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¡Veo, veo! ¿Qué ves? ¡Mucho arte!

En un mundo que cambia a toda velocidad, detenerse a mirar hacia atrás puede ser una forma poderosa de crecer

Domingo, 17 de agosto 2025, 21:58

Los museos locales no son sólo edificios llenos de objetos antiguos; son espacios vivos que nos ayudan a entender quiénes fuimos, quiénes somos y hacia dónde vamos. Visitar museos en familia, ya sea con niños y niñas pequeños como con adolescentes, es una forma enriquecedora y emocionante de aprender en comunidad, compartir experiencias y construir identidad.

¿Por qué visitar museos locales con los más pequeños?

Porque el aprendizaje más profundo es el que se vive. Los museos ofrecen una experiencia vivencial: permiten mirar réplicas, imaginar escenas del pasado, reconstruir historias a través de juegos, mapas, trajes o herramientas. En lugar de memorizar datos, las criaturas exploran con todos los sentidos, lo que despierta una curiosidad natural y duradera. Dan ejemplo y crean un hábito poderoso.

Además, conocer la historia de nuestro entorno refuerza el vínculo con nuestras raíces. Saber quiénes vivieron en nuestro territorio, cómo trabajaban, qué retos enfrentaban, nos ayuda a entender nuestro presente con más matices y a valorar el privilegio del desarrollo, aunque también los daños que ha podido causar. Por eso, es también una excelente manera de fomentar el pensamiento crítico: ¿cómo han cambiado las cosas? ¿Qué valores perduran? ¿Qué decisiones tomaron nuestros antepasados y por qué?

Museos para todos los gustos

La riqueza de los museos locales es patente. En Bizkaia, por ejemplo, encontramos opciones para todos los intereses: el Museo Vasco de Bilbao nos invita a descubrir tradiciones, oficios y costumbres; el Museo de la Minería del País Vasco o el Museo del Ferrocarril nos enseñan cómo la industria transformó la vida cotidiana; el Museo de Bellas Artes estimula la creatividad a través del arte; y espacios como los parques arqueológicos o museos interactivos ofrecen experiencias al aire libre o con tecnología, ideales para mentes inquietas.

Cómo convertir la visita en una experiencia significativa

La clave está en la preparación, la curiosidad y la participación. Elegir juntos qué museo visitar, leer una historia relacionada antes de ir, o simplemente hablar de lo que se espera ver, hace que la visita sea más personal. Llevar una «libreta de exploración» para anotar o dibujar lo que más les sorprende, o plantear preguntas como «¿Qué te habría gustado hacer en esa época?» o «¿Qué objeto te llevarías a casa y por qué?», transforma la experiencia en un diálogo familiar.

Muchos museos también ofrecen talleres o actividades para familias, adaptadas a diferentes edades. Participar en ellas refuerza el vínculo entre generaciones y permite a mayores y pequeños aprender juntos, desde diferentes perspectivas.

Aprender historia... para crear identidad

Conocer nuestra historia local no es sólo acumular conocimientos: es una forma de crear comunidad. Estos espacios nos hablan de esfuerzo, de memoria, de cambios y continuidades. Nos invitan a valorar lo compartido y a imaginar un futuro más justo y consciente para todas las personas, vengan de donde vengan.

BBK: cultura y educación para todas las generaciones

En este camino, entidades como BBK tienen un papel fundamental. Su compromiso con la promoción de la cultura, el acceso equitativo al patrimonio y la educación intergeneracional facilita que todas las familias puedan disfrutar de estos espacios y fortalecer sus lazos a través del conocimiento.

Porque al explorar juntos, no solo entendemos el pasado: también construimos el presente que compartimos.

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