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La sonrisa

¿No será que nos gusta que nuestros gobernantes sean un poco ceporros?

La camarera lleva un pantalón corto, negro, una camiseta blanca y unas sandalias rojas. Tendrá unos treinta años y parece que está un poco enfadada. ... Pero a la vez sonríe. De hecho, siempre es un poco así con esta chica que me sirve el café con hielo cada mañana en el bar. Enfadada y sonriente. Supongo que la sonrisa es natural, lo que se le viene a la cara por defecto. Y supongo, claro, que el enfado es inducido. El enfado es siempre por algo concreto que acaba de pasar. Por algún encontronazo con alguien indeseable, porque no le pagan cuando deben, por el calor. O sea, la frustración diaria de la vida, podríamos decir, tal vez, sin más, ya sabes.

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Me cuenta que se ha apuntado a un sindicato y le digo que muy bien. Qué le voy a decir. Hay que empezar desde abajo, dice. Y me dan ganas de llorar. Me sorprende que alguien tan joven hable de luchar en estos tiempos. ¿Luchar? Pero en seguida vuelve a quejarse del calor. Es como que ya todo el mundo sabe lo del calor. El calor es el tema rey. Más que el propio rey. Pronuncias la palabra calor y la gente dice: esto no es ni medio normal. Los políticos de hace unos años, no todos, claro, como siempre, querían quitarle importancia al tema del calor. Mi primo dice que el calor no importa, y esas cosas. Jajajá, me parto. No creo que lo hicieran por maldad auténtica. Creo, más bien, que nada impide que un ceporro llegue a lo más alto en política, ahí lo dejo. Lo siento, pero es lo que he visto: ya tengo unos años.

Y, acto seguido, me pregunto, tampoco puedo evitarlo, si no será que nos gusta que nuestros gobernantes sean un poco ceporros. Porque, a lo mejor sí, digo. A lo peor, quiero decir. A lo peor, nos gusta. Porque, a lo peor, lo que queremos es reírnos de ellos, más que nada. O sea, como que confiamos más en los viejos y entrañables ceporros de siempre, ya me entiendes. Pero ahora ya ni los ceporros pretenden ignorar lo del calor. En realidad, ahora son los que más asustados están, creo. La camarera dice que hemos batido no sé qué horrible récord de calor global. Y yo le digo que hay un filósofo llamado Horvat que dice que el apocalipsis ya ha comenzado. Aunque ni ella ni yo sabemos muy bien qué es, en realidad, el apocalipsis, pero bueno.

La cuestión (si es que hay que hacer de esto una cuestión) es que lo del calor ya no tiene solución posible, ¿no? Habrá que acostumbrarse a lo de las noches tropicales y punto. Te tendrás que especializar en daiquiris, le digo. Y vuelve a sonreír. Está claro que llegaremos sonriendo hasta el final. Quizá, para eso hemos existido como especie: para enseñarle a sonreír al universo.

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