Que los científicos iban a pasar a la lucha armada se veía venir a poco que fuese uno mínimamente clarividente. No quiero hacer 'spoilers', pero ... lo próximo que va a pasar es que caigan lémures sobre nuestras cabezas, que Elon Musk llegue a la Luna y descubra que los selenitas son todos como Jeff Bezos y que Isabel Díaz Ayuso resucite a un niño recién atropellado cogiéndolo en brazos y susurrándole la palabra 'libertad'. Nos esperan tiempos interesantes. Si nos queda tiempo. Lo de los científicos de ayer en el Congreso iba por ahí. La emergencia climática. El movimiento 'Rebelión Científica' convocó la protesta y los participantes que no estaban manchándolo todo o presentando resistencia pacífica a la Policía portaban una pancarta apremiante: 'Alerta Roja. Escuchad a la ciencia'.
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¡La ciencia! Luego te fijabas en los científicos rebeldes y veías sobre todo a Jorge Riechmann, al que conocemos desde hace décadas como rebelde por el lado de la poesía, la filosofía y el activismo, pero no tanto como científico por el lado del microscopio y el 'paper'. Aunque en realidad lo más incomprensible es que la ciencia pida que se la escuche frente a un Congreso en el que hay una mayoría que asegura no hacer otra cosa que escuchar a la ciencia. Termina uno no sabiendo a ciencia cierta lo que ocurre. Es como si hubiese varias ciencias distintas. Eso explicaría que ayer volviésemos a ver cómo el Gobierno somete al Consejo Interterritorial de Salud una decisión tomada de antemano en base a la ciencia que los científicos de la comisión de Salud Pública parecen no respaldar. Las mascarillas en interiores. Fuera el 20 de abril. Muy bien, claro. Lo que mande la ciencia. Habrán pasado entonces 621 días desde la carta famosa en la que los más reputados científicos pedían una investigación externa de la gestión del covid. Apenas se habla de que, ante la calma y los malabarismos oficiales, muchos de esos científicos siguen pidiendo que la investigación sea independiente y externa, o sea, ajena al proceso de decisión sobre la pandemia. Ojalá haya entre ellos dos o tres físicos potentes con un garaje grande disponible. Para conseguir que el Gobierno les escuche, no van a tener que guarrear el Congreso, sino utilizar alguna clase de amenaza nuclear.
UCRANIA
Fuego al este
El repliegue de las tropas rusas hacia el este parece tomar forma y proyecta un reflejo inverso: en Kiev comienza a darse el retorno de la población mientras el Gobierno de Ucrania insta a los ciudadanos de Lugansk, Donetsk y Járkov a que salgan de allí mientras puedan. El horror desvelado en Bucha hace que una nueva ofensiva en el Donbás resulte aun más aterradora. Del mismo modo, la resistencia ucraniana hace tiempo que dejó de ser una sorpresa para ser una fuerza sólida y constante que pone en aprietos al Kremlin. Hoy hace dos semanas del pronóstico de Josep Borrell: «El futuro de Ucrania se decidirá en los próximos quince días». Pues todo apunta a que mañana el invadido seguirá plantándole cara al invasor. «Todo esto va a durar mucho tiempo: meses o incluso años», dijo ayer el secretario general de la OTAN, renovando el pronóstico. La operación relámpago sobre Kiev ha terminado con el oso ruso electrocutado.
PAÍS VASCO
La gasolina
En medio de la crisis del combustible, la incertidumbre económica y la descarbonización en la que nos va la vida, los vascos comenzamos a quemar gasolina como sultanes. Las ventas aumentan un 40% y en Semana Santa ni se sabe qué pasará. Hay quien planea pasarse las vacaciones sin salir del coche para poder así repostar más veces. Tras la intervención gubernamental, hay gasolineras con tantos ingresos que afrontan problemas financieros. La verdad es que llegas al final del periódico y respiras aliviado: «Todo muy bien, todo muy lógico».
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