Que no hablen su idioma en su propio país
En la región de Transilvania, y en especial en la ciudad de Odorheiu Secuiesc, la gran mayoría de sus ciudadanos no habla rumano sino húngaro
Uno de los aspectos que más llaman la atención al viajero que recorre Rumanía es que apenas tiene autopistas y autovías. Para moverse por el ... país se debe circular por carreteras nacionales, lo que aumenta el tiempo en los traslados entre ciudades. Para hacerse una idea, la velocidad media es de 60 kilómetros por hora. Sin embargo, también tiene sus ventajas, ya que se pueden recorrer vías con paisajes de gran belleza que atraviesan pueblos de lo más pintorescos en los que uno puede apreciar cómo es la vida de los habitantes de este país y descubrir pueblos y zonas muy curiosas.
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Como Odorheiu Secuiesc. Se trata de una localidad de 30.000 habitantes en la que la gran mayoría de sus ciudadanos no hablan rumano, sino húngaro. Esto queda patente en la cartelería de la zona. La inmensa mayoría de los rótulos, carteles de los comercios e incluso los panfletos en la oficina de turismo están en esta lengua, si bien algunos están traducidos al rumano. Los nombres de los pueblos y señales de tráfico también están traducidos al húngaro.
Esta particularidad tiene una explicación. Esta zona de Transilvania perteneció históricamente al Reino de Hungría. En 1918, terminada la Primera Guerra Mundial, la región donde se ubica la leyenda de Drácula se unió a Rumanía. Pero los ciudadanos de esta zona no se sienten rumanos, sino húngaros. Y de ahí su desconocimiento de la lengua rumana. De hecho, la mayoría de los habitantes del País Sículo obtienen la nacionalidad del estado vecino y cuentan con dos pasaportes.
En esta zona histórica de Transilvania llama la atención una bandera que ondea en las ventanas de muchas casas. No es la de Rumanía que uno podría esperar. De hecho, la presencia de esta insignia es ínfima, solo se puede divisar en instituciones de carácter público. Esta otra bandera es azul con una franja amarilla y contiene un sol y una media luna. Se trata de la enseña del pueblo Székely (los sículos), una etnia húngara que reside en esta región.
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La presencia de la bandera de los sículos se intensifica a medida que uno se adentra en Transilvania desde el este de Rumania en dirección a la ciudad de Brasov, una de las zonas más turísticas del país. Se empiezan a divisar incluso carteles en un idioma que no es el rumano. En ocasiones da la sensación de que uno ha cambiado de país o se encuentra en una región que cuenta con dos lenguas oficiales.
Comunicarse con gestos
En verano, al igual que en el resto de Rumanía, el calor aprieta en Odorheiu Secuiesc. El termómetro marca más de 30 grados y en las calles apenas hay un alma. Los que pasean por la ciudad son, en su mayoría, turistas rumanos. Un buen refugio de los lugareños para soportar el sofoco está en la terraza del bar. En uno de estos establecimientos, la camarera no habla rumano, por lo que pedir un refresco con hielos y una botella de agua debe hacerse con gestos. Fuera, en la terraza del local, hay un hombre que disfruta de una cerveza. Se llama Simó Denes, tiene 54 años y asegura que los habitantes de esta zona son y se consideran húngaros, a pesar de tener documento de identidad rumano. A Simó le cuesta mucho expresarse en rumano. Explica que el idioma que usa en el día a día para comunicarse es el húngaro y que el rumano lo aprendió en la escuela como un idioma extranjero, como por ejemplo, el inglés. Cuando se le pregunta por los rumores que corren por el resto del país de que la gente de esta zona finge no hablar rumano por temas ideológicos, asegura que no es cierto. «Hay mucha gente que no habla rumano, pero todos saben húngaro», asegura.
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Sobre un posible conflicto con la población rumana, afirma que «no lo hay porque todo el mundo considera que Odorheiu Secuiesc es Hungría». Sin embargo, sostiene que sí hay cierta «confrontación» en la ciudad cercana, Brasov, donde lleva a su hijo a jugar al fútbol. «Hay cierta tensión entre húngaros y rumanos», afirma.
Frente al bar hay un pequeño puesto de verduras regentado por Luiza. Ella no es de Odorheiu Secuiesc -viene de Alexandria, que está a 300 kilómetros de distancia- pero pasa en esta ciudad 6 meses al año para atender su negocio. La mujer asegura que los habitantes de esta localidad son «muy simpáticos» y que los rumores de que los rumanos no son bien recibidos en esta zona no son ciertos. Asegura, además, que «no fingen» desconocer la lengua, sino que realmente «no saben». A pesar de ello, insiste en que, aunque les cueste hablar el rumano, ella nunca ha tenido ningún problema por esta barrera lingüística.
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Doble nacionalidad
Cerca, en el Ayuntamiento, donde ondea la bandera rumana y la europea, pero no así la de Szeékely, hay una pareja que se refugia del sol a la sombra de los árboles. Son Fülöp Antal y Silvi, ambos de 26 años. Han nacido en Odorheiu Secuiesc y como era de esperar, entre ellos se comunican en húngaro. Ella ni siquiera habla rumano; él se defiende. «Tengo amigos que estudian en la escuela rumana y también tuve una novia moldava», explica. Fülöp aclara que en Odorhoiu Secuiesc hay un único colegio en el que la materia se imparte en rumano, en todos los demás el idioma de base es el húngaro. Ambos jóvenes tienen doble nacionalidad, «la pedimos al cumplir 18 años», dice el chico.
En Odorheiu Secuiesc hay una jornada que se vive de manera especial. Es el 15 de marzo, día nacional de los húngaros. Una festividad en la que sacan con orgullo a la calle la bandera sícula, con la que se sienten identificados, e incluso la bandera húngara. De hecho, el alcalde de Odorheiu Secuiesc ha sido sancionado durante tres años seguidos -entre 2019 y 2021- por incurrir en un delito al ondear la bandera húngara en el ayuntamiento durante este día sin presencia de la bandera rumana, tal y como exige la ley rumana. Los habitantes de esta ciudad suelen aprovechar esta fecha para manifestarse a favor de la autonomía de País Sículo.
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