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Javier de Haro: «Los adultos solo vemos lo que falta por hacer y pensamos que los niños lo tienen más fácil, pero no es así»

El psicólogo publica 'Mayor por un día' un cuento para reconectar con nuestro niño interior

Leire Fernández

Domingo, 24 de agosto 2025

¿Cuántas veces te dicen tus hijos que les gustaría ser adultos para poder hacer lo que quieran? ¿Cuántas tú les respondes que te encantaría volver a ser niño para no tener tantas preocupaciones? Pues ese es el punto de partida que propone 'Mayor por un día', el nuevo cuento del psicólogo Javier de Haro, en el que un padre y su hijo se intercambian las vidas durante 24 horas y descubren que ponerse en el lugar del otro es necesario para entenderle mejor.

- El libro se titula 'Mayor por un día', pero tú mismo dices que podría ser 'Niño por un día' y estar dirigido a adultos...

Y así es. Este cuento, realmente, aunque habla de autonomía, habla de emoción, tiene un trasfondo que a mí me ha cambiado mucho la relación con mi hijo, que es el darme cuenta que realmente lo importante es estar con él, volver a ver el mundo como lo ve un niño para comprenderlos mejor.

Al final, estamos muy pendientes de muchas cosas que hacen que no podamos disfrutar tanto de la paternidad o la maternidad como se gustaría.

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- ¿Tienen los niños sobrevalorada la edad adulta y al revés, los adultos la infancia?

Yo creo que los niños, no es que quieran ser adultos. Ellos lo que buscan es lo que tiene un adulto. Ese sentido de libertad, ese poder hacer lo que quiera, ese que no me manden, porque muchas veces, aunque sean responsabilidades, si estamos tan pendientes de todo, todo el tiempo, ellos lo viven como que les mandamos. Entonces, los niños lo que echan un poco de menos es eso, el ser mayores es no por ser adultos, sino para poder disfrutar.

Tengo mucha suerte