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«¡Acción!» para una república parlamentaria

La primera ministra francesa quiere rehabilitar a los políticos ante la ciudadanía

Viernes, 15 de julio 2022, 00:05

Con su declaración de política general ante la Asamblea Nacional, la primera ministra francesa, Elisabeth Borne, ha demostrado ser algo más que una tecnócrata. Enfilada ... por una moción de censura de la izquierda radical antes de exponer su discurso, la jefa del Ejecutivo ha sorteado las críticas de La Francia Insumisa y de Reagrupación Nacional hacia la legitimidad del proyecto de un presidente relativo, Emmanuel Macron. Seria y combativa, logró despejar las dudas sobre su capacidad para dirigir las reformas una vez frustradas las tentativas de una coalición. Borne comprueba que las posibilidades de compromiso llegan desde las derechas y Los Republicanos en torno al empleo, la seguridad y las cuentas públicas. Su originalidad es el método de gobierno: salir de la verticalidad del quinquenato anterior hasta implicar en el reparto de responsabilidades al máximo de actores posibles. La nueva huésped de Matignon no se amedrenta ante los fuertes de la 'macronía' que ya la ningunean pensando en la presidencia de 2027. Inmersa en contextos sanitario y geopolítico dramáticos, Borne encarrila su mandato con un segundo equipo y una Asamblea inédita en la V República.

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Desde la reelección de Macron con el 58,54 % de los sufragios emitidos, el 24 de abril, el tiempo político se ha estirado en Francia al compás de los contratiempos nacionales e internacionales. La obligada reorganización del equipo gubernamental atiende a la máxima del jefe del Estado de que «candidato al Parlamento no elegido es representante sustituido». Las derrotas en las legislativas de las ministras de Salud, Transición Ecológica y Ultramar han sido rápidamente compensadas con personal del partido presidencial.

La ocasión sirve también para corregir errores. En la primera versión del Gobierno Borne, los aliados de Macron tanto para la presidencial como para las legislativas no habían sido convenientemente estimados. La portavoz del Ejecutivo, Olivia Grégoire, cuyo verbo se ha juzgado demasiado liberado, deja el puesto. El ministro de Solidaridades, Damien Abad, perseguido por denuncias de violaciones, ha terminado por ser «un tema complicado», en palabras de la propia primera ministra.

En la necesidad de componer sobre equilibrios, el equipo elegido está sobrecargado y falto de visión de conjunto: destacan por excesivos 42 puestos y la ausencia de una carga política de envergadura. Por primera vez se abren puestos sensibles a la sociedad civil: la portavocía del Gobierno para Olivier Véran y el Ministerio de Relaciones con el Parlamento para Franck Riester. Borne es una funambulista esperanzada en poder maniobrar con tanto político a satisfacer.

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El ministro de Economía, Bruno Le Maire, reivindica abiertamente el título de 'número dos' del Ejecutivo y se erige en vigía ineludible de la hoja de ruta. No solo se tomó la libertad de adelantar en una radio su confirmación en el puesto, sino que ya advertía en junio de que «la alerta» se ha alcanzado en las finanzas públicas; él se otorga el muy político papel de fijar el marco de los debates ante una configuración parlamentaria que tiene todas las condiciones de hacer bailar los billones de euros.

La jefa del Gobierno es la responsable de la mayoría parlamentaria y quien va a estar en primera línea para intentar las reformas. La de la edad de jubilación, la defensa del poder adquisitivo con una ráfaga de 50 billones de euros, la resolución de las desigualdades más sangrantes como sanidad y dependencia, todas ellas sin subir impuestos, se antojan harto imprecisas respecto a la recuperación de las cuentas exigida por los ministros de derecha. Borne -sin mayoría absoluta- recuerda que en esta legislatura cerrar cualquier proyecto es negociar votos a izquierda y derecha o contar con la abstención de ciertos oponentes.

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No hay una oposición, sino varias que no comparten objetivos. La Nueva Unión Popular Ecologista Social y Reagrupación Nacional disponen ya de proposiciones sobre el poder de compra con las que confrontar los ofrecimientos del Gobierno. Quieren a éste reducido a un mero elaborador de sus soluciones, las más amables para los franceses. Para Jean-Luc Mélenchon, se trata de reequilibrar una república que sueña parlamentaria. Pero la presencia en el Hemiciclo de 89 diputados de extrema derecha complica a los insumisos. La contención del grupo de Le Pen cede gracias al voto secreto de los parlamentarios. Se resquebraja el frente republicano y una fuerza política contraria a los valores de la República puede ser bisagra en este quinquenato.

«¡Acción!», ordena la primera ministra para rehabilitar a la clase política ante la opinión pública. Dos peligros amenazan la 'rentrée' de los franceses: la caída del crecimiento y el riesgo de penuria energética. «¡Acción!» frente a la demagogia y politiquería; que la Constitución demuestre cada día su gran plasticidad.

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