Cuando en 2015 el comisario de origen nigeriano Okwui Enwezor fue designado director de la Bienal de Venecia, el mundo de arte aplaudió de forma ... unánime porque ello suponía no tanto un cambio decisivo ante la desigual e incomprensible representación racial en sus estructuras, sino más bien la ocasión de vincular la propia evolución del arte contemporáneo con el fenómeno de la globalización. Enwezor había dirigido la Documenta de Kassel y su prestigio y autoridad también sirvieron para impulsar una nueva visión ajena al arte occidental, aunque no tanto para cambiar el profundo sustrato del racismo sistémico que seguía y sigue vigente en la interpretación de la historia del arte, en su estratificación profesional y en su mercado.
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Un racismo sistémico, sí, que precisamente con la apertura del arte contemporáneo a la globalización disimuló la inamovible realidad que ahora se denuncia en todas partes. Antes de su fallecimiento en 2019, Enwezor trabajó con grandes museos norteamericanos, entre ellos el Art Institute de Chicago, el Whitney o incluso el Guggenheim, para el que precisamente dirigió la muestra 'Global Conceptualism'. Justo los mismos museos que ahora, tras la muerte de George Floyd y después del fenómeno 'BlackLivesMatter', entonan el 'mea culpa' y prometen una revisión sincera de los postulados y prácticas que hasta ahora no hacían sino afianzar la desigualdad racial. Es un cierto avance, tardío y limitado en todo caso, que no trascenderá de forma sustancial si el logro en la necesaria igualdad no se corresponde con un cambio social integral, especialmente en la sociedad norteamericana.
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