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La difícil contención de Marine Le Pen

La líder ultra 'normaliza' su discurso y desorienta a sus adversarios

Viernes, 26 de marzo 2021, 23:29

A catorce meses de la elección presidencial, Marine Le Pen enrabieta a sus adversarios. La estrategia de 'desdiabolización' emprendida por la presidenta de Reagrupación Nacional ( ... RN) tras su derrota en 2017 parece un fructífero proceso de 'normalización'. Garantizada su presencia en la segunda vuelta de 2022, las incursiones de la mayoría gobernante, La República en Marcha, en planteamientos tradicionales de la extrema derecha provocan la disolución del 'vivir juntos' y la renuncia de la izquierda a taponar un hipotético triunfo del ultranacionalismo frente a Macron.

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El Frente Nacional empezó por cambiar su nombre en 2018 «no por cosmética», asegura Philippe Olivier, consejero de la candidata a la presidencia. «Pasar de 'Frente' a 'Reagrupación' es una manera muy diferente de ver las cosas». Marine Le Pen se recentra para morder en el electorado de la derecha clásica a riesgo de perder «la función defensora» de las cóleras francesas, que tanta gloria ha reportado al FN. El vicepresidente del partido, Jordan Bardella, confía en esta transformación cuando los sondeos les colocan entre el 46% y el 48% en la segunda ronda frente a Macron. «Si durante mucho tiempo hemos sido un partido de contestación -reconoce- hoy consideramos las realidades de un mundo que evoluciona».

Así, Marine Le Pen renuncia al 'Frexit', a romper el euro; ha reculado sobre los acuerdos de Schengen que quería «suspender inmediatamente». Propone «que esta libre circulación en Europa no se aplique más que a los nacionales de los países de la UE». Por la necesidad de alejarse de la etiqueta 'extrema derecha', multiplica gestos: elogio del general De Gaulle, condena reiterada de antisemitismo y nazismo, apoyo muy mesurado a la ilegalizada Génération Identitaire pese a que los identitarios son numerosos en RN.

El giro se vuelve espectacular en lo que hace a la devolución de la deuda pública. En una tribuna en 'L'Opinion', la presidenta de Reagrupación Nacional defiende la reposición de la deuda como «un aspecto moral esencial» ya que un Estado soberano «debe atender a su palabra». Este acercamiento a una estricta ortodoxia presupuestaria es una etapa más del cambio. Poco importan los tecnicismos contables; se trata de demostrar a clases medias y jubilados que gobernará sabiamente.

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Ante el proyecto de referéndum del Gobierno sobre asuntos medioambientales, la dirigente de RN ha lanzado su «contraproyecto». Propuesta irrealizable constitucionalmente, la iniciativa permite a los lepenistas hablar de cambio climático, salud y seguridad alimentaria con guiños a agricultores, comerciantes y artesanos contra las grandes superficies; dirigirse a pequeñas empresas y ciudades medias frente a las grandes firmas y las metrópolis donde la extrema derecha apenas tiene implantación.

El proyecto proteccionista e identitario del economista Hervé Juvin, apóstol del localismo, privilegia lo nuclear, los reactores de cuarta generación y suspende las instalaciones de parques eólicos. Su jefa evita los temas polémicos -tasa de carbono, aislamiento térmico de los edificios, limitación de velocidad, residuos nucleares- para destacar los aspectos económicos y migratorios de su proyecto ecológico. La presidenta apela a que «los retrocesos de calidad de vida y las amenazas sobre el sistema sanitario provienen tanto de la presión sobre los ecosistemas como de la concentración forzada de la población en megalópolis y de una movilidad fuera de control entre los continentes».

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Marine Le Pen ha dejado de eructar sobre el islam; dice «distinguir entre islam e islamismo» y consigue desorientar a los contrincantes a la vista de las encuestas. Brice Teinturier, director de Ipsos, cree que «la marca Le Pen es tan fuerte y está tan instalada que continúa encarnando una alternativa al 'sistema' para muchos franceses. Puede permitirse ser menos extremista. Conserva su suelo electoral. Emprende la ampliación; sin riesgos pule los ángulos que le perjudicaban».

La desestructuración que en los últimos treinta años padece la República francesa favorece la derechización del Hexágono. Jerôme Fourquet ('L'Archipel français', 2019, Seuil) describe la atomización de los grupos sociales a causa de múltiples fracturas: social, educativa, territorial, étnica, religiosa, cultural. La sociedad es una yuxtaposición de esferas en la que cada comunidad hace su vida, se informa por sus propios canales reforzando su burbuja.

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Desde septiembre, Macron intenta recuperar los valores de la República. La matriz republicano-laica siempre ha vertebrado la sociedad francesa. Esta herencia encuentra profundo eco a derecha e izquierda y recorre todas las categorías sociales. Tal opción debe mostrar cómo el proyecto RN defiende una legislación de excepción contra el islamismo, la supresión del derecho de suelo o el establecimiento de la preferencia nacional en cuestiones sociales. Lejos de tentar al electorado ultra, las filas de Macron deberían explicar cuánto se aleja Reagrupación Nacional del Estado de Derecho.

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