El PNV congregó en el Guggenheim a una destacada representación de la sociedad civil, económica y cultural. Ignacio Pérez

El PNV hace autocrítica para sacudirse la imagen de «arrogancia» y «amiguismo»

Presenta las conclusiones del proceso de escucha 'Entzunez eraiki' y se compromete a fortalecer la democracia y a buscar la «cercanía emocional»

OLATZ BARRIUSO

Lunes, 19 de diciembre 2022

A cinco meses de las elecciones municipales y forales de mayo, el PNV ha ejecutado en la tarde de este lunes todo un estriptís político, ... la presentación de las conclusiones de 'Entzunez Eraiki', el proceso de «escucha activa» que Sabin Etxea arrancó en noviembre de 2021 y cierra ahora con la «devolución» a la sociedad del resultado de los 250 encuentros mantenidos con sectores económicos, sociales y culturales de Euskadi. Un ejercicio arriesgado porque la imagen que devuelve el espejo, que el EBB ha condensado en un documento de más de sesenta páginas -embrión de los futuros programas electorales-, no es todo lo amable que cabría esperar viniendo del propio partido. El texto asume que la sociedad le ve en exceso «conservador» y envejecido, un punto acomodado tras largos años de trayectoria de gestión y le afea su «arrogancia» e incluso «cierta imagen de amiguismo» que se propone desterrar.

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Una 'foto' «sin filtros, sin retoques ni Photoshop», presentada en mitad de tormentas como la que ha sacudido Osakidetza, en la que los denominados 'ámbitos de mejora', es decir la autocrítica, «ocupan más del doble» de espacio que los atributos que la sociedad, los expertos y los propios militantes -los tres estratos que han participado en el diálogo con el PNV- identifican como «fortalezas» del partido. El abanico de puntos fuertes incide, sobre todo, en la imagen de confianza y estabilidad institucional que logra proyectar, su vocación pactista, su papel central en el desarrollo del autogobierno, la apertura a los cambios y la vitola de ser «quien mejor defiende los intereses de Euskadi», ahora fieramente disputada por Bildu.

Andoni Ortuzar, durante su discurso. I. P.

El presidente jeltzale, Andoni Ortuzar, frente a medio millar de representantes de la sociedad vasca congregados en el Palacio Euskalduna, y en presencia del lehendakari, ha dejado claro que el PNV «no ha escondido nada» y se ha dejado pelos en la gatera en un proceso que, reconoc, ha exigido vencer «cierto escepticismo» de los expertos externos pero también de «algunos burukides».

Un paso «de gran valentía» que, según el líder jeltzale, ha sido posible por la cohesión interna del PNV que, entre otras cosas, ha tenido que escuchar que le faltan mujeres en puestos de responsabilidad -un reproche clave para entender el relevo de la mitad de los cabezas de lista a las diputaciones y a las tres capitales-, personas jóvenes en el puente de mando o líderes con carisma. O, por ejemplo, tragarse el sapo de que su potencial electorado le eche en cara una excesiva complacencia pese a la «pérdida de fortaleza económica» o su «cortoplacismo» a la hora de plantear medidas socioeconómicas.

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También que se le identifique con la «vieja política», una etiqueta que Ortuzar se esfuerza en sacudirse en un momento «convulso y de incertidumbres», en el que promete huir de la «arrogancia» fomentando la participación y «abriendo el partido a la sociedad» con cuatro prioridades: el diálogo con las personas migrantes, la igualdad de género, la lucha contra el cambio climático y las redes sociales.

«Fuertes en casa»

«Hay buena política o mala política. Hay política que piensa en las personas como eje de todo y hay política que pone a su líder, a una sola persona, en el eje de todo», en una alusión muy clara a Sánchez. «Nosotros, en el PNV, queremos estar en el lado de la buena política, la que está con la gente», subraya Ortuzar, que asume los riesgos del autochequeo. «Un viejo amigo me dijo: 'sólo si estáis fuertes en casa, vais a ser capaces de aguantar la imagen que el espejo de la sociedad va a reflejar del PNV, porque quizás va a ser más dura de lo que esperáis», ha revelado.

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Ortuzar y Atutxa charlan con el presidente de Iberdrola, Ignacio Galán, el presidente de Euskaltzaindia, Andres Urrutia, y el director del Museo de Bellas Artes, Miguel Zugaza. I. P.

Y, efectivamente, el partido sale bien parado en algunos aspectos pero menos en otros. Uno de los más significativos, que señalan los expertos pero también las bases, es que, aunque la 'marca PNV' «no se asocia» a la corrupción, sí debe contrarrestar «cierta imagen de amiguismo que ha podido calar tras tantos años de gestión pública». También se señala la necesidad de «atraer talento» del exterior simplificando los procesos administrativos de regulación o se reprocha al PNV que «no esté explotando lo suficiente la fiscalidad como ventaja competitiva» pese a que se duda de la «sostenibilidad» de las bajadas de impuestos.

Son llamativas las conclusiones en los apartados de gobernanza y juventud, en el que se identifica al partido como «un hombre mayor» y se le relaciona con la «limitación de libertades» por su gestión de la pandemia. En el primer caso, se hace hincapié en que la hegemonía de los jeltzales hace que se confunda el plano institucional con el político, lo que, en positivo, permite «apropiarse de los aciertos» de gestión pero también acrecienta una sensación de «monopolio político».

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Los ciudadanos perciben «autocomplacencia», excesiva «burocratización» de los procesos o una «rutinización» en la gestión de las instituciones que arrojan una conclusión clara: la gente ve al PNV como un partido «útil» pero incapaz de generar «ilusión». De ahí que fomentar la «cercanía emocional» con el electorado sea uno de los propósitos del partido en esta nueva etapa. También se compromete el PNV a «fortalecer la democracia» con mayor rendición de cuentas en las instituciones, intensificar la relación con el tejido asociativo, revitalizar el euskera y su uso social o buscar una mayor «navarridad».

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