Niños vetados en bodas, hoteles y aviones: el adultocentrismo que convierte a la infancia en un problema social
Sara Noguera, asesora especializada en crianza respetuosa, analiza el 'childhate' actual y reflexiona sobre cómo afecta a los más pequeños la manera en la que les tratamos
Leire Fernández
Jueves, 2 de octubre 2025
En una sociedad en la que cada vez es más habitual encontrar espacios en los que se prohíbe la presencia de niños, hablamos con Sara Noguera (@kimudi_crianza), asesora especializada en crianza respetuosa, maestra de infantil y experta en musicoterapia y cuentoterapia, sobre cómo se ha normalizado actualmente el convertir a los niños y adolescentes en «un problema»
Nos sobran los niños en los restaurantes, en las bodas, en los hoteles, en los aviones... ¿qué está pasando?
Lo que está pasando es que no se están dando cuenta que el ser humano no es sólo el que hace lo que hacen todos, sino el que existe.
Ese es el gran problema que tenemos como sociedad, que creemos que sólo tenemos que aceptar a aquellos que hacen todo lo que queremos que hagan.
¿Por qué crees que en nuestra sociedad a veces se trivializa o normaliza el maltrato verbal y psicológico hacia los niños?
Este verano ha pasado varias veces en varios programas en los que se ha normalizado, como tú dices, la violencia hacia los niños. Y el problema es que yo creo que la gente no es consciente de que cuando dicen niño también está diciendo persona. Y nadie diría, «yo a una persona le doy una torta», o «yo a una persona le digo que no haga esto y me tiene que hacer caso». Entonces yo creo realmente que no está naturalizado o individualizado en el ser humano medio, el que es un niño es una persona de pleno derecho. Es que no tendría que cabernos en la cabeza ningún tipo de violencia, ni física, ni psicológica, ni verbal, porque se merecen el mismo respeto. Es más, creo que se merecen más porque están totalmente desprotegidos. No tienen la capacidad ni física, ni económica, ni verbal de defenderse solos.
Imagínate una reunión de vecinos en la que dos acaben «no le he dado una bofetada, porque como no quiere que ampliemos el garaje, pues a ver si espabila». O sea, a nadie se le pasa por la cabeza eso. Nos parece mal. Ahora mismo, tú estás en algún sitio y ves a algún adulto pegar una torta y te parece mal, pero no lo dices. En general la gente no se atreverá a decirlo, porque seguimos justificando. En el momento en que justificas la violencia en algo tan sencillo, luego eso se va ampliando.
El hecho de que cada vez más personas no quieran tener hijos, ¿influye en esta especie de rechazo a la infancia?
Yo creo que la gente no quiere tener hijos, y lo entiendo perfectamente, porque nos lo han vendido como una obligación sin ningún tipo de disfrute prácticamente, que para mí es totalmente lo contrario, es un disfrute total con varias obligaciones. Pero yo creo también que es que el mundo ya no está pensado para gente dependiente.
Es decir, el mundo no está pensado para gente que no se puede valer por sí misma. Entonces tú ¿para qué vas a querer tener a alguien que no se vale por sí mismo? Si vayas donde vayas estorba, vayas donde vayas molesta, vayas donde vayas parece que es un problema, es que al final te sientes mal todo el rato.
La sociedad está cada vez más pensada para atender a la gente que es económicamente solvente y emocionalmente solvente. Pero claro, no nos hemos dado cuenta de una cosa, que es que nosotros con la edad tampoco dejamos de ser solventes. Entonces va a llegar un punto que cuando yo no se pueda ir a por los niños, por qué no va a haber niños se va a ir a por los mayores, o a por la gente dependiente, o a por... es decir, es que no sé hasta qué punto esto va a sonar a una burrada, pero lo que estamos haciendo con los niños es bastante similar a una apartheid.
Se escucha mucho que los niños no tienen que estar en las bodas con la 'excusa' de que no es sitio para ellos.
