La España zaraceceante sigue aproximadamente viva, mientras colean todos sus problemas. Hemos llegado a un pacto sobre Gibraltar que desbloquea el 'Brexit', pero no a los bloqueadores. El Gobierno británico ha reconocido que cualquier negociación sobre el Peñón con Europa necesita la aquiescencia del Ejecutivo español mientras Manuela Carmena dice que la política española está muy desprestigiada porque hay ansiedad por criticar al otro, sea quien sea. Parece claro, entre tanta oscuridad, que el tripartito es metafísicamente imposible. Hay que hacerlo en más partes. El llamado 'postmarianismo' va a perder incluso a los partidarios que nunca tuvo y el PP va a perder el fragmento que era suyo.
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El próximo domingo será la clave del círculo mal calculado, porque España no se entiende con ella misma. En opinión de Manuela Carmena, el discurso de nuestros políticos esta obstruido por la ansiedad de criticar al otro. Los arúspices, que son los que se equivocan por adelantado, tampoco se muestran acordes con el remedio y lo que era encrucijada se ha vuelto brecha. Hasta que no haya nuevas elecciones generales no habrá remedio y después de ellas es muy dudoso que lo encontremos.
El PP está en las cuerdas, sin quitárnoslas a nosotros porque la soga es larga y nos condena a todos con la interesada ayuda de Cataluña, que tiene claro que su finalidad, no compartida por todos los catalanes, es la independencia. Ahitos nos sigue teniendo España, que dijo Quevedo antes de ver venir nuestro desbarajuste y que se convirtiera en desastre. ¿Son nuestros gobernantes peores que los gobernados? Nadie lo sabrá hasta que haya nuevas elecciones, que siempre están al caer pero no acaban de caerse del árbol del tiempo, que es la madera de los sueños.
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