La Lotería Nacional de hoy sábado: comprobar resultados del 6 de diciembre
Una mujer se abanica en Córdoba, en una jornada marcada por las altas temperaturas. EFE

No hacer nada

El turbocapitalismo, en plena ola de calor, exige seguir produciendo y comprando

Cuando hace mucho calor los animales se quedan quietos. Los depredadores esperan a que llegue la noche. Los reptiles se esconden bajo las piedras y ... los mamíferos que tienen madriguera se ocultan en sus madrigueras. Las aves buscan los árboles y el agua. Las fieras y los senderistas se sienten atraídos por las grutas. Cuando hace mucho calor, lo mejor que se puede hacer es no hacer nada.

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Si alguien siente un sobresalto, un horror instantáneo ante la idea, no es porque sea incompatible con la naturaleza humana (que es una naturaleza conectada a la Naturaleza en general) sino porque contradice el gran mandato del hipercapitalismo: serás productivo siempre y a toda hora, siempre más productivo. Lo cultural, lo aprendido, los conceptos y las ideas fuerza forman en nosotros una segunda naturaleza. Entonces llega el calor atroz, cuando el cuerpo ha de esforzarse para mantener su temperatura, cuando la mente solo tiene una idea (calor) y el turbocapitalismo responde con una industria de aire acondicionado que permite seguir trabajando, seguir produciendo y seguir comprando en plena ola de calor como si no hubiera un mañana, empujando hacia ese objetivo: que no lo haya. El aire acondicionado dispara los consumos de energía, y los grandes consumos de energía contribuyen a que suba la temperatura en el mundo. Las centrales térmicas modernas sin duda son más eficientes pero todavía queman combustibles fósiles, y los gases refrigerantes HFC de los acondicionadores son gases de efecto invernadero muy poderosos (más que el CO2)

Nadie, al parecer, puede detener la espiral del crecimiento. A estas alturas de la película, el lector ya habrá oído sobre la investigación de Timothy Wilson y su equipo en las universidades de Harvard y Virginia. Se publicó en 2014. Estar entre 6 y 15 minutos sin hacer nada resultó ser, casi siempre, misión imposible para quienes participaron en el experimento, y muchos preferían darse descargas eléctricas a estarse quietos. En cambio nuestros antepasados pasaban mucho tiempo (todo el que podían) sin hacer nada: observando el entorno, pensando o respirando sin más. No hace falta más. No somos máquinas de producir, sino organismos biológicos que forman parte de un marco vivo y complejo. Hacer siempre algo -aunque sea darse descargas eléctricas- y producir siempre más y tener siempre más beneficios es lo que guía a quienes nos guían hacia ninguna parte. No somos máquinas, pero somos considerados piezas de una máquina ciega. Piezas desechables. Mo Gawdat, exdirectivo de Google, ha dicho en un podcast reciente que los ejecutivos están tan embebidos en las maravillosas cifras de aumento de productividad, que no tienen tiempo para ver que la IA también les va a sustituir a ellos.

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