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El rubicón de los 9 años: el inicio del 'yo' consciente

Este ciclo da paso a la conciencia y al abandono del espectro infantil

N.A.

Domingo, 19 de octubre 2025, 19:18

Existe una etapa alrededor de los nueve años conocida como el 'rubicón'. Es un cambio significativo en el desarrollo, ya que afloran emociones, cambios e incluso pequeñas cuestiones filosóficas. Esta fase no va acompañada de cambios físicos, por lo que podría pensarse que el niño tiene alguna especie de maldad, pero no es así. Lucía Casado, educadora social y psicóloga perinatal asociada al Colegio de Psicólogos de Bizkaia, habla sobre esto e indica pautas para sobrellevar las edades complicadas de la crianza de los niños.

-¿Qué se entiende por 'rubicón' en la psicología infantil?

Es una metáfora basada en Julio César, que cruzó el río Rubicón y no pudo volver hacia atrás. Se utiliza para señalar un momento crítico de transformación en la identidad de los niños, que se suele dar, aproximadamente, a los nueve años. Este momento marca un antes y un después en su forma de relacionarse con el mundo: dejan de estar tan fusionados a su entorno y empiezan a tener una mayor conciencia de sí mismos.

-¿Cuáles son los cambios más abruptos que se suelen experimentar a esta edad?

Son más conscientes de que son distintos a los demás, por ejemplo, puede llevar a que sean más sensibles a la opinión ajena y a su propia imagen. Nace un cuestionamiento hacia la autoridad y se pasa a no asumir todo lo que dicen padres y profesores: se comienza a preguntar, a dudar y a confrontar. Pasan de obedecer, a replicar.

Se nota que, al tener mayor autoconciencia, experimentan una mayor sensación de soledad o de separación, y se dan cuenta de que solo ellos pueden vivir su propia vida. Sienten nostalgia por esa unidad que tenían con los demás. Asimismo, se da un cambio en el pensamiento, porque comienzan a usar un razonamiento más lógico y objetivo. Distinguen más entre lo real y lo imaginario, y también tienen una mayor sensibilidad moral. Empiezan a hacerse preguntas más filosóficas, sobre el bien y el mal, la muerte, el sentido de la vida…

-¿De qué manera influye esto en el desarrollo cognitivo, ya sea en la atención, en la memoria, en el pensamiento, etcétera?

Lo que más se nota es el momento de favorecer un pensamiento crítico. Plantean preguntas abiertas y ya no aceptan las cosas porque sí, sino que razonan y buscan una explicación. Por eso les favorece el buscar cuestiones que les ayuden a investigar, a entender el porqué de las cosas, no sólo memorizar. Ese razonamiento más lógico es lo que más se nota a nivel cognitivo.

-¿Cómo cambian las relaciones con respecto a padres y amigos?

En la familia, se empieza a cuestionar más la autoridad. Entran en un momento en el que hay que darles elección y que tengan capacidad de poder escoger ciertas cosas. Van a empezar a reclamar una mayor independencia y a desafiar la autoridad. Hay que seguir estableciendo límites, esto es importante, pero también hay que darles elección. Con las amistades, puede que pasen del «somos amigos porque jugamos juntos», al «somos amigos porque compartimos intereses, porque tenemos una relación más profunda que simplemente, jugar».

-¿De qué forma afecta el rubicón a nivel escolar?

Lo productivo para los niños sería pasar de un modelo educativo basado en memorizar a favorecer la curiosidad. Por ejemplo, relacionar las matemáticas con algo que despierte interés, o estudiar las tablas de múltiples modos: todos hemos aprendido recitando. Trabajar con cosas que les puedan ser útiles, que sirvan como fuentes de lógica y sean aplicables a la vida real.

Se debe fomentar ese pensamiento crítico: que puedan manifestar sus opiniones. Y en el colegio, es necesario acompañarlos a través de los conflictos sociales que puedan surgir. Empiezan la pre-adolescencia y las amistades pasan a ser más importantes: se dan relaciones más profundas, y estas generan más conflictos. La escuela deberá acompañar a reflexionar sobre la justicia, la amistad, el respeto…

-¿Qué señales advierten que los niños no están transitando bien esta etapa?

