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RAFA GUTIÉRREZ

Trashville, el lado más salvaje del festival

Las propuestas más inclasificables y un público más fiestero se reencontró en las carpas Trash a Go-go y Rat Hole

Sábado, 18 de junio 2022

«Gracias por estar compartiendo la gota gorda». Se acercaba la media noche del viernes al sábado cuando la gaditana alba blanco, cantante y guitarrista ... de La Perra Blanco, se congratulaba de que hubiera tanta gente en la pista de 'Trash a Go-go', uno de los escenarios Trashville, que se presenta por la organización como el espacio «más sucio, explosivo y auténtico del festival». Allí dentro, la sensación térmica era Elvis, Little Richard o Carl Lee Perkins se mezclaban en una propuesta andaluza que ponía a bailar a un público al compás de los abanicos. En la entrada de esa carpa alguien entonaba 'Highway to Hell', una de las canciones que se sugería como banda sonora, sobre todo ante las tórridas dos primeras jornadas, pero también como reflejo de ese ambiente más trasnochado.

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Cuando se habla de que Trashville son los escenarios más alocados, no es una exageración. Mientras que en los escenarios principales hay espectadores que incluso llaman la atención a los vecinos para que no hablen demasiado, en esas carpas que el festival monta desde 2017 hay mucho de 'performance' donde lo más excéntrico, sexual e irreverente se abrazan. Desmelenarse a lo Jerry Cantrell como público es lo común. Por allí han pasado en otras ediciones grupos como Reverend Beat-Man feat Sister Nicole Izobel Garcia, pareja suiza que sale vestida de cura y monja; The Yelling Kitchen, un holandés que cocinaba tortitas al mismo tiempo que tocaba o Negra Cucaracha Terrorfolk, banda alavesa con máscaras antigás que el viernes traía bajo el brazo una sorprendente propuesta en la que más que la atmósfera oscura brillaban las ganas y el deseo cumplido de mover al público. «Tiene que tener truco, no puede ser que vayan con mascarilla con el calor que hace aquí dentro», comentaba Lara (42 años), 'azkenera' desde 2015.

Casi atropellando las palabras, a una velocidad de vértigo, el cantante de Klingonz se desgañitaba también el viernes por la noche mientras las primeras filas se daban empujones en ese baile, el pogo, que poco tiene de coreografía. Antes de marcharse y después de que lo mantearan, el front-man se bajaba el pantalón enseñando su culo tatuado al público en un gesto burlón como diciendo 'el punk es esto y no otra cosa'.

Las actuaciones en la zona Trashville, que consta de dos carpas, 'Trash a Go-go' y 'Rat hole', suelen ser la comidilla de los asistentes que recuerdan las excentricidades de un festival que tuvo su particular parque temático con autos de choque y un espectáculo de motos. La fauna más variopinta y lo extravagante reina en ese suelo de madera envuelto en una luz rosácea.

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Un look garagero lucían las integrantes de Tiburona, un power trío madrileño que se ganó ayer al público en 45 minutos frente a las adversidades. «Vamos a hacer un reggaeton de los años sesenta, bailad con consentimiento pero muy arrimados», decía su batería Carmen antes de que el micrófono se desplazara y se sobreesforzara para que su voz se escuchara. Un voluntarioso espectador quiso echarle una mano, pero lo empeoró. La banda siguió tocando y salía del paso ante los aplausos del público.

«Tienen unas letras bastante reivindicativas en el ámbito feminista, y es que el mundo garaje no se suele dar tanta visibilidad a grupos femeninos y se han abierto paso muy rápido», comentaba Silvia Prieto, vallisoletana que debutaba en el festival como público. La actuación de Tiburona, nombre sacado de la película 'Tiburón', era la carta presentación de la banda en el festival y su entusiasmo se contagió rápidamente. como ejemplo de lo que Laura (guitarra y voz), Rita (bajo y coros) y Carmen (batería y voz)

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Pedro Díez y su amigo que se hacía llamar Koldo, ambos alicantinos y cuarentones», tenía ya empapada la camiseta de sudor por bailar pasadas las ocho de la tarde. «Han sido días muy calurosos y hemos aguantado hasta altas horas en las carpas». De Trashville se quedan con el grupo de versiones de The Cramps, Teenage Werewolves. ¿Por qué? «Todo era muy loco».

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