También te diré que a día de hoy, como lo está planteando la sociedad, los niños tampoco tienen que estar en las comuniones porque las hacen con barra libre. Es que ni siquiera respetamos los entornos para niños. O sea, es decir, incluso lo que es para un niño ya lo hemos monopolizado. Pero fíjate, yo con las bodas tengo sentimientos encontrados porque al final entiendo que es una fiesta privada de una pareja y que ellos ponen las normas. Prohibir a gente me horroriza, pero no soy capaz de posicionarme en si está bien o está mal porque yo creo que cada persona tiene sus motivos. Si el motivo es que un niño molesta, para mí está fatal. Veo bien que se prohíban comportamientos, pero no personas.
¿En qué sentido?
Por ejemplo el reto de este verano, que lo desarrollan cuatro energúmenos con redes sociales, que era hacer caca en piscinas públicas. Eso no lo han hecho niños pequeños. Y, sin embargo, lo que se suele prohibir en las piscinas es niños pequeños. Por si hacen caca, por si corren, por si la lían. Mira, es que los que la han liado no son niños pequeños. Entonces, ¿en qué punto tiene sentido prohibir por ser quien eres?
No se prohíbe un niño, se prohíbe gritar. De manera que cualquiera que grite, pues se tendrá que ir. Se prohíbe levantarse de la mesa mientras se come. Tú puedes poner la prohibición que te dé la gana y, oye, puedes ser un poco cuco y prohibir todas las cosas que sabes que hace un niño, para que así no puedan entrar los niños. Pero ahí lo que estás haciendo es prohibir conductas no personas. Entonces, realmente no estás atentando contra los derechos de la persona. Porque si grita el borracho de turno que lleva cuatro gintonics también lo echas. Y a mí los hoteles de no niños... yo he tenido alguna noche que me ha molestado más el cabecero de la habitación de al lado que el llanto de un niño.
Y que muchísimas veces el problema no son los niños, sino los adultos que no ponen los límites. Es decir, generalmente un niño se comporta. Mejor o peor, como sea, pero es el adulto quien le tiene que guiar. ¿Entonces qué? El niño necesita energía constante. Yo como madre, voy con una bolsa. Voy con juegos de mesa, con cuadernos y rotuladores... con varias cosas para que se entretengan cuando se necesitan mover. Porque se necesitan mover. Pero para mí no les tratamos ni como ciudadanos de segunda. Les tratamos como una responsabilidad que no queremos para luego tratarles como nos trata la sociedad a nosotros, que es como productores.
¿Qué papel juega el adultocentrismo en la forma en que percibimos a los niños y adolescentes?
Todo. Juega todo. Al final en la sociedad en la que vivimos ahora solo vales si produces. De esta forma los que no valen nada son los niños. Luego son los ancianos. Luego son las madres, al tiempo completo o tiempo parcial. Es decir, puedes trabajar fuera. Pero si parte de tu tiempo no lo dedicas a trabajar, no estás produciendo, por lo tanto, no vales tanto. Y luego el resto de la sociedad.
Entonces, en esta sociedad de sobreconsumo, de sobresatisfacción, lo que se premia es el estar todo el rato produciendo y todo el rato gastando. Y un niño ni produce ni gasta por sí mismo. Y de hecho te quita tiempo a ti, como adulto, para producir porque lo estás atendiendo.
Por eso se ha disparado estos últimos 10 años todo lo que tiene que ver con la venta del cuidado de la madre embarazada o el cuidado del bebé. Para que ya que «no estás haciendo nada», entre comillas, por lo menos gasta. Y tenemos 30.000 cosas en casa que no nos sirven para nada.
Como no servimos para producir, tenemos que servir para consumir. Que para producir queda feo poner a los niños. Entonces, ahora mismo lo que nos pasa es que en esta sociedad adultocentrista queremos solo valorar a los niños cuando «nos hacen falta». Sin darnos cuenta de que si no valoras toda la historia a alguien, luego cuando lo quieras hacer ya no tiene validez.
Cuando las familias reclaman medidas de conciliación y ayudas para poder criar la respuesta de muchas personas sin hijos es «tú has decidido tenerlos». ¿Se ha perdido el concepto de sociedad como tal? ¿De que las diferentes generaciones tienen que coexistir y ayudarse unas a otras para mantenerse?