El desafío a la autoridad es algo que se ha de entender y que es parte del proceso. Hay que observar de qué manera se manifiesta ese respeto a los límites: si los están transitando de una manera más violenta o agresiva, si se les ve más aislados de lo habitual o más cerrados en sí mismos… Estaría bien consultar esas cosas que puedan despertar dudas, porque es un momento de muchos cambios. Siempre vieron a aita, ama y a los hermanos como figuras referentes. Es muy importante estar atentos a cualquier tipo de señal que pueda alertar de un conflicto a nivel social.

-¿Qué consejos prácticos daría a las familias para acompañar a sus hijos en este proceso?

A las familias les diría, que esto es un proceso y que conviene escuchar a los niños, sentarse con ellos y sobre todo, tomar muy en serio las preguntas existenciales que van a plantear, como «cuando alguien se muere, ¿qué pasa?».

Esto no se debe ridiculizar ni simplificar. Hay que sentarse y contestarles en la medida en la que se considere que pueden llegar a entender. Aunque sea sin dar información demasiado elaborada, y es que no se debe olvidar que se está hablando con niños de nueve años. Puede pasar que, en ese momento, no se les pueda hacer entender las cosas como nos gustaría y se minimice lo que están preguntando. Una idea sería decirles, «ahora no te puedo contestar, pero retomaremos esto que me estás planteando por la noche y me preguntas todo lo que quieras». Por lo menos, que se sientan escuchados.

-¿Cómo deben manejarse tanto las voluntades del niño, como los límites a establecer?

Es parte de este proceso: van a desafiar a la autoridad, ver hasta dónde pueden llegar. Es algo muy comentado y enlazado con todo el tema de la disciplina positiva, la crianza respetuosa y el ser firmes. Han de respetarse los límites de una forma cariñosa y respetuosa, ya que estos van a seguir siendo necesarios. Seguramente toque razonar más las prohibiciones. Darles espacios para ellos mismos, porque van a empezar a buscar qué les interesa, qué les gusta… Hay que valorar su individualidad y ofrecerles espacios donde puedan tomar sus propias decisiones. Pueden ser cosas muy pequeñas, como que decidan la ropa que se quieren poner.

-¿Cuál suele ser la edad más complicada para las familias?

La adolescencia es una revolución. El rubicón empieza a los 9 años, y parece que no acaba hasta los 20. Se juntan brutales cambios hormonales, sociales, familiares… De modo que es una etapa vital muy importante, en la que creo que los padres tienen que acompañar a sus hijos y ser conscientes de que va a requerir mucho empeño. La adolescencia tiene esa mala publicidad, pero puede ser un momento memorable que vivir con los hijos, si se les acompaña desde la infancia. A veces, tiene mala propaganda, pero es verdad que puede ser muy bonita.

-¿Qué se debe hacer si un niño es excesivamente rebelde?

Por muchos esfuerzos que se hagan, es verdad que hay cosas que no se pueden controlar. Pero si se intenta, la posibilidad de que eso ocurra baja. Siempre puede nacer un hijo con el que toque trabajar más, o uno con más temperamento, una personalidad más complicada. Yo creo que si se ha trabajado bien con ellos desde que son pequeños, siempre queda un poco de margen de actuación. Como última instancia y si se tiene paciencia, puede que al hacerse mayores se den cuenta y se retracten de sus acciones.

-En la adolescencia, el grupo de iguales pasa a ser trascendental. ¿Qué se puede hacer para que no se vuelvan personas influenciables?

Se ha de estar atento a cuáles son sus compañías. Hay niños a los que les influye lo más mínimo. Entonces si, por ejemplo, se observa que va 'haciendo migas', tal vez se esté a tiempo de ir reconduciendo esto, antes de llegar a una época en la que se sabe que los iguales van a ser más importantes y que lo que digan los progenitores no va a valer mucho.

Esto implica muchísimos esfuerzos por parte de los padres. Pero creo, que hay cosas que sí se pueden trabajar desde antes. Está claro que a partir del rubicón, el grupo de iguales pasa a ocupar un primer plano, mucho antes que la familia, y es lo normal. Sería conveniente trabajarlo de tal manera que, cuando tengan un problema o un asunto complicado, lo que piensen sea, «voy a contárselo a aita y ama, a ver qué les parece».

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