La Lotería Nacional de hoy sábado: comprobar resultados del 6 de diciembre
efe

La cuestión es el encubrimiento. Ese es el meollo, creo yo. Meollo, qué palabra, ¿no? Viene de médula: la sustancia interior de los huesos. Meollo ... es la parte esencial del problema. Lo principal. Y aquí, claro, lo principal, lo fundamental, lo necesario, etcétera, es el encubrimiento. Es decir, la enormidad del encubrimiento. El talante autoritario del encubrimiento. El encubrimiento como práctica generalizada. El encubrimiento institucional. El encubrimiento que transmite un mensaje de tolerancia silenciosa extendida por doquier y prolongada en el tiempo. El encubrimiento sistemático. El encubrimiento hecho poder. Eso es lo que habría que juzgar.

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Esta pequeña columna solo va a dar vueltas alrededor del encubrimiento como causa de todo. El crimen se conoce pero no se nombra. Se silencia. Se mira para otro lado, se deja pasar. Se encubre y por tanto se consiente. Ese es el mensaje. Finalmente hay una costumbre del encubrimiento que afecta a todos los que han callado. Se genera un espacio de impunidad. Los propios criminales acaban quitándole importancia al crimen. Al fin y al cabo, es solo una cuestión interna. Un secreto común. Cada uno de ellos es solo uno más entre miles. Nadie sabe nada y el encubrimiento protege a todos. Y eso es lo que habría que juzgar, creo. Ese encubrimiento hecho norma de conducta a lo largo de las generaciones. Ese es el meollo inabordable que ningún juez juzgará. El encubrimiento de siempre. El encubrimiento de todos. El encubrimiento hecho ley. ¿Cómo se juzga eso? ¿Cómo se paga por eso? ¿Quién lo asume? ¿Quién se responsabiliza de ello? ¿Quién tendría que decir algo al respecto? ¿Qué carajo podría decir?

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