La izquierda gobernará México por primera vez tras la arrolladora victoria de López Obrador
EL CORREO en México ·
Según los resultados preliminares ha cosechado más del 50% de los votosmercedes gallego. enviada especial ciudad de méxico
Lunes, 2 de julio 2018, 07:24
Sin dramas ni conflictos, pese a haber vivido la campaña más sangrienta de su historia, México dio ayer un ejemplo de democracia al resolver el enigma de sus presidenciales en menos de tres horas tras el cierre de urnas. Andrés Manuel López Obrador ha ganado las elecciones con más del 50% del voto, según los resultados preliminares. La ventaja de casi 30 puntos que llevaba el candidato de la izquierda antes incluso de conocerse los oficiales era tan abrumadora que su rival más inmediato, el conservador Ricardo Anaya, salió a la palestra a las 8.45 de la noche y le felicitó caballerosamente por su victoria. «México quería un cambio y optó por la candidatura que él representa», reconoció el panista. «En lo que coincidimos le apoyaremos».
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Miles de seguidores se echaron a las calles para celebrar entre lágrimas la primera victoria de un candidato de izquierda en la república azteca. Para lograrlo en este, su tercer intento presidencial, el tabasqueño al que rezan en su pueblo como si fuera un santo ha tenido que pactar con los evangélicos de Encuentro Social que se oponen a los matrimonios homosexuales y al aborto. La extraña coalición de «Juntos Haremos Historia» cumplió con su cita democrática en unas elecciones antisistema de alianzas contradictorias que tenían como objetivo evitar la vuelta de «la dictadura perfecta» que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) ejerció durante 71 años ininterrumpidos.
La primera llamada de felicitación fue del boliviano Evo Morales, que encuentra en AMLO a su alma más cercana en el continente. Con él se redimen las víctimas de la matanza de Tlatelolco y medio siglo de lucha que la izquierda mexicana ha pagado con sangre y muchas lágrimas. Esta vez falló la maquinaria corrupta del PRI para amañar elecciones y todas las tácticas sucias de miedo y manipulación. El pueblo mexicano no se dejó intimidar por quienes agitaron el fantasma de Chávez y vaticinaron apocalípticos que su gobierno dará pie a una Venezuela en Norteamérica. El truco funcionó en las elecciones de 2012, pero se quedó viejo ante la tenacidad y el pragmatismo que exhibió el líder tabasqueño en su tercer intento. «¡Pues ya aprendió!», reconocía eufórico Roberto Espinosa, un líder sindical, hijo del 68 que ha pasado toda la vida esperando este momento.
AMLO no ganó, arrasó. Los resultados preliminares que se barajaban anoche anticipaban incluso una mayoría absoluta de su coalición en la Cámara de Diputados y puede que en el Senado, donde tendrá que dirimir las diferencias ideológicas con los extraños amigos de viaje que se ha echado en esta cita con el poder. «Si nos defrauda, lo mandamos a su rancho, ¡a la chingada!», prometía el sindicalista. Lo celebraba con su vecino David Romero, un milenial declarado de 27 años que compartía su euforia. «En este país se nos había cancelado el futuro, por eso tenemos que irnos a buscar oportunidades donde no nos quieren».
Con lo que el nuevo presidente electo llama «la cuarta transformación», los mexicanos vuelven a soñar con un futuro digno en su propio país. A diferencia de las tres transformaciones anteriores de las que habla -la Guerra de la Independencia de 1821, la de la Reforma de 1858-1861 y la revolución de Zapata de 1910- esta se produce sin una sola bala. Todo el país se sumó rápidamente a su rotunda victoria como un éxito de la democracia. «Ahora debemos de ver hacia adelante y con optimismo, porque juntos podemos construir mucho», tuiteó el empresario Ricardo Salinas, cuyo grupo posee TV Azteca y Banco Azteca, entre otros pilares económicos. «¡Ay, qué distinto de hace doce años, cuando le robaron las elecciones», se emocionaba Diana López. «Llevo 18 años esperando este momento».
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Fiel a la imagen cercana y de sencillez que le ha popularizado, AMLO atravesó en coche las avenidas Cuauhtémoc y Juárez hasta la Alameda Central parándose en los semáforos para tomarse selfies con los niños, que se mezclaron en bicicleta con la escolta policial. Después de conferir con los medios se dio un baño de pueblo en el Zócalo y de ahí a su casa de Tlalpan, que no piensa abandonar ni cuando asuma el poder en diciembre. El nuevo presidente ha prometido abrir la mansión presidencial al pueblo, vender el avión oficial y bajar los sueldos de los altos funcionarios para gobernar con el ejemplo y acabar con la corrupción y la ostentación de «las mafias del poder» a las que se ha enfrentado. «Este va a ser un nuevo Mújica», suspiraba entusiasmado uno de sus seguidores. «Ojalá», le acompañaba una mujer.
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