Feijóo busca relanzar la marca del PP en Navarra ante la crisis abierta con UPN

El actual escenario es un nuevo episodio en la historia de amor-odio que mantienen UPN y el PP desde hace más de tres décadas. A principios de los noventa decidieron unir su destino con un reparto de papeles en el que el primero llevaba el timón en la comunidad y el segundo se aseguraba los votos del centroderecha navarro en el Congreso. La entente duró hasta 2008 y no se rehizo hasta 2019.

La recomposición se debió al batacazo de 2015, cuando Ciudadanos no llegó al 3% para sacar representación y por escasos votos Geroa Bai sacó un escaño que fue decisivo para que Uxue Barkos fuese presidenta. La fórmula, en todo caso, no funcionó. Navarra Suma logró más votos que los partidos por separado, pero se quedó lejos de la mayoría absoluta y María Chivite fue nombrada presidenta de la comunidad.

Cinco años después de su fundación y sin haber logrado su gran objetivo, nadie sabe qué va a ocurrir en los comicios de mayo. El factor que hizo de pegamento -los votos que podrían perderse- ya no existe ante la práctica desaparición de Ciudadanos. Y a esto hay que sumar que UPN y el PP tienen sus propios intereses.

Los regionalistas consideran que los populares les han faltado al respeto y creen que yendo con sus propias listas podrían atraer a un sector moderado del Partido Socialista que no ve con buenos ojos los acuerdos con EH Bildu. El PP, por su parte, espera recuperar una marca en la práctica desaparecida en los últimos años. La operación para Feijóo, en todo caso, tiene sus riesgos. La última vez que se presentaron por separado fue en 2015. UPN sacó 15 escaños y el PP, 2. Cuatro años antes, el resultado fue 19 a 4.

Las relaciones, sin estar rotas, pasan por un muy mal momento. Ya estaban dañadas antes de la polémica con Adanero y Sayas, pero ahora la grieta es mayor. El presidente de UPN, Javier Esparza, acusó en agosto al PP de dar por «finiquitada» la alianza. En realidad, las dos partes la dan por amortizada, pero nadie quiere ser el primero en anunciar su defunción. «Ni nos llaman», dice un alto cargo de UPN en alusión a los populares. El futuro de los dos diputados díscolos también es una incógnita. Sayas compitió en 2020 por el liderazgo del partido con Esparza. Perdió y ahora no se descarta su paso a los populares.

Una vez conformada este fin de semana la nueva dirección del PP navarro, se espera que empiecen los contactos oficiales entre ambas partes y que haya una reunión entre Alberto Núñez Feijóo y Esparza. Pero la solución definitiva es probable que no se conozca al menos hasta enero.

La posibilidad de que la marca Navarra Suma vuelva a aparecer como tal en las papeletas electorales se ve casi como imposible. Aunque tampoco se descarta del todo. «Hay muchos intereses en juego, lo que hoy parece inviable quizás en una semanas...» Otras fórmulas en las que ambas partes compartirían listas -algo así como UPN+PP- tampoco entusiasman en la parte regionalista, mientras el PP considera que sus representantes deberían tener mayor presencia porque las encuestas parece que le son favorables.

En UPN, en realidad, no verían con malos ojos recuperar el formato que estuvo vigente entre 1991 y 2008. Que en las elecciones forales el PP dé un paso a un lado y no se presente en mayo a cambio de asegurarse los escaños del centroderecha en el Congreso. ¿En qué se traduciría la fractura en los comicios de mayo? Aunque UPN tendría más margen para negociar con los socialistas sin estar atado al PP, en las filas regionalistas se admite que reeditar pactos como los que firmó hace más de una década Miguel Sanz con el PSN es inviable porque la apuesta de Chivite por los acuerdos con Geroa Bai, Podemos y Bildu parece clara. A lo más que se podría llegar es a cerrar pactos municipales muy concretos y de carácter excepcional.