Políticos que huyen de las siglas de su partido para ganar votos
Estrategia ·
Los expertos avalan una tendencia ya asentada en pos de un mayor rédito electoral. Yolanda Díaz, que unió a la 'nueva izquierda' en Valencia, es el último casoPodemos no oculta su dependencia del aura que rodea a la vicepresidenta segunda Yolanda Díaz. La ministra de Trabajo, de Izquierda Unida, es la política ... mejor valorada del país según el CIS de septiembre y sus compañeros y excompañeros de coalición -Pablo Iglesias, Ione Belarra...- bendicen su futuro político. Ella, sin embargo, asegura que su carrera va más allá de Unidas Podemos y el pasado 13 de noviembre se reunió en Valencia con Ada Colau (En Comú Podem), Mónica Oltra (Compromís) y Mónica García (Más Madrid) para avanzar en su «frente amplio», un encuentro al que no fueron invitadas la secretaria general de Podemos, Ione Belarra, y la ministra de Igualdad, Irene Montero.
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No es la primera vez que un político se desmarca de la coalición a la que pertenece. De hecho, los hay que incluso huyen de las siglas de su propio partido: Nuñez Feijóo y sus campañas en las autonómicas gallegas, el socialista Abel Caballero con un cartel electoral donde el logo de su formación apenas trascendía, el popular Borja Sémper y su campaña sin siglas para la alcaldía de San Sebastián en 2019... «Cuando un candidato o candidata antepone su nombre a las siglas de su partido suele tratar de minimizar el impacto negativo que esas siglas puedan tener en su candidatura», apunta la Catedrática de Sociología de la Universidad de Deusto y directora del Deustobarómetro, María Silvestre.
Sirve para evitar la debilidad del partido en un territorio o para ir sin ataduras donde es fuerte
Se trata, en definitiva, de una estrategia, según indica el profesor de Historia del pensamiento político de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU), Pedro Chacón: «Tiene que ver con la debilidad de los partidos en ciertos territorios o justo con lo contrario; con su fortaleza y la necesidad de ir sin ataduras del partido nodriza». El caso de Sémper se encuadraría en el primer supuesto; y el de Feijóo, en el segundo. Ambos consiguieron muy buenos resultados con sus respectivas campañas: el político guipuzcoano rompió la tendencia a la baja de su partido en el País Vasco con un millar de votos más y el gallego se mantiene imbatible con su cuarta mayoría absoluta en las elecciones autonómicas.
Pero, ¿habrían llegado tan lejos de no haberse desmarcado de su formación política? La politóloga Verónica Fumanal cree que no. «El fenómeno Feijóo se caracteriza por ser una especie de pseudonacionalismo, en el que la lengua gallega y las competencias no se tocan. Si se presentase con las siglas del Partido Popular, habría personas reticentes a votarle», destaca.
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Hace falta carisma
Estas campañas personalistas no funcionan sin un líder carismático y son más habituales en el ámbito local y autonómico, donde los políticos son más cercanos al elector. Pero no todo depende de los atributos personales del candidato. «El carácter moderado y templado de Feijóo tiene resultados en Galicia, pero a lo mejor en Madrid no funcionaría porque son necesarios otros rasgos de personalidad», pone como ejemplo Fumanal. En el caso de Yolanda Díaz, la politóloga cree que su imagen sirve para renovar Unidas Podemos, ya que tiene «un carácter más templado, lo que suple las debilidades de Iglesias y responde a lo que los electores demandan en 2021». Frente al ánimo combativo del exlíder de Podemos, la vicepresidenta segunda apuesta por llegar a un consenso. Con todo, y teniendo en cuenta la mala situación de IU a nivel nacional, Fumanal defiende que Díaz necesita a Podemos tanto como la formación la necesita a ella. «Si no tienes una estructura detrás, ese liderazgo no cuaja».
«Sin una estructura detrás, los liderazgos personalistas como el de Díaz no cuajan», coinciden los expertos
Por su parte, Silvestre cree que es «inteligente» que los partidos apuesten por la persona más carismática de cara a lograr un éxito más amplio. Lo hizo Podemos, con Pablo Iglesias como principal reclamo en los comicios europeos de 2014 y también Íñigo Errejón, con la recién nacida Más Madrid en las elecciones a la alcaldía de la capital hace dos años. Del mismo modo, la candidatura de Yolanda Díaz sería un revulsivo para un frente de izquierda de cara a las futuras elecciones de 2023, algo que no lograría Ione Belarra, ya que no goza de la misma proyección y popularidad con la que cuenta la política gallega.
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Los aspirantes también huyen de las siglas de los partidos en los que se dieron a conocer para alejarse «de esa imagen, de ese pasado y obtener más éxito electoral. Así su impacto es más transversal y diverso», señala la directora del Deustobarómetro. Esta estrategia tiene también sus peligros, como no contar con una estructura sólida que asegure la continuidad de ese logro. «El éxito nunca debiera sostenerse en una única persona. Necesita de estructura, de red y de apoyos», destaca.
Hay formaciones que, por el contrario, se desmarcan de esta tendencia. Vox, por ejemplo, tiende a evitar los rostros -más allá de los de sus principales líderes- y en sus carteles prevalecen las siglas del partido. El profesor de la UPV/EHU Pedro Chacón sostiene que esta estrategia responde a su carácter emergente. «Se trata de una formación que necesita reforzar y trabajar su imagen de marca. Además funciona porque tiene un mensaje claro, sin complejos», explica. Un extremo con el que coincide Verónica Fumanal: «La marca es más fuerte y está más valorada que los candidatos. En muchos territorios apenas se conoce a los candidatos y nadie vota lo que no conoce».
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Esta táctica es factible en determinadas situaciones y con campañas concretas -la CUP la utilizó en los comicios generales de 2019, en los que presentó un cartel con uno de los leones del Congreso boca abajo-, pero es complicado mantenerla en el tiempo. Así lo cree María Silvestre: «Es cierto que la marca de partido permite interpretar e identificar al candidato o candidata, sin embargo, actualmente, la política exige de liderazgos personales, de carismas individuales y rostros identificables», concluye.
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