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El PNV, sin espacio en Cataluña

El nacionalismo posibilista que los jeltzales encarnan con éxito en Euskadi se queda fuera del Parlament

Lunes, 15 de febrero 2021, 00:33

El PNV atraviesa una etapa dorada. Goza de una mayoría hegemónica en Euskadi que nadie le disputa. Dispone de sus mayores cotas de poder institucional ... al controlar el Gobierno vasco, las tres diputaciones y los principales ayuntamientos. Además, está presente en el Ejecutivo de Navarra. Y tiene una decisiva influencia en Madrid, donde sus escaños en el Congreso son determinantes para hacer y deshacer mayorías y cuenta con una relación privilegiada con Pedro Sánchez a la que extrae el mayor rédito posible.

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Todo eso no es consecuencia del azar, sino del éxito de la inteligente estrategia desarrollada durante años por la dirección del partido. También ayudan una insólita resistencia al desgaste incluso en las circunstancias más adversas -un mérito cuyo origen se presta a un profundo análisis- y, por supuesto, su habilidad para aprovechar los errores de los rivales. El fenómeno resulta tan llamativo que es objeto de atención más allá de nuestras fronteras.

De ahí que, aunque no cause sorpresa porque era esperado, sea significativo el mínimo eco que un proceder tan alabado hasta por adversarios políticos -no en público, por supuesto- encuentra en la comunidad caracterizada tradicionalmente por compartir más puntos en común con Euskadi: Cataluña. La deriva extremista de la antigua Convergencia, personalizada en el populismo 'indepe' de Carles Puigdemont, ha empujado a Sabin Etxea a romper los vínculos que le unían a esa formación, agrupada ahora mayoritariamente en torno a las siglas Junts. Andoni Ortuzar y Aitor Esteban han hecho campaña telemática en favor de lo que queda del PDeCAT, la marca de la primera transformación del antiguo partido del nada honorable Jordi Pujol, donde resisten Artur Mas -uno de los grandes culpables de la actual situación- y un escaso puñado de fieles. El líder del Euzkadi buru batzar ha apoyado su apuesta por un proyecto soberanista de largo aliento desde «el realismo político», y por la búsqueda de la independencia mediante cauces legales a través de un referéndum pactado con el Estado frente al «todo o nada» que, según advirtió, se suele quedar en nada. Mientras, la candidata a la Generalitat, Àngels Chacón, ha presentado al PNV como «un buen ejemplo de gobierno» que le gustaría trasladar a su comunidad. Resultado: poco más de 75.000 votos y ni un solo escaño. Como el Partit Nacionalista de Catalunya, el otro referente peneuvista que, encabezado por la exconvergente Marta Pascal, ha sufrido un batacazo aún más estruendoso en las urnas (apenas 4.500 papeletas).

Es decir, lo que representa el PNV ha quedado fuera del Parlament y sin espacio político en una hora decisiva para Cataluña. Lo que más se le puede parecer -y tampoco mucho- es el secesionismo supuestamente pragmático de ERC, cuya referencia en Euskadi es EH Bildu. El nacionalismo moderado capaz de atraer a un amplio espectro del electorado que encarnaba CiU se fue con el malhadado 'procés' y la huida hacia adelante promovida por Mas en medio de sucesivos cambios de siglas para tapar las vergüenzas de la corrupción del 'clan de los Pujolone' y compañía.

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Las relaciones entre el PNV y la antigua Convergencia quedaron casi dinamitadas tras la frustrada mediación del lehendakari Urkullu antes del referéndum ilegal del 1-O y su choque con Puigdemont, en el que el prófugo de la Justicia demostró un cerrilismo que, lejos de amainar, ha crecido con el paso del tiempo. Sabin Etxea no está en condiciones de apoyar la vía unilateral hacia la independencia que abandera Junts cuando la rehúye con toda razón en Euskadi. Con más motivo tras observar la mayúscula fractura social abierta en Cataluña y los devastadores efectos políticos y económicos de un aventurerismo fuera de la ley y sin amparo alguno en la UE.

Los jeltzales ya se vacunaron con el fiasco del Plan Ibarretxe. Su apuesta consiste en conquistar paso a paso nuevas cotas de un autogobierno que no tiene parangón en Europa sin renunciar a nada. Su problema es que el actual marco legal da de sí lo que da y apenas le concede ya margen. Cataluña no es un espejo en el que mirarse, sino del que huir. Puestos a dinamitar los puentes, los más radicales entre los radicales cobrarán siempre ventaja. Lo han vuelto a demostrar las elecciones de ayer.

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