Misión irrenunciable para las universidades jesuitas

Sus esfuerzos académicos y su promoción de la investigación no deberían ser mayores que sus ímpetus por anunciar la fe cristiana

Sábado, 31 de julio 2021, 00:08

Los más de doscientos centros de educación superior de la Compañía de Jesús constituyen la red universitaria de iniciativa social de mayor envergadura a nivel ... mundial. Muchos de ellos gozan de gran prestigio académico y científico. Ahora bien, cabe también preguntarse si las universidades jesuitas son, al mismo tiempo, eficaces a la hora de transmitir y afianzar la fe cristiana entre su alumnado. En realidad, las experiencias y los resultados al respecto son asimétricos y dependen enormemente de los entornos culturales en donde las universidades estén insertadas. Atendiendo a nuestra realidad más cercana, el rector de la Universidad de Deusto, José María Guibert, sentenciaba en uno de sus discursos que «hacer hoy entendible la fe cristiana es algo contracultural».

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En el País Vasco, pocas familias están comprometidas en educar en la fe, pero todavía hoy un porcentaje muy importante de niños y adolescentes frecuentan colegios confesionales y, asimismo, se cuentan por miles los jóvenes que estudian en los dos campus de la Universidad de Deusto. Esta es, de hecho, la principal fortaleza de la Iglesia vasca. Por consiguiente, los centros educativos católicos han de sentirse interpelados, ahora más que nunca, para multiplicar esfuerzos en trabajar en el anuncio explícito de la Buena Noticia de Jesús de Nazaret, a través de una colaboración más estrecha con las iglesias locales. Están, en suma, llamados a reposicionarse en colegios y centros universitarios 'misioneros'.

Se ha desplomado rápidamente el número de bautizos en el País Vasco, pero previsiblemente, como ya ocurrió por ejemplo en Francia hace algunas décadas, dentro de unos años crecerán los adultos que soliciten el bautismo y la confirmación. Si bien para lograrlo será necesaria -más que nunca- la movilización de la Universidad de Deusto, junto a parroquias y movimientos apostólicos.

«Ganar a toda la juventud para Cristo» fue consigna de los colegios y las universidades jesuitas desde su inicio, tal y como el jesuita Leonard Kessel dejó escrito en el siglo XVI. No obstante, en la actualidad, el perseguir catequizar en una universidad jesuita en Europa Occidental puede resultar hasta excéntrico o puede llegar a pensarse, incluso, que es puro idealismo.

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Ahora bien, no menos extravagante podía resultar que los jesuitas se vistieran de chinos mandarines para anunciar la fe cristiana en la Ciudad Prohibida. Y poco antes, hace casi 500 años, Ignacio de Loyola fue visto también como estrafalario por sus compañeros de aula cuando se matriculó en la Universidad de París: se acercaba a los cuarenta años, cojeaba por una herida de guerra, era sospechoso de ser perseguido por la Inquisición, vivía de las limosnas, las compartía con los más pobres y, además, se atrevía a hablar de Dios.

Con mayor o menor profundidad e interés, y casi siempre con gran discreción, no cabe duda de que la mayoría de los jóvenes universitarios continúan, en la actualidad, haciéndose preguntas en torno a la trascendencia, a la existencia de Dios o al hecho religioso. El contribuir a que, con plena libertad, los estudiantes puedan ir encontrando respuestas ha de convertirse en una misión irrenunciable para las universidades jesuitas.

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Es verdad que no solo catequizar es evangelizar. Toda actividad de las universidades jesuitas ha de formar parte de la evangelización. Sin embargo, sus esfuerzos para conseguir la excelencia académica, promover la investigación avanzada e impulsar la transferencia de conocimiento no deberían ser mayores que sus ímpetus por anunciar la fe cristiana.

De la capacidad de liderazgo de Ignacio de Loyola, entre sus compañeros de La Sorbona, se pueden continuar extrayendo lecciones que inspiren, sin complejos, nuevos 'modos de proceder' creativos para que los universitarios, con plena libertad, se sientan atraídos por el Evangelio: capacidad de escucha, acompañamiento personalizado, testimoniar con el ejemplo, 'voluntariado' a favor de los más desfavorecidos y creación de pequeñas comunidades de fe.

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En mis años de estudiante en la Universidad de Deusto, hace casi treinta años, recuerdo también con agrado -y con nostalgia- cómo alumnos y jesuitas jóvenes y veteranos (algunos de ellos con largas experiencias misioneras en países del Sur) nos reuníamos en la capellanía y debatíamos, de igual a igual, cómo poner en valor y difundir la fe.

La institución universitaria nació hace casi mil años «del corazón de la Iglesia», como escribió hace tres décadas Juan Pablo II. Unos pocos siglos después, la Compañía de Jesús germinó en una Universidad, La Sorbona de París, de la mano de jóvenes estudiantes de diferentes nacionalidades, bajo el liderazgo de Ignacio de Loyola. Un proyecto apostólico que, desde el primer momento, adquirió una vocación universal. Y que, además, convirtió a Ignacio de Loyola en el vasco más internacional de la historia.

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