Antiguas marcas de gaseosa Gorbea, Mary, Reno y Aostri.
Historias de Tripasais

Un inglés vino a Bilbao... a fabricar gaseosas

Fresca y burbujeante, la modesta gaseosa comenzó su andadura en Euskadi de la mano de un cervecero británico y acabó triunfando gracias a las marcas locales

Martes, 19 de agosto 2025, 18:23

Toca vestirse de luto efervescente. Google me chiva que Distribuciones Jonyfer S.L., la empresa que llevaba décadas embotellando las gaseosas Gorbea e Iturri-Gorri, se extinguió en 2024. Ya hacía tiempo que estas bebidas no se fabricaban en tierras vascas, pero al menos se envasaban en y distribuían desde Arrankudiaga. Jon y Fernando Rodríguez no sólo conservaban la tradición familiar que sus respectivos padres, José Luis y Gregorio Rodríguez Blanco, habían iniciado en Basauri con 'Espumosos Basconia' (1955), sino que mantenían viva la legendaria llama euskogaseosera empleando la mítica botella con relieve de Iturri-Gorri y hasta la máquina original con la que se colocaban los famosos 'iturris' o tapones de chapa.

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Si los datos no me fallan, tras el cierre de Jonyfer Euskadi se ha quedado huérfana de gaseosas autóctonas. Si se topan ustedes con algún ejemplar de la gaseosa Azqueta, sepan que de Gernika sólo tiene la fama y la mención de su etiqueta, puesto que se elabora y embotella en Terrassa. La Azqueta original sí que fue orgullosamente guerniquesa y fabricada, si no con limones salvajes de Markina –como decía Txemi del Olmo en los anuncios de la ficticia gaseosa Crus del Gorbea–, sí con agua y entusiasmo locales. Lo mismo hicieron otros muchos fabricantes que especialmente durante la primera mitad del siglo XX y a través de una pequeña o mediana empresa se dedicaron a hacer cosquillas a los paladares vascos.

Multitud de marcas vascas

Muchos lectores alaveses aún recordarán marcas como las vitorianas Castillo, Zárate, Reno, La Esperanza, El As y La Concha o habrán crecido bebiendo otras de alcance más rural como La Insuperable (Santa Cruz de Campezo), Palacios (Oyón) o La Marina (Lapuebla de Labarca). La noticia de que en 2026 volverá el sistema de retorno de envases –el «devolver los cascos» de toda la vida– seguro que ha despertado burbujeantes evocaciones de otras gaseosas comerciales como Aostri (Getxo), H. Iturri (Mungia), Vilela (Santurtzi), Esteban Azcunaga (Bermeo), Otaola (Arrankudiaga), Araico y Mary (ambas de Barakaldo) o el fabuloso juego de palabras que escondía el nombre de la balmasedana Sinsed. De Bilbao eran las de Etxerako, Ederra, Guillamón, Uría, La Jirafa, La Vizcaína e Iturri-Gorri, algunas de ellas demasiado antiguas como para que sigan vivos quienes alguna vez las probaron.

gaseosas Azcunaga (Bermeo), Gorbea (Barakaldo) y La Marina (Lapuebla de Labarca).

Ninguna de ellas hubiese existido de no ser por el químico inglés Joseph Priestley, quien en 1767 desarrolló un método para infundir agua con dióxido de carbono, y el empresario alemán Johann Jacob Schweppe, que perfeccionó la producción y embotellado del agua artificialmente carbonatada y fundó en 1783 una compañía llamada Schweppes... Lo que nosotros denominamos «gaseosa» a secas no es más agua con CO2, edulcorantes y acidulantes; no tiene sabor ni color específicos sino un simple gusto dulce mezclado con una leve sospecha cítrica. Es el refresco gasificado más sencillo y también fue uno de los más populares desde su nacimiento a principios del siglo XIX hasta la progresiva implantación en la hostelería de propuestas más sofisticadas (limonadas, naranjadas, colas, etc.)

En torno al año 1950, cuando la humilde gaseosa vivió su época dorada, había en España más de cinco mil fabricantes que generalmente distribuían sólo dentro de su provincia e incluso limitándose a una única localidad o a un puñado de ellas. Para entonces el método de elaboración ya estaba muy estandarizado y prácticamente cualquiera con acceso a una mínima inversión y la maquinaria necesaria podía convertirse en productor, pero los inicios de la gaseosa en Euskadi fueron mucho más complicados. Además de conocimientos o experiencia sobre el tema hacía falta tener unos aparatos especiales, caros y bastante complejos para poder saturar el agua de gas y luego envasar a presión (ya fuera en sifón o botella) el líquido resultante.

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El pionero

El primer gaseosero instalado en Euskadi fue un señor británico de nombre Daniel Sterry, dueño en Bilbao de la Cervecería Inglesa (Arenal 26, junto al ahora desaparecido tilo) y flamante introductor en la capital vizcaína del «agua gaseosa y limonada superior inglesa» hace exactamente 150 años. El 12 de julio de 1875 El Noticiero Bilbaíno contaba que los clientes de este establecimiento habían sido «agradablemente sorprendidos con una novedad desconocida hasta el día por la mayor parte de los concurrentes, las bebidas gaseosas». A diferencia del champagne, que contenía el gas en su interior gracias a un grueso corcho, aquella novedad del inglés Sterry utilizaba una botella tipo Codd o de canica cuyo contenido se sellaba mediante el llenado boca abajo y una bolita de vidrio que quedaba encajada a presión contra el cuello.

Para abrirla había que apretar hacia dentro la canica, un gesto que al parecer hizo las delicias de los bilbaínos de 1875 y que aún en medio de la Tercera Guerra Carlista propició el éxito tanto de la Cervecería Inglesa como de los productos con los que completó su oferta en agosto de aquel año: agua gaseosa, limonada, naranjada, sidra y soda que vendía en su propio local y en el portugalujo Café del Siglo. La transparente gaseosa hizo tanta fortuna que en 1907 un montón de hosteleros se asociaron para fabricar la suya propia.

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