Falsos mitos sobre el primer asesinato de ETA
La serie 'La línea invisible' ha puesto de actualidad el día en el que la banda decidió matar. Sobre el atentado de Pardines se dijeron verdades, pero también varias mentiras
Varios son los falsos mitos que se construyeron en torno al que fuera el primer asesinato cometido por ETA. El del joven guardia civil de ... tráfico José Antonio Pardines Arcay. Bien con una intencionalidad, la de convertir en héroes a quienes cometieron el atentado, o por inercia, olvido y falta de investigación. Lo cierto es que los últimos años han servido para arrojar luz sobre los hechos de aquel 7 de junio de 1968.
Publicidad
El libro 'Pardines. Cuando ETA empezó a matar', obra de trece expertos, entre historiadores, politólogos, periodistas y juristas, analiza minuciosamente todo lo que giró en torno a aquel atentado. Uno de ellos, el historiador del Memorial de Vitoria Gaizka Fernández Soldevilla, ha sido el encargado de asesorar al director Mariano Barroso en la producción de la serie 'La línea invisible', que se ha estrenado en Movistar+ este mes. Con él repasamos algunas mentiras y verdades que hay detrás de este crimen inaugural.
El asesinato
Ni por la espalda ni la escena de una película del oeste
Una de las cuestiones, si no la que más, sobre la que ha existido controversia durante años es la forma en la que Txabi Echebarrieta mató a José Antonio Pardines. ¿Fue por la espalda? La respuesta es no. Echebarrieta e Iñaki Sarasketa viajaban aquel día por la carretera Madrid-Irún en un coche robado. Ambos iban armados. Debido a las obras en un puente de la Nacional I, los terroristas tuvieron que coger un desvío por la carretera local de Aduna, en Gipuzkoa. Allí se encontraban regulando el tráfico los guardias civiles José Antonio Pardines y Félix de Diego. Sobre las 17.30 horas, Echebarrieta y Sarasketa pasaron por delante de Pardines. Este los siguió con su moto y les hizo señas para que pararan. El agente les pidió el permiso de circulación para, a posteriori, comprobar que los datos no coincidían con el número del bastidor. Aquello le costó la vida. Los dos terroristas huyeron. Echebarrieta falleció después en un enfrentamiento a tiros con varios agentes de la Guardia Civil. Sarasketa consiguió escapar, pero al poco tiempo sería detenido.
«La prensa de la época llega a hablar de un tiro en la cabeza y por la espalda. Esa teoría se repite e incluso los historiadores lo asumen. Nosotros también lo creíamos así, hasta que a finales de 2017 vimos el sumario, que nadie había pedido antes, y comprobamos que en el informe forense figura que recibió cinco disparos en el torso», explica Fernández Soldevilla. «El primero le hace caer y le rematan en el suelo». Tampoco fue una escena de película del oeste, tal y como se había apuntado desde el entorno de ETA. La víctima ni siquiera tocó su arma: «Tenía los papeles del coche en una mano y la cartuchera de la pistola cerrada».
Publicidad
Iñaki Sarasketa
En el escenario se hallaron dos tipos de casquillos
Iñaki Sarasketa fue detenido y condenado a muerte –se le conmutó la pena por cadena perpetua–, pero salió en libertad con la amnistía de 1977. En el juicio sumarísimo declaró no haber disparado a Pardines. Ya en casa, en varias entrevistas en diferentes periódicos, mantendría dicho testimonio. «Cuando sale de la cárcel ya no está en ETA y reconocer que disparó en aquella época...», señala Fernández Soldevilla. Nunca lo hizo. El sumario, no obstante, dice lo contrario. En el lugar del atentado se encontraron cinco casquillos, como cinco fueron las heridas de bala de la víctima. «Tres eran de la pistola de Echebarrieta y dos de la de Sarasketa. Es matemática pura», sostiene el historiador.
La pistola
No era de un gudari, sino quese fabricó para los nazis
Según se ha contado siempre, la pistola de Txabi Echebarrieta había sido utilizada tres décadas antes por un gudari nacionalista en la Guerra Civil contra el bando franquista. «Varios compañeros de ETA declararon que esa era la versión que Echebarrieta había contado», apunta Fernández Soldevilla. Pero nada más lejos de la realidad. El número de serie de la pistola, un Astra 600-43, reveló que fue fabricada en Gernika para el ejército nazi.
Publicidad
La banda se la compró a un traficante que vendía armas retiradas por la Policía alemana. En 1967 llegó a manos de Echebarrieta. Los terroristas borraron la palabra 'Spain' inscrita en el lateral y pusieron 'ETA'.
Txabi Echebarrieta
De una carrera prometedora a consumir anfetaminas en ETA
Fue el primero de ETA en matar y el primero en morir. El entorno de la banda y quienes simpatizan con ella han mitificado a Txabi Echebarrieta –así lo escribía él–. Es considerado «el primer mártir». En torno a él se ha construido una leyenda que poco tiene que ver con la realidad histórica. Nació en Bilbao en el seno de una familia acomodada. Era el menor de tres hermanos. Se matriculó en Económicas y se especializó en la rama de Informática. Fue un alumno brillante. «No obtuvo una beca de Oxford –es una licencia de la serie–, fue la excusa que puso a su madre para irse. Pero sí es cierto que tenía un futuro prometedor», subraya el historiador Gaizka Fernández Soldevilla. Hasta que se metió de lleno en ETA y abogó por el uso de la violencia. Cambió la universidad por la clandestinidad y los poemas por las armas.
Publicidad
Suya fue la decisión de matar a Pardines en el control de carretera. «Eufórico», reconoció en 1998 su compañero Iñaki Sarasketa, por el consumo de «centraminas». «Eran anfetaminas. Se tomaban en la universidad para estudiar porque eran legales en las farmacias. Pero no como él las tomaba», explica Fernández Soldevilla. Esas mismas pastillas le llevarían dos horas después de apretar el gatillo, en plena huida, a hundirse «en un ataque de pánico» y abandonar el piso de Tolosa en el que se habían escondido, añadió Sarasketa. Después serían interceptados en Benta Haundi por una patrulla de la Guardia Civil y fallecería en un enfrentamiento a tiros con los agentes.
No hay nada heroico en arrebatar la vida a otra persona. Pero desde entonces, la imagen sonriente de aquel joven con gafas graduadas forma parte de un icono que se ha reproducido hasta la saciedad en cientos de pintadas y carteles. Bautizado como «el primer mártir», el terrorista fue objeto de multitud de homenajes y de varios libros. Su víctima, José Antonio Pardines, pasó al olvido.
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión