Que nada permanece, que todo fluye, ya lo dijo Zygmunt Bauman hace un cuarto de siglo, Lutxo, viejo amigo, eso ya lo sabemos. No obstante, ... Heráclito de Éfeso, un sabio griego, dijo lo mismo hace dos mil quinientos años, más o menos. Puede que más. Puede que Bauman fuera una reencarnación de Heráclito. Puede, de hecho, que esa frase, 'que nada permanece y todo fluye', la haya dicho todo el mundo, alguna vez. Heráclito era una especie de visionario metafísico y pensó que estamos en constante cambio. O lo que es lo mismo: que fluimos, que ardemos. Que todo procede de un único foco de energía.
Publicidad
A veces, cuando tengo un mal día, pienso que, en el fondo, es muy triste esto de estar fluyendo y cambiando sin parar, para acabar haciendo siempre, en bucle, las mismas cosas: las mismas guerras. Las mismas locas ambiciones embellecidas por la fantasía. Llega una edad en la que te molesta que las palabras cambien tanto de significado. Mientras el cerebro es joven, conserva su plasticidad, pero al final cada vez cuesta más adaptarse a los cambios. En especial, creo yo, a los cambios del lenguaje. Te estancas. Dices una palabra y ya no significa lo que tú crees. Ya se usa de otra manera: con otro matiz, con otro tono, con otro sesgo. Es el uso en función del contexto lo que determina el significado de cada palabra. El contexto siempre cambia. El uso es una negociación continua.
Pero además, por desgracia, cada generación intenta derrocar el lenguaje de la generación de sus padres. Es así, porque, por alguna razón, tendrá que ser así: es un mecanismo evolutivo y punto. El caso es que ahora dices libertad y ya no sabes lo que dices. Ni cómo suena. ¿Es triste o no es triste, Lutxo, viejo gnomo?, le digo. Y me suelta: Y por si fuera poco, los lectores de periódicos nos estamos haciendo muy mayores. Y también tiene razón en eso. Los jóvenes ya no leen periódicos. Educan su mente con otras fuentes. Hegel, a principios del siglo XIX, dijo que el periódico era la plegaria del hombre moderno. En mi juventud, me inspiraba esa idea. Ahora, la plegaria del hombre moderno yo no sé cuál será, Lutxo. No debo de ser yo muy moderno.
No obstante, sí veo que en este presente trúmpico no está cambiando solo el significado de las palabras. Está cambiando todo: el escenario, los decorados, la partitura musical, el género del drama, los personajes y sus sueños. Lo nuevo ya está aquí, Lutxo, qué vértigo. A mí, cada vez más, me parece que todo se parece, cada vez más, a un cómic, le digo. Y me suelta: Yo a Trump le llamo el 'Pato Donald' por cómo saca los labios cuando se pone de morros. Me deja sin habla.
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión