Por fin, se ha terminado agosto. Menos mal. Ya es septiembre, espero. Brindo por eso. Parecía que el ardiente agosto no fuera a acabar nunca. ... Con sus llamaradas cada vez más altas. Y con sus telediarios infernales. Que da pena verlos. Tienes que cambiar de canal porque logran que te resulte imposible seguir tragando la comida. Me da miedo pensar en cómo será el agosto del año que viene, Lutxo. Porque puede que sea igual. Y si seguimos así, los turistas, en vez de decir «me voy de vacaciones a España», van a empezar a decir: «Me voy de vacaciones al infierno».
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Y ademas, los líderes políticos se van a quedar sin vacaciones de verano. Porque van a tener que estar dando la cara frente al fuego. Y haciéndose el correspondiente reportaje fotográfico en los lugares de las catástrofes. En todos los que haya. Que también es un poco estúpido eso de dar tanta importancia a ese asunto. Eso de echarle tanto énfasis mediático. El verdadero trabajo es otro, creo.
El verdadero trabajo es preventivo. Hay que verlo venir. Y no decir: Yo no tengo la culpa de que haya olas de calor. O de que haya locos pirómanos. Los cuarenta grados a la sombra; esos sí que son pirómanos. Y cada año batimos el record del año anterior. Pero bueno, como te decía, a mí, septiembre me gusta. Lo siento.
El comienzo del curso me parece delicioso. Todo el mundo, a sus puestos de trabajo. Los niños, al cole, qué maravilla. Que vuelva el orden. Y los jubilados (que creo que ya somos más del veinte por ciento de la población), a cuidarse mucho para vivir cien años. A dar paseos. A elegir buenos alimentos. Y a tratar de disfrutar, en la medida de lo posible, Lutxo, le digo. Sin doblez alguna. Y entonces Lucho, que últimamente no hace más que repetir que él no aparenta la edad que tiene, me cuenta que este verano ha empezado a desayunar kéfir con kiwi y unas semillas milagrosas. Y asegura que nunca se ha sentido mejor. Física y mentalmente.
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Dice que ha dejado las tostadas con mantequilla y mermelada, y que se ha pasado al kéfir auténtico: agrio y sin edulcorantes, por supuesto. Hasta puede que me apunte al cursillo de tai chi online para boomers, dice luego. En fin. Lucho se ha propuesto ser un viejo moderno. Y a mí me parece muy bien. Me agrada que la gente se esfuerce en mejorar. No obstante, el hecho de que se haya acabado agosto significa que ya solo quedan once meses para las olas de calor y los incendios del agosto que viene. Supongo que sería ingenuo y poco realista imaginar que ya se han puesto manos a la obra, le digo. Y me suelta: Sí, pero ¿qué sería de la realidad sin la ficción?
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