Hay que parar un momento con la Tercera Guerra Mundial: en la OTAN no está claro qué porcentaje del PIB debe destinar España al gasto ... militar. Trump dijo que el 5% no se sabe bien por qué. Pedro Sánchez anunció el domingo en un mensaje urgente, televisado e increíble que se había acordado el 2,1%. Y Mark Rutte dijo ayer que la OTAN está convencida de que España deberá llegar al 3,5%. «Hemos acordado el desacuerdo», explican en Moncloa. El lenguaje hace pensar en las sutilezas diplomáticas que permiten que una cumbre como la que comienza en La Haya esconda el desacuerdo bajo la alfombra de una declaración unánime.
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Algunas certezas: el 5% del PIB parece un disparate y es raro tener un Gobierno comprometiendo partidas enormes mientras es incapaz de aprobar un Presupuesto. «Minuto yugoslavo y tiro de tres del presidente», celebraba ayer Iván Redondo en uno de sus jeroglíficos opinativos. La expresión es idiolecto politológico y se refiere a la genialidad que gana un partido en el último segundo. Dicen que viene del baloncesto de los ochenta, pero es falso. A la gente del basket, el minuto yugoslavo le suena más bien a manejo fraudulento del crono en la cancha del Partizan. A una treta, o sea. Y eso concuerda mejor con la transformación de una negociación en un golpe de efecto para desviar la atención de una crisis interna. La novedad es que se note tanto. Y que solo algo tan gordo como un choque con Trump pueda conseguir que el país deje de mirar hacia Ábalos, Koldo y Cerdán, que no son los tres tenores, sino más bien los tres sopranos.
El episodio recuerda a lo que Art Buchwald imaginaba en una de sus columnas sobre el Watergate. Un Nixon abocado a «la destitución, la renuncia o el fin del mandato» recurría para seguir en el poder a la «Operación República Bananera». Consistía en ocupar el Capitolio, la Corte, el 'Post' y las televisiones y anunciar que no tenía otra forma de defenderse de los ataques contra su persona. Al día siguiente le informaban de que la operación no funcionó. Incluso con el Ejército en las calles, la gente sabía que no era un golpe, sino una artimaña para alejar la atención del Watergate. Cierto que, comparado con Sánchez y en términos de resistencia, Nixon, el pobre, era un aficionado.
Resolución de consecuencias
Los 'ongi etorris' humillaban a las víctimas. No lo digo yo, lo dice José Antonio López Ruiz, 'Kubati', etarra de currículum sangriento y miembro, tras pasar veintiséis años en la cárcel, de la comisión que se encargaba en Sortu del sector presos. Detenido en 2020 acusado de organizar bienvenidas públicas a exterroristas que podían -cómo imaginarlo con aquellos aplausos y aquellos ramos de flores- suponer enaltecimiento del terrorismo, 'Kubati' admite los hechos y acepta que los 'ongi etorris' generaron dolor y supusieron una humillación a las víctimas. «Sé de lo que hablo porque yo me dediqué muchos años a fabricar víctimas personalmente», podría haber añadido de deberse su cambio de postura a alguna clase de reflexión personal y no a un acuerdo de conformidad con la Fiscalía y las acusaciones. Siempre dispuestos a demostrar cómo funciona lo de interpretar rectamente nuestra realidad, Sortu explica que lo que ha hecho 'Kubati' es «apostar por blindar el proceso de resolución de las consecuencias del conflicto». Se sabe que no significa nada porque barajas, vuelves a lanzar las palabras y queda todo más o menos igual: «blindar la apuesta por la resolución del conflicto y las consecuencias del proceso».
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