Fidalgo y Anitua, a los atabales, siguen atentamente a José Miguel Nanclares. RAFA GUTIÉRREZ
San Prudencio 2022

De 'tun a tun' en el Palacio de la Provincia

Marian García Fidalgo y Eduardo Anitua, pregonera y Medalla de Álava, se asoman unos minutos a la balconada a tocar los atabales de la Retreta

Miércoles, 27 de abril 2022, 00:47

En vez de agarrar fuerte las baquetas, dejadlas caer». Regla número uno de atabales. José Miguel Nanclares conoce bien los dos tamboriles de madera y ... cuero con los que cada año desde 1927 se toca la Retreta en las balconadas del Ayuntamiento y del Palacio de la Provincia. Hace 21 años que es uno de los músicos encargados de llamar a la fiesta a los alaveses y aceptó de buen grado ser profesor de timbales por una tarde de los dos insignes de San Prudencio 2022: la pregonera y el galardonado con la Medalla de Álava. Ella, Marian García Fidalgo, experta en radiofísica hospitalaria y responsable del instituto Bioaraba. Él, Eduardo Anitua, cirujano odontoestomatólogo y fundador de BTI. Ambos, científicos, investigadores y amantes de esta tradición que nos lleva a todos a tararear el 'tun tun', ojear bien el precio de los perretxikos o saludar al santo antes de zamparnos unos txoripanes con txakoli en las campas de Armentia.

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Las fiestas patronales se enfrentan al reto de regresar a la normalidad tras dos años de tambores y trompetas en la intimidad. La irrupción de un virus nuevo, altamente contagioso y letal cogió a todo el mundo con el pie cambiado. El covid trastocó la apacible vida de los alaveses y contaminó la esencia de las fiestas populares. ¿Qué es un jolgorio sin loor de multitudes? La ciencia ha hecho que nadie tenga que responder este año a esa pregunta. Las vacunas, los tratamientos, una buena sanidad, la investigación, las medidas higiénicas y la total comunión de los ciudadanos (salvo excepciones) con cada avance permiten volver a celebrar. Y son ellos, los dos científicos vitorianos, homenajeados por la Diputación en estos días dedicados a San Prudencio y la Nuestra Señora de Estíbaliz, quienes prenderán la llama de la fiesta.

«¿No nos echarán de la Diputación por tocar así, verdad?»

Aunque su misión festiva tiene forma de discurso, los dos investigadores, acostumbrados a los desafíos, aceptan convertirse por unas horas en atabaleros con traje de calle. Es decir, sin la casaca medieval y el gorro a lo Robin Hood. Por mucho que a Eduardo Anitua no le importe verse con una de las principescas pelucas.

«Dejad caer las baquetas; agarrad aquí con dos dedos», indica el profesor en una clase magistral improvisada en el despacho del diputado general desde el que, cada 27 de abril, se toca la Retreta. La tarde es luminosa. Llevan colgados de una correa de gala los dos atabales oficiales. Pesan unos tres kilos y lucen un faldón de terciopelo que lleva bordado el escudo de la provincia y su lema 'En aumento de la Justicia contra malhechores'.

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«¿No nos van a echar de la Diputación, verdad?», bromea el médico nada más empezar a hacer sonar los atabales. Marian García Fidalgo -«yo como mucho he tocado el tambor con el crío cuando lo llevaba al cole», confiesa- desde el minuto uno está concentradísima. Como si José Miguel, más que a tocar la Retreta, les estuviera enseñando el bosón de Higgs. Ya tendrá esa partícula su papel fundamental en el mecanismo por el que se origina la masa del Universo, sí, pero marcar el ritmo de la Retreta tiene también su miga.

«Esto en una sociedad y con un poco de vino igual sale mejor», sigue Anitua, que exagera y llega a decir que es más fácil coger un bisturí. Tun... tun-tun-tun. Los alumnos son aplicados y, al tercer intento, el profesor los ve listos para asomarse a la balconada y sentir el vértigo de 'tuntunear' con público. A falta de trompetas, José Miguel coge su saxofón y suena el toque militar que el maestro Luis Aramburu refinó y al que Venancio del Val puso letra. El ritmo fluye y los nuevos atabaleros, muy serios, logran acabar la canción dignamente ante la atónita mirada de los vitorianos que toman el sol en las terrazas de los bares de la zona. «¡Menos mal que no nos habéis hecho bajar de la torre como a Celedón!».

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Han cumplido con nota el reto y, además, Marian ha hecho historia, al ser la primera mujer que toca el atabal en la balconada. Hasta ahora habían celebrado estas fiestas en familia, en los txokos, de potes por el Casco Viejo, pero nunca así. Eduardo, que se acuerda mucho de las regatas de San Prudencio de cuando el tenía 10 o 12 años - «íbamos al pantano y hacía un frío.... la llevabas clara si te caías al agua»-, es de los que no perdona el revuelto de perretxikos que él mismo cocina. Marian, que reconoce más de una siesta en las campas de Armentia, es de hongos y también de caracoles. «Mi suegra los hace espectaculares», agasaja.

Estos investigadores cum laude reciben humildes su nota como tamborileros. «Me lo he pasado muy bien con estos alumnos tan importantes. Han sido un buen rato y creo que el resultado ha sido muy aceptable», puntúa el maestro atabalero.

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«Es un auténtico honor tocar el atabal. Pesa un poco pero el cinto ayuda. En cuanto te metes en la fiesta y piensas en San Prudencio, el ritmo te sale solo», comenta Marian. «Nunca me habría imaginado que iba a tener una clase así y precisamente con un atabalero ¡y sin peluca! Es una grata experiencia la de meterse en lo más entrañable de nuestra provincia. ¡Hoy he aprendido cómo se llama el tambor! Y además un refrán: Los perretxikos de abril, para mí / los de mayo para mi amo / y los de junio para ninguno».

  1. EL RETO

    Aprender a tocar la Retreta

De origen incierto. Dicen que nace de una melodía castrense francesa o del toque de cierre de la muralla. Joaquín Jiménez contrastó que en 1879 se tocó con atabales y clarinetes en el Ayuntamiento.

Vídeo. RAFA GUTIÉRREZ
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