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jose ibarrola
El candelabro

Portantismo

Por tanto esto, por tanto lo otro... De un tiempo a esta parte políticos, tertulianos, presentadores, escritores, actores e incluso el hombre del tiempo sueltan ... cada dos frases un por tanto. Si no se habían fijado, fíjense. Y les ocurrirá lo que al cornudo marido de 'La Regenta' en la maravillosa novela de Clarín. Que no había visto el hombre el artilugio por el que trepaba el amante de su señora y cuando por fin reparó en él experimentó lo que nos pasa al descubrir una mancha en la pared, que una vez localizada ya no vemos otra cosa. De este modo a mí se me aparece el por tanto hasta en la sopa.

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Tengo la sensación de estar inmersa en la pandemia del virus del 'portantismo', que afecta por igual a todas las ideologías, lo mismo lo dice un portento, que otro por tonto. Igual que ocurrió con poner en valor, especie invasora comparable al mejillón cebra que se ha zampado verbos como valorar, ponderar o remarcar, el por tanto se ha llevado por delante al clásico por lo tanto, al asimismo, al de manera que, de forma que... y otros conectores explicativos que enriquecen el lenguaje. Es como el por consiguiente de Felipe González, pero en plaga. Son modas, tendencias verbales que un día se imponen y todo el mundo corre a adoptarlas, no vayan a llamarle antiguo.

También el verbo escuchar se ha cargado al verbo oír y el preservar ha situado al verbo conservar (por paradójico que resulte) al borde de la extinción. Y qué decir de la misteriosa desaparición del artículo en el adjetivo 'mismo'. A todas horas escucho: 'Misma situación', 'mismo resultado'... El otro día un presentador de televisión se despidió de su audiencia con un: «Recuerden, mañana mismo sitio, misma hora». Le faltó añadir: «Por tanto, aquí les espero».

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