A un telediario

La restricción del acceso a la información es una obsesión del poder, antes y ahora

Han caído en mis manos los textos de una chica francesa, que además de perturbarme, pues habla de tecnología, me ha explicado que estamos a ... un telediario de que el cambio del siglo XXI sea ya irreversible. ¿Qué cambio? El más grande que ha sufrido el ser humano.

Publicidad

No es raro que un libro te sumerja en emociones diversas e intensas. Si miramos hacia atrás, encontramos el miedo que los poderosos tenían, y siguen teniendo, a los textos, o libros. Quemados, requisados, prohibidos… Y esto debido al potencial poder que encierran entre sus páginas. Las palabras nunca son inocentes las pronuncie o escriba quienquiera que lo haga. La imprenta que nació en el siglo XV revolucionó la vida que se abría a la difusión del conocimiento. Su prohibición no fue única. A lo largo de los siglos, la censura y la restricción de acceso a la información ha sido una tentación política, en la que muchos cayeron. No ha sido solamente en dictaduras, también en nuestros días su control es una obsesión del poder.

Los jóvenes no son tontos, ni unos insustanciales a los que no les interesan la historia o la lectura. No se suicidan porque les dé la gana, ni quieren ser 'influencers' para salvar a la Humanidad. El cambio profundo e inmensamente rápido de nuestros jóvenes ha sucedido frente a nuestros ojos y no nos hemos dado cuenta del alcance.

¿Qué ha pasado? La tecnología nos ha devorado y lo ha hecho de una manera infinitamente más veloz que nuestra capacidad para elaborar normas o leyes. El joven de hoy no es capaz de leer comprendiendo y concentrado más de tres páginas. Su desgaste cognitivo le impide el acceso a la mayor parte de las obras literarias, ensayos o de filosofía. Por lo tanto, si ese joven no es capaz de memorizar o captar la atención, funciones clave para convertirse en un ciudadano, quedará en manos de las redes, que son totalitarias, sin fisuras en ellas para entrar o salir indemne.

Publicidad

El tránsito de un universo a otro nos debería hacer pensar, no en quiénes somos, sino a quién pertenecemos. El 'Black Friday' de las narices ha dejado bien claro que pertenecemos al consumo irracional, a las multinacionales y a la incapacidad de saciar nuestros deseos. Es lo que hay.

Cada una de las costumbres que importamos de Estados Unidos llega para quedarse y esas técnicas transculturales para adaptar la realidad a nuestro deseo han existido toda la vida, pero ahora nos llevan a construir un mundo de ficción donde refugiarnos de la dura realidad.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Accede todo un mes por solo 0,99€

Publicidad