El candelabro

Ursula

No tomo café (ni para desayunar) desde hace unos 25 años ni veo películas de terror desde hace 30. Del café me quité porque comprobé ... que me ponía de los nervios y me provocaba insomnio. Y de las películas de terror, básicamente por las mismas razones. La última que vi completa fue 'El silencio de los corderos': tres noches con la luz de la mesilla encendida. Todavía puedo sentir el aliento del psicópata apodado Bufallo Bill en mi nuca, mientras me observa con unas gafas de visión nocturna.

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Tampoco me monto en el Dragón Khan, por si alguien se lo está preguntando. Soy aventurera, pero de otro estilo. Las emociones fuertes las busco, como diría Van Morrison, 'on the bright side of the road' (en el lado luminoso del camino). Y desde luego detesto que me intenten meter miedo. Por eso estoy harta de políticos agoreros que no paran de aterrorizarnos con sus previsiones para el otoño, en el que por lo visto pasaremos hambre, frío y desolación (y sin Ana Blanco para dulcificarlo con su media sonrisilla).

Ya lo he dicho alguna vez: ¿a esta gente la hemos votado por sus grandes dotes de adivinación y predicción de catástrofes o más bien para que busque la manera de evitarlas? Pues que se pongan a ello y dejen de hacernos el espóiler de la película más truculenta del siglo, o acabarán consiguiendo que yo en lugar de apagar la luz tenga que dejarla encendida para poder pegar ojo.

Menos mal que nos queda Von der Leyen, la única que ha anunciado soluciones en lugar de negros vaticinios. Ursula es distinta, atemporal. Tú ahora mismo, tal como va vestida, la insertas digitalmente en un fotograma de 'Sonrisas y lágrimas' y no desentona. Yo, para vivir feliz, donde esté 'Sonrisas y lágrimas' que se quite 'El silencio de los corderos'.

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