Leo que el nuevo modelo de DNI incorporará las medidas exactas de la cara de su portador y que esa información irá a parar a ... una base de datos biométrica cuya existencia permitirá identificar a los ciudadanos españoles por las características de su rostro. El Cuerpo Nacional de Policía ha anunciado en el BOE la licitación correspondiente y en los pliegos de contratación se valora esta nueva tecnología en casi cuatro millones y medio de euros.
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Sin embargo, lo más llamativo no es que la Policía busque reforzar ahora -con una técnica nunca antes usada por el sector público español- la seguridad y validez de firmas electrónicas y procesos de identificación civil, sino que el pliego de condiciones no descarta que, en un futuro, el sistema también pueda integrar las mediciones biométricas y compararlas con imágenes tomadas por cámaras de seguridad. Parece que un virus respiratorio no es lo único que vamos a importar del gigante asiático y me da en la nariz que esto tampoco nos va a gustar.
En las calles de las grandes ciudades chinas las cámaras de vigilancia son un elemento más del paisaje y el control social está tan integrado que el debate dentro del Gran Hermano del siglo XXI prácticamente no existe. De puertas para fuera, el viejo cisma entre libertad y seguridad se recrudece desde hace años. El Estado de California, por ejemplo, ha prohibido la utilización de la inteligencia artificial para vigilar a sus habitantes. La realidad es que la biometría no solo se emplea para detener a delincuentes, sino también para controlar la cotidianidad de los ciudadanos, reprimir a disidentes y perseguir a miembros de minorías oprimidas. Nos toca elegir de qué lado de la distopía escogemos permanecer.
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