Sucede a veces que el descontento que agita el espíritu de la época encuentra su salida natural en la voz libre de un intelectual. Unamuno ... en la dictadura de Primo de Rivera. Ortega en la República. Karlos Arguiñano el otro día aquí, en este instante español: las inmediaciones de la Semana Santa de 2021, cuartas vacaciones con pandemia.
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El caso es que estaba Arguiñano en la tele pochando sus cosas cuando comenzó a reflexionar como imbuido por el logos socrático. «Hay algo que no entiendo», dijo. Y planteó una situación reconocible: él es vasco y por las restricciones de movilidad no puede ir a La Rioja. «Con lo que me gusta a mí comer en el Alameda de Fuenmayor», añadió. Sin embargo, no era eso lo que no entendía. Eso le podía fastidiar, pero lo aceptaba. Lo que no entendía era que los franceses sí pudiesen volar a Madrid y una vez allí «se mamen como osos, porque se maman como osos».
Lo que hizo a continuación Arguiñano fue espectacular en términos dialécticos. Se metió de pronto en el personaje de un francés y comenzó a darse a sí mismo la razón pronunciando mal las erres: «Pogque aquí hay divegsión, aquí en España mucho bonito, venimos a mamagnos como osos, sin la mascaguilla, enseñando el culo…».
El discurso de Arguiñano fue imbatible. Combinaba las ganas de comer en Fuenmayor con el odio al invasor y la ventriloquía. Si no hizo caer al Gobierno fue porque el socialcomunismo lo tiene todo muy atado. El cocinero incluso puso un oso en la cabeza del espectador. El oso es el símbolo de Berlín. Y los alemanes también pueden venir en Semana Santa a Mallorca. Aunque Merkel anunciase ayer que la situación en Alemania es «muy grave» y apostase por el cierre durante las vacaciones. Que un alemán pueda aterrizar en Palma para irse de terrazas, como se van de cañas los franceses en Madrid, mientras usted no puede pasar a la comunidad de al lado es difícil de entender. La Comisión Europea pide coherencia. Podría pedir igualdad. O el milagro de que las alertas que se dan coincidan con las medidas que se toman. Otra opción es intercambiar turistas en la frontera como se intercambian rehenes. Uno por uno. Y Arguiñano detectándole al foráneo las intenciones. No vaya a ser que venga el tío a mamarse como un oso.
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OSAKIDETZA
Lo más difícil
El Gobierno vasco comienza el lunes a vacunar a los menores de 65 años con la vacuna de AstraZeneca. ¿Cómo van a hacerlo? Bueno, parece que con mucha ambición. Es que todavía tenemos al 60% de los octogenarios sin vacunar. Y sumidos además en cierto desconcierto. Ese matrimonio de ochenta y tantos en el que ella ha recibido la llamada de Osakidetza mientras que él no sabe nada de lo suyo. Al final, se acercan al ambulatorio a preguntar. O sea, lo que no hay que hacer. Los sindicatos critican la descoordinación y el trabajo cada vez se complica más. Porque vacunar a toda la población es un enorme desafío logístico. Por supuesto. Pero no es un desafío que nos pille por sorpresa. Se sabía que habría que poner tantísimas vacunas cuando la consecución de la vacuna aún era una quimera. Lo fácil era proteger a la gente de las residencias. Lo difícil es organizarse con el resto de la ciudadanía. Justo lo que queda por hacer.
GOBIERNO
Un solo Pablo
La portavoz del Gobierno hizo ayer un anuncio de gran importancia doctrinal: «Hay un único Pablo Iglesias». Iba por lo de Gabilondo y su rechazo a pactar con «este Pablo Iglesias». Oliéndose el cisma, Montero salió a establecer el unitarismo en lo tocante a Pablo Iglesias y a situar fuera del dogma otras posibles fórmulas hipostáticas que un metafísico experto en teodicea como Gabilondo sin duda te organiza en un pispás. «Creemos en un solo Pablo Iglesias», debió haber zanjado la portavoz con tono de salmodia. Los periodistas: «Amén».
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