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Inteligencia artificial. ARCHIVO

El tesoro

Hay que intentar ver las cosas tal como son, dice Lucho, mi amigo imaginario. Y me hace gracia que lo diga así, con ese tonito ... algo altanero, porque precisamente él, la mayoría de las veces, casi siempre, lo ve todo al revés. En fin, la vida es un chiste: el más pardillo se atreve a decirte que estás equivocado. Y bueno, yo entiendo que puedo estar un poco equivocado, claro. Pero ¿quién no lo está? ¿Tú conoces a alguien que no esté un poco equivocado? Tú te crees que no estás equivocado, pero estás equivocado. Lo siento. Pero eso es lo bueno, en realidad: eso es lo que te quería decir. Porque, de lo contrario, todos seríamos hormigas. Igual que hormigas. Sin embargo, en la especie humana, cada cual tenemos nuestra equivocación. Yo me equivoco por aquí y tú te equivocas por allá. Cada cual se equivoca a su estilo y según su carácter y condición. Equivocarse no solo es humano. También es nuestra forma de aprendizaje. Yo diría que hasta es bueno equivocarse. Aunque solo sea para aprender a rectificar. Y a pedir perdón. Sin embargo, desde que nuestras vidas han empezado a estar mediatizadas por los ordenadores y la inexorable tecnología de algoritmos, cada vez está peor visto equivocarse. Cada vez se acepta menos el error humano. Y hay que aceptarlo. Cuidado con la inteligencia artificial: puede acabar resultando muy tiránica. Yo creo que ya ha empezado. Y también creo que hay que empezar a hablar de esto en las escuelas. De la aceptación del fracaso y del manejo sereno de la frustración. Porque fracaso y frustración hay a mazo. Y no olvidemos que, a veces, son necesarios tres o más errores seguidos para encontrar el tesoro.

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