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Rusia, potencia del desequilibrio

Putin solo tolera regímenes como el suyo, una autocracia cada día más brutal. ¿La crisis por Ucrania muestra temor a la expansión de la OTAN o a la democracia?

Jueves, 3 de febrero 2022, 00:04

La Covid-19 ha puesto a prueba nuestras estrategias de enfrentamiento como civilización con estilos más o menos flexibles según el régimen político de cada ... Estado. Unas exitosas, otras problemáticas. Si nos creíamos resituados en el marasmo de cambios adaptativos realizados, la crisis mundial ingeniada por Vladímir Putin en favor de su ensoñación imperialista reabre forzosamente nuestras dotes de ingenio y resistencia. Del recuento de muertos por coronavirus hemos pasado súbitamente a la enumeración de soldados, reservistas, tanques, fragatas, misiles… Las ambiciones del presidente ruso sobre Ucrania, sobre el ordenamiento de la seguridad europea, su equívoca revisión histórica del final de la URSS y sus deseos de pasar a los actos manu militari vislumbran un largo periodo de extrema incertidumbre en el que la diplomacia no puede fallar. El mes de enero ha visto multiplicarse sin límite las fórmulas de distensión. Día y noche, con cualquier formato, a todos los niveles. En este clima prebélico, la unidad de Occidente es esencial.

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«Negociación» es el mantra que repite el presidente francés, Emmanuel Macron. En las últimas semanas, la crisis entre Rusia y los países occidentales ha abierto nuevas compuertas de diálogo. Europa recibe informaciones, encuentra su lugar en las negociaciones de un conflicto que puede no detenerse en Kiev. Francia y Alemania tienen línea directa con Joe Biden y los encuentros a cuatro partes -Alemania, Francia, Rusia y Ucrania- se han retomado en París con esperanzas. Reino Unido aplica su política exterior post-Brexit disputando protagonismo a EE UU, pero prevalece la coordinación transatlántica. La UE ha roto el esquema de exclusividad entre potencias impuesto por Putin. La agresividad rusa, además de levantar a la OTAN de su 'muerte cerebral', cohesiona a los europeos. Incluso Polonia coopera.

No obstante, el miedo sobre la inminencia de una ofensiva rusa sobre Ucrania regresa a golpe de noticiario. Impacientes esperábamos la conversación del 28 de enero entre Macron y Putin para «clarificar las posiciones de Rusia respecto a Ucrania», informaba El Elíseo. Francia, que ocupa la presidencia rotatoria del Consejo de la UE, exige contacto directo con todos los protagonistas. Los rusos han asociado la desescalada a un reconocimiento como Estados independientes de las autoproclamadas repúblicas de Donetsk y Lugansk en el este de Ucrania. Trampas para eternizar el conflicto, dicen las autoridades ucranianas. Las ambiguas declaraciones posteriores a la videoconferencia franco-rusa y el mantenimiento de amenazas soterradas por parte del ministro de Exteriores, Serguéi Lavrov, no despejan el panorama.

Si el presidente ucraniano, Volodímir Zelensky, trata de evitar el pánico considerando poco probable la invasión de Moscú y Biden avisa, el mismo 28, del despliegue de fuerzas estadounidenses «al este de Europa y países de la OTAN en el corto plazo», la fiebre geopolítica se dispara. Surge la hipervigilancia entre los aliados. Se abren dos líneas de actuación, sin que se conozca su posible intercomunicación. Macron y Scholz insisten en el diálogo infinito; Biden y Johnson preparan envíos de tropas y armas.

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El presidente ruso se siente fuerte, militarmente, para imponer una nueva esfera de influencia propia. En busca de su zona de seguridad física e ideológica, tras dos décadas en el poder, ha reincorporado al redil tres antiguas repúblicas de la difunta URSS -Bielorrusia, Armenia y Kazajistán- y ocupado territorios de otras tres -Georgia, Moldavia y Ucrania-. Ha conseguido a su favor la 'resolución' de la última guerra del Alto Karabaj en 2020, instalando soldados en lo que él considera territorio de Azerbaiyán. Aquí la reconquista del 'territorio' ruso. ¿Hasta dónde irá?

«Putin ha definido Rusia en oposición a Occidente», dice el historiador británico Mark Galeotti. No tolera más que regímenes similares al suyo, una autocracia cada día más brutal. ¿Seguridad estratégica o necesidad de seguridad político-ideológica? La pesadilla de Putin es que su vecino del sur, Ucrania, la nación eslava hermana, rusófona, se cuela con éxito en el troquel democrático 'a la occidental'.

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Human Rights Watch, en su informe anual sobre los derechos humanos, alerta sobre la situación en los Estados de la ex-Unión Soviética treinta años después de su caída. «Cuando los autócratas saben que ya no les es suficiente la manipulación del voto recurren a escrutinios alejados de una elección; encarcelan a sus opositores, la emprenden con la sociedad civil a fin de conservar el poder. Alcanzan sus fines, pero sin ninguna legitimidad electoral», explica el director de la ONG, Kenneth Roth. Estas elecciones 'zombis' son las que practican Lukashenko en Bielorrusia y Putin en su país, además de encarcelar a Alexéi Navalni, prohibir la ONG Memorial... entre otras atrocidades. ¿Pavor a la OTAN o a la democracia?

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