El Pleno de Política General celebrado ayer en el Parlamento vasco -el primero de Imanol Pradales como lehendakari- deja una constatación y una advertencia. La ... constatación de que la onda expansiva de populismo, demagogia, sobreactuación y crispación políticas que sacude con furia al Congreso de los Diputados de Madrid no ha llegado aún a la Cámara de Gasteiz, dejando espacio para un razonable ejercicio de parlamentarismo democrático, respetuoso con la dignidad de nuestras instituciones. Y la advertencia -sugerida por el propio Pradales- de que, si Pedro Sánchez cede finalmente a un adelanto electoral y en el Estado llega a instaurarse un Gobierno del PP y Vox que goce de una amplia mayoría, como vaticinan casi todas las encuestas (excepto el CIS), los tiempos se tornarán color de hormiga para el autogobierno vasco.
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El temor expresado por el lehendakari de que pueden llegar «tiempos oscuros, muy complicados para Euskadi, de cuestionamiento de nuestra identidad e instituciones», resulta lógico si se tiene en cuenta que Vox es un partido abiertamente contrario al modelo de Estado autonómico y recuerda a la frase con la que Winston Churchill preparaba a sus conciudadanos para «un invierno de sangre, sudor y lágrimas», durante la II Guerra Mundial. Pero, lejos de quedarse en el alarmismo, fue formulado por este en clave propositiva, apelando a la necesidad urgente de alumbrar un nuevo pacto estatutario que afiance la autonomía vasca y blinde el futuro de su autogobierno ante «tendencias autoritarias» y «pulsiones reaccionarias», pues «hay trenes que pueden no volver a pasar en mucho tiempo», señaló. Y hasta se atrevió a poner fecha tope para alcanzar un acuerdo que se adivina complejo. Junio de 2026. Largo me lo fías.
En efecto, todo parece indicar que vienen malos tiempos para la lírica. Tiempos que Pradales entiende que pueden ser «recentralizadores». Ante lo cual, solicitó a los partidos vascos «máxima responsabilidad, seriedad y generosidad» para actualizar, ampliar y reforzar las competencias de nuestro autogobierno que es -dijo- «un tesoro a cuidar. Hoy lo reconocemos todos y me alegro», subrayó, pidiéndoles que «no jueguen ni especulen con nuestro futuro político».
Esto último lo hizo mirando hacia la bancada de EH Bildu que aspira a ser alternativa de gobierno en Euskadi, a la que hablar de Nuevo Estatuto se le sigue quedando corto y prefiere elevar la apuesta por un Nuevo Estatus político que avance hacia la soberanía plena, aprovechando la debilidad parlamentaria de Sánchez. Aunque la cuestión de momento no parece que prospere.
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La situación, como dice Pradales, no puede ser más endiablada. El tiempo se agota y, si la demoscopia acierta, el nuevo escenario político que se abriría con un eventual gobierno de las derechas en el Estado y un ejecutivo autonómico liderado por la izquierda vasca -en caso de que Bildu consiga finalmente su propósito de llegar a Ajuria Enea- nos abocaría a un nuevo «choque de trenes» que, lejos de hacer avanzar a Euskadi en sus aspiraciones soberanistas, podría poner en riesgo lo conseguido hasta ahora.
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