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Justo este jueves se cumplieron 72 años de la conquista del Everest. El 29 de mayo de 1953, Edmund Hillary y el sherpa Tenzing Norgay llegaron por primera vez a la cima del planeta. Los primeros miembros de la expedición habían partido en barco desde Inglaterra tres meses y medio antes. Movilizaron a 350 porteadores y 20 sherpas, y acarrearon 4.500 kilos entre material y víveres. Eran tiempos en que las montañas –sobre todo las más elevadas–, más que subirse, se tomaban al asalto, como si se tratara de un ejército sitiando una ciudad. El orgullo nacional estaba en juego.
Hace poco más de una semana, el día 21, cuatro exsoldados de élite británicos –incluido un miembro del Gobierno de Keir Starmer, Al Carns– alcanzó los 8.848 metros hasta los que se eleva el punto más elevado de la Tierra. Desde que partieron de Londres hasta alcanzar la cima solo pasaron cinco días. Esta ascensión exprés llama todavía más la atención cuando las expediciones de alpinistas profesionales emplean entre seis y ocho semanas solo en la aclimatación previa a la ascensión. La clave, según los protagonistas, habría sido el uso del gas xenón.
«El xenón es un gas noble que se ha utilizado como anestésico y que, en ciertos estudios, ha mostrado inducir de manera breve la liberación de eritropoyetina, la misma hormona que estimula la producción de glóbulos rojos», explica Volker Tarnow, preparador físico y readaptador de lesiones en el Centro VT Rehab, Performance, Health. También se emplea en los faros de los coches, el flash de las cámaras de fotos y en las lámparas. Su efecto sobre los mencionados glóbulos rojos es similar a la del EPO, un tratamiento diseñado para tratar la anemia que se convirtió hace unos años en una plaga en el ciclismo. «Era el combustible para cohetes que cambió no solo nuestro deporte, sino todos los deportes de resistencia», reconoció en su día Lance Armstrong, que fue desposeído de sus siete tours de Francia tras su confesión. La sustancia había sido prohibida en 1990.
La Agencia Mundial Antidopaje hizo lo propio con el gas xenón en 2014 al considerarlo un «agente estabilizante y activador de la eritropoyesis (producción de glóbulos rojos)». Un reportaje del semanario británico The Economist aseguró que hasta el 70% de los medallistas olímpicos rusos lo habrían utilizado.
«La única razón por la que estamos trabajando con xenón es para hacer la escalada más segura, para proteger a los alpinistas del mal de montaña. Podemos ver a personas que mueren en el Everest cada año, y esto puede ser un paso para mejorar la situación y hacer que escalar montañas de gran altitud sea más seguro», defiende Lukas Furtenbach, fundador de Furtenbach Adventures, la empresa que ha organizado la ascensión exprés. Entre sus supuestos beneficios incluye también el respeto al medio ambiente:cuanto menos tiempo pasen los montañeros en aquellos parajes, menos basura generan.
Los cuatro exsoldados pasaron varios meses durmiendo en cámaras de hipoxia, unos artilugios que simulan la falta de oxígeno que se encontrarían en la llamada 'zona de la muerte', por encima de los 8.000 metros de altitud, donde solo respirar se convierte en toda una hazaña. A dos semanas de partir hacia Nepal, viajaron a Alemania para recibir el tratamiento con xenón. Allí les pusieron unas máscaras conectadas a ventiladores mientras un anestesiólogo introducía lentamente niveles más altos de esta sustancia en su organismo. El resultado es que pudieron ahorrarse las semanas de aclimatación. Una vez en la base de la montaña, acompañados por cinco sherpas y con la ayuda de oxígeno artificial, hollaron la cima en menos de tres días. La ascensión más rápida corresponde al sherpa Lakpa Gelu, que empleó poco menos de 11 horas. El catalán Kilian Jornet, leyenda de las carreras de montaña, subió y bajó en solo 26 horas.
No está del todo claro, sin embargo, que el xenón tenga efectos tan revolucionarios. Según la Comisión Médica de la Unión Internacional de Asociaciones de Alpinismo, «no hay evidencia de que respirar xenón mejore el rendimiento en la montaña, y su uso inadecuado puede ser peligroso. Aunque una sola inhalación de xenón puede aumentar de manera medible la liberación de eritropoyetina, este aumento no se mantiene durante cuatro semanas de uso ni se asocia con cambios en los glóbulos rojos. Según la literatura científica, los efectos en el rendimiento son poco claros y probablemente inexistentes».
«Su efecto es pasajero y no está demostrado que mejore significativamente la aclimatación. Puede provocar sedación u otros efectos neurológicos no deseados si no se administra con control médico. Aunque la idea de usarlo para reducir el tiempo necesario de adaptación en la montaña puede parecer atractiva, hasta el momento no existen pruebas sólidas que respalden su eficacia ni su seguridad en contextos extremos como el Himalaya. La aclimatación progresiva sigue siendo el método más seguro y respaldado por la medicina de altura», añade Tarnow. «Este puede ser el futuro del alpinismo con guía para fines comerciales en el Everest», insiste Furtenbach.
Lukas Furtenbach, que se define a sí mismo como «geógrafo, montañero, aventurero, esquiador y líder de innumerables expediciones, solucionador creativo de problemas, pensador innovador y perfeccionista», ya ha anunciado que planea ofrecer a partir del año que viene expediciones de ida y vuelta al Everest en solo dos semanas empleando este 'gas milagroso'. En la actualidad, el 'pack' más rápido que oferta su empresa, el 'Everest Flash', se prolonga una semana más y cuesta 104.000 euros. El precio más habitual no baja de los 70.000 euros. Este elevado coste no sirve para disuadir a los montañeros con mayor poder adquisitivo, ya que ni siquiera el Everest escapa a la masificación. Más de 600 personas repiten cada año la hazaña de Hillary y Norgay e incluso se forman largas colas para poder hacer cumbre, como reveló la foto que acompaña a este reportaje. Se tomó en 2019 y unos 200 montañeros aguardaban para llegar a la cima.
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Miguel Pérez, Josemi Benítez (GRÁFICOS) e Isabel Toledo
Óscar Beltrán de Otálora, Gonzalo de las Heras e Isabel Toledo
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