Esto de Putin es el espanto y punto. O sea, ya no se puede hablar de otra cosa. Con lo interesante que se estaba poniendo ... la crisis del PP. Sin embargo, la guerra te deja sin habla. Al menos, a mí. No se puede hablar de otra cosa y te deja sin habla: la peor tesitura para un columnista como yo. Lo único que veo es lo poco que veo, lo fácil que empieza el espanto. Venía, desde enero, leyendo entrevistas y artículos de gente supuestamente bien informada y nadie preveía que Putin, el señor testosterona, fuera capaz de hacer lo que ha hecho. Y mira, lo ha hecho. Así que ahora la cuestión es ya de otra índole: ya vemos que está loco de verdad, vale, pero, entonces ¿cuánto de loco? ¿Mucho-mucho o no tanto? En fin, es una pregunta histórica, claro. Aparece de vez en cuando. Gente así existe. Se van haciendo, se van haciendo. Y un buen día, al parecer, el señor es, por fin, un monstruo perfecto.
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Por otro lado, haber estado alimentando a un monstruo, esa es también una tesitura histórica bastante delicada para un pueblo. ¿Qué habéis hecho? No sabíamos que era un monstruo, suele ser casi siempre la explicación a posteriori. Pero habéis estado cebándolo para eso, creo. Dándole toda la importancia que quisiera, un día tras otro. Y de repente está ahí. Y ya no se sabe qué sería mejor. Porque, de hecho, podría acabar con todo, si se pusiera nervioso, el señor monstruo. Y nadie quiere eso, supongo. Lo malo de los monstruos es que ya no se puede hablar con ellos. Los que están más cerca (sus ministros, sus generales) lo saben muy bien. Conseguir traer al monstruo al lenguaje humano, esa sería la cuestión difícil y urgente ahora. Si fuera posible.
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