Fíjate, la frase de «tú has decidido tenerlos» a mí me parece aterradora porque en la frase está implícito que el niño es un problema. «Tú has decidido tener un problema, te lo comes».
No, yo cuando te estoy pidiendo algo no te estoy pidiendo ayuda, te estoy pidiendo comprensión, te estoy pidiendo empatía, te estoy pidiendo un poco más de tiempo porque lo que estoy haciendo hoy no es un problema, sino una solución. Es una solución a una sociedad que solo piensa en sí misma. Es una solución a una sociedad gris, plana... lo que estamos generando ahora mismo con esta sociedad es una carencia de empatía y una carencia de aceptar la singularidad que nos va a pasar factura.
A mí me parece súper fuerte que se hayan duplicado, o triplicado, las tiendas de mascotas en cualquier centro de España. Yo tengo perros, gallinas, tortugas, yo tengo de todo, pero jamás lo equipararía a un ser humano. Entonces a mí me alucina porque cuando la gente dice que prefiere tener un perro a un niño, ojo, si no quieres tener un niño, faltaría más, cada uno decide. Pero que no quieras tener un niño y que quieras tener un perro porque es menos trabajo, para mí lo que quiero decir es que tú estás entendiendo el perro como una propiedad. Porque para mí, cuando tienes una mascota y la tratas entre comillas como tratas a un hijo, te lo llevas a todas partes, convives con él para todo, te tienes que buscar la vida para conciliar para que no se pase tantas horas solo, te buscas una guardería de perros para que... Es decir, es que los gastos son muy similares si no superiores, cuando les tratas como el igual que consideran que tiene que ser. Entonces, a mí que me diga la gente que quieren tener un perro, pero no un niño porque es menos responsabilidad, para mí lo que quiero decir es que no entienden la responsabilidad.
Muchas noticias sobre jóvenes se centran en violencia escolar, gamberradas o uso problemático de pantallas. ¿Qué impacto tiene este enfoque negativo en la percepción social de la infancia y la juventud?
Y con un enfoque adultizante. Se le está pidiendo responsabilidad a un menor de cosas que tiene que controlar un adulto. Un niño no tiene móvil, si un padre no se lo da, no voy a decir que las redes sociales son controlables, porque tú no puedes saber lo que hace tu hijo, pero tú sí puedes saber que tu hijo tiene las redes sociales y que tu hijo utiliza las redes sociales. Entonces, asumir que la responsabilidad es únicamente de los niños es dejar la ley al aire, porque si la responsabilidad es de los niños pero la patria potestad tuya, ¿de quién se encarga la ley? Me parece bastante preocupante que cada vez que no tenemos algo bajo control, estamos a culpa a quién no se puede defender solo. Un adolescente, por muy alto que sea, es un niño. Es dependiente. Dependiente a todos los niveles. Sigue siendo súper vulnerable y manipulable. Entonces, todo lo que tiene que ver con responsabilidades de los niños lo tenemos que mirar primero en los adultos.
¿Qué efectos tiene en la salud emocional de los niños crecer en un entorno donde se minimizan sus necesidades o se ridiculizan sus emociones?
En primer lugar, se disparan todo tipo de inseguridades, de depresiones, de problemas de relación intrapersonal, pero sobre todo, al normalizar cómo les tratan, ellos normalizan eso y lo harán también. Nosotros lo estamos haciendo, porque creemos que no hay otra forma, entre comillas, pero ellos lo van a hacer pensando que es lo correcto. Y estamos normalizando la violencia, la violencia digital, estamos normalizando la violencia estructural, estamos normalizando responsabilizarles de las decisiones que se toman con todo lo que tiene que ver con redes sociales, con comportamiento, con interacciones humanas.
A mí hay una cosa que me ha tenido alucinada todo este verano que es la cantidad de adolescentes en la playa con el móvil. Que no es con el móvil en sí, es ¿cuántas veces al año estás en la playa y por qué estás con todos tus colegas sentados al lado todos con el móvil? ¿Qué nos ha hecho creer la sociedad para hacernos sentir que los cuatro vídeos que estás deslizando son más interesantes que lo que puedes hacer ahí? Entonces, ¿estaremos responsabilizando a los niños de lo que los adultos no estamos sabiendo controlar?