Fue la excosmonauta Valentina Vladímirovna Tereshkova la que en marzo de 2020 se levantó en la Duma y dijo que había llegado el momento de ... quitar de la Constitución la limitación de mandatos presidenciales. Ocurrió según lo planeado: de un modo espontáneo. Y esa misma tarde Putin se dejó caer por el Parlamento para confirmar que escuchaba el clamor del pueblo y los astronautas. «La estabilidad es importante», admitió. Entonces apenas llevaba veinte años en el cargo, interrumpidos eso sí por el periodo entre 2004 y 2008 en que descansó de ser presidente para ser primer ministro.
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Con su aspecto de funcionario que llega de noche y en trineo a Yásnaia Poliana para abrir el testamento de Tolstoi y estafar a Sofia Tolstáya, el portavoz del Kremlin Peskov dijo ayer que Putin no había manifestado aún su intención de presentarse a las elecciones de marzo. Al instante, Putin aprovechó un acto con militares y micrófonos para anunciar que, tras pensarlo mucho, se presenta a la reelección. ¿Cómo se dirá sorpresa en ruso? Serán sus quintas elecciones y tras la reforma constitucional 'ad hoc', se abre ante él la posibilidad de dos mandatos de seis años. De completarlos, Putin tendría ochenta y tres años y habría pasado treinta y seis gobernando Rusia, federación que en 1991 se abrió al funcionamiento multipartidista ya se ve que con resultados mejorables en lo tocante a la sucesión en el poder.
Impresiona el cronograma del autócrata. Dibuja el perfil de un villano para el primer tercio del siglo XXI. Habrán notado que los cálculos dan por hecho que Putin ganará las elecciones no solo en 2024 sino también en 2028. El portavoz Peskov lo advirtió hace un par de meses: «No hay alternativa a Putin». Lo mismo que una valoración política pudo ser un anuncio frío, técnico, oficial: no hay alternativa que no esté en la cárcel o en el cementerio, que son los lugares a los que se redirigirá automáticamente cualquier alternativa, en caso de que la hubiese.
Bildu
Gastos de campaña
El control del gasto electoral y su justificación minuciosa, cristalina, pulquérrima, son ruegos encarecidos que suelen emitir los Tribunales de Cuentas, tanto el nacional como el autonómico, con resultados frecuentemente melancólicos. Ahora el Tribunal Vasco de Cuentas Públicas le ha detectado a Bildu un gasto de 183.242 euros por encima de lo permitido por la ley -casi 700.000 euros- en la campaña de las forales de mayo. La coalición asegura que todo se debe a un error de interpretación del tribunal y ha presentado las consiguientes alegaciones con la confianza de que todo quede en nada. Al manejarse antes con números que con conceptos abstractos, da la sensación de que el Tribunal de Cuentas parece preferir que todo quede en una multa aparentemente de campeonato: una sanción al parecer de entre 366.485 y 916.211 euros. Sin tener ni candidato a lehendakari, Bildu tiene un lío con el Tribunal de Cuentas. Y menudas cifras. Siempre sorprenden los dinerales que cuestan las campañas. Su utilidad, sin embargo, es como se sabe máxima. No en vano sirven para que todos votemos lo que teníamos pensado votar mucho antes de que comience la campaña.
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