cada día hacen por redes sociales un llamamiento para conseguir fondos y que ayuden a viajar a nuevos voluntarios, además de poder pagar las furgonetas de alquiler, la gasolina, la comida, la ropa de trabajo y el resto de recursos necesarios para continuar con su labor.
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