En dos meses hemos pasado de interpretar en gráficos complejos el más mínimo detalle de la evolución de una enfermedad epidémica a enfrentarnos a una ... simple cifra y no entender nada. Esa cifra es la de fallecidos por coronavirus y presenta ya una dimensión imprevisible. La semana pasada afloraron 12.000 muertos de golpe en el sistema que controla el exceso de mortalidad y hace un mes el cómputo oficial de víctimas se llegó a corregir a la baja, pero no restando uno o dos fallecidos, sino 2.000. Era una buena noticia, pero hacía pensar en si lo de la resurrección no sería llevar la I+D+i demasiado lejos.
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El problema es que se nos da una cifra de muertos por la epidemia y no sabemos bien para qué sirve. Ayer el INE informó de que en lo que va de año tiene registrados 44.000 fallecimientos más que el año pasado. La cifra oficial de muertos por coronavirus sobrepasa los 27.000. «Hoy tenemos cero fallecidos», dijo ayer Pedro Sánchez en el Congreso. «Es un éxito de todos». Y al instante el presidente de Castilla y León salió a decir que en España no habría ningún muerto, pero que a él se le habían muerto cuatro ciudadanos en las últimas horas. Que la cifra de fallecidos en una comunidad sea superior a la cifra total de fallecidos en el país hace pensar en que se empieza jugando con la geometría variable y se termina consiguiendo que la aritmética también sea variable. Si el álgebra se nos vuelve igualmente variable antes de Selectividad, los exámenes de Matemáticas van a ser lo nunca visto.
Ayer, con cero muertos en España según el presidente, el País Vasco registro diez fallecidos por coronavirus. Esto no quiere decir que muriesen ayer, sino que su muerte entró ayer en el registro. Los problemas tienen que ver con cambios en unos sistemas de recuento y manejo de datos que se han demostrado mejorables. Y quizá también con el hábito de que la comunicación sea liosa. La diferencia entre los fallecimientos por coronavirus confirmados y el incremento general de muertes debe someterse a un complicado escrutinio. No es lo mismo morir por coronavirus sin control médico que hacerlo por otra patología tras retrasar el ir al hospital por la situación causada por el coronavirus. Es un ejemplo, pero hace pensar en algo cada vez más evidente: la cifra final de fallecidos será por fuerza aproximada.
USA
Discursazos
A siete mil kilómetros de distancia, la clase política española tiene un perfil moral buenísimo. Ayer prácticamente todos los grupos se refirieron en el Congreso al asesinato de George Floyd a manos de la Policía de Minneapolis. En Estados Unidos no estarán hablando hoy de otra cosa. Es que hubo discursazos. Mertxe Aizpurua sin ir más lejos se transmutó en 'black panther' para dirigirse a los hermanos y hermanas de Estados Unidos («We stand with you», dijo) y aseguró, quizá de un modo contrario a sus intereses, que la historia juzgará a quienes son violentos y practican el odio al diferente. En Vox están por su parte interesadísimos en poner a circular lo de los «antifas», como Trump. Bueno, y como Podemos, pero al revés. La verdad es que esto es muy cansado: ahora hay que hacer como que te tomas en serio que existen ultras futbolísticos que están en el lado correcto de la humanidad y que se los distingue de los otros, de los fanáticos violentos, por la bandera o el simbolito que llevan tatuado.
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Educación
Los últimos
Los escolares vieron sus vidas detenidas por el coronavirus antes que nadie. Con los colegios cerrados, le prestamos algo de atención a lo de la educación 'online' un par de días y a continuación los niños pasaron a un segundo plano, quedando al cuidado de sus padres, que, obligados a teletrabajar y supervisar las clases, se dieron sin excepción a la bebida. A ese respecto, el 'Saturday Night Live' lanzó hace unas semanas una campaña para que los niños bebiesen durante el confinamiento, «como mamá y papá», para mejorar así el ambiente del encierro familiar. Se organizó un lío, claro. Aunque fuese una cosa humorística. Los puritanos no se relajan en una pandemia. Lo curioso es que lo hagan los pedagogos. Siempre es extraño que una sociedad no tenga la educación como uno de sus asuntos urgentes y fundamentales. Y la desescalada ha parecido ocuparse más de playas y terrazas que de los colegios. Las familias ni siquiera sabían qué se pensaba hacer el curso próximo. Como si no hubiese nadie ocupándose de eso. Ahora, al menos, ya saben que el Gobierno vasco tiene un plan. La idea es que el curso comience en septiembre con toda la normalidad posible.
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