Pedro Sánchez afronta en Extremadura su primera prueba electoral con dos vías de agua en el PSOE que afectan a las señas de identidad con ... las que inició la legislatura: la lucha contra la corrupción y la defensa del feminismo. Ambas, sumidas en un profundo descrédito. La trama de presuntas mordidas que ha llevado a la cárcel a sus dos últimos secretarios de Organización y el deleznable escándalo de acoso sexual, cometido por el exasesor de La Moncloa Francisco Salazar con sus empleadas, desarman la lucha por la regeneración democrática y la igualdad de la mujer que enarbola el presidente del Gobierno y líder de los socialistas. La flagrante falta de reacción en el 'caso Salazar', sobre el que aún no se ha pronunciado Sánchez ni el partido ha puesto en manos de la Fiscalía, es incompresible en unas siglas que aspiran a atajar la discriminación. Además, amenaza con elevar el desánimo entre sus filas y el desencanto en su electorado.
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Es insuficiente el comunicado que Ferraz difundió ayer forzado por la indignación interna, en el que lamenta no haber «arropado a las víctimas». El hostigamiento a las mujeres exige una respuesta contundente para erradicarlo y depurar responsabilidades. No hay que olvidar que Salazar estaba llamado a suceder a Santos Cerdán y si no se consumó en el comité federal de julio fue porque salieron a la luz el día del relevo las denuncias de sus repugnantes abusos de poder. Estos tratos vejatorios, frenados durante meses en los canales internos en una demostración del fracaso de los protocolos contra el machismo, se añaden a las bochornosas conversaciones entre Jose Luis Ábalos y Koldo García, las tropelías de 'Tito Berni' y, recientemente, los intolerables mensajes del líder del PSOE en Torremolinos para acosar a una militante
Está por ver cómo corrige Sánchez el riesgo de erosión electoral en la campaña extremeña si su candidato Miguel Ángel Gallardo está procesado por el enchufe al hermano del presidente, también en el banquillo. Con tantos frentes abiertos, el líder del Ejecutivo parece volcado en la supervivencia de su proyecto, yendo a Cataluña en busca del oxígeno que le sigue negando Junts. Los posconvergentes le han dado un portazo, por mucho que pacte luego con ellos un impulso legislativo para combatir la multirreincidencia en el delito. En realidad, es más una cesión porque era una demanda de los Puigdemont en un intento por poner coto al avance de Aliança Catalana, a la que ahora, tarde como el PSOE con Salazar, desprecia.
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