Sede del Tribunal Supremo, en Madrid. e. c.

El Navajazo

El teniente fiscal del Supremo desvela una guerra ideológica y de intereses profesionales

Miércoles, 30 de septiembre 2020, 23:02

Las declaraciones airadas del teniente fiscal del Tribunal Supremo, Luis Navajas, han puesto en el escaparate de la opinión pública algo que en la carrera ... ya era una lamentable certidumbre. Que las fiscalías del Supremo, de la Audiencia Nacional y Anticorrupción libran una guerra en la que se mezclan la ideología, los intereses profesionales y los rencores guardados de viejos agravios. El resultado de estas pugnas cruzadas es el deterioro institucional y la degradación de la imagen de los agentes del ministerio público. No sólo ha saltado por los aires la presunción de imparcialidad esencial para el desempeño neutral de sus funciones, sino también los principios básicos de unidad de actuación y no interferencia. El detonador lo pulsó el teniente fiscal del Supremo. Sus declaraciones a varios medios de comunicación llamando «contaminados políticamente», «tropa», «esclavos de su ideología» a compañeros de ese tribunal y/o de Anticorrupción coinciden con las críticas a su decisión de pedir el archivo de las veinte querellas y denuncias contra el Gobierno por la gestión de la pandemia desde la manifestación feminista del 8 de marzo hasta el fin del estado de alarma.

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El 'Navajazo' ha dejado en mínimos la imagen de profesionalidad, independencia, servicio público y transparencia del ministerio público. El estacazo de la Audiencia Nacional a la Fiscalía Anticorrupción por la desastrosa investigación y acusación de la salida a Bolsa de Bankia certifica la devastación en que están inmersas las fiscalías. Pero no hay que olvidar que la fiscal general había mantenido a Luis Navajas como teniente fiscal del Supremo en lugar de relevarlo, dando una muestra de confianza en su gestión que él vino a corresponder con su negativa a investigar la gestión del Gobierno en la pandemia que convirtió España en uno de los peores países del mundo.

Navajas adoptó esta controvertida protección al Ejecutivo sin convocar el pleno del Consejo Fiscal, evitando así el debate y la posible crítica a su decisión. Un fiscal como Navajas, se supone que ya con piel de cocodrilo, se fue a la prensa a denunciar que había sido presionado. No por el Gobierno, sino por subordinados. Estos movimientos insólitos y sin precedentes no tendrían explicación sin el decorado de fondo. Es decir, el pulso entre la Asociación de Fiscales (conservadora) y la Unión de Fiscales (progresista). Pulso entre otras razones por repartirse las ocho plazas de fiscal de sala que la señora fiscal general se resiste a adjudicar y que suponen doblar el suelto y pasar de señoría ilustrísima a excelentísima. La señora Dolores Delgado guarda ese caramelo en el bolso para premiar y castigar. Ya dijo que era necesario buscar un «reequilibrio ideológico» en los puestos claves de la Fiscalía. Y en ello anda.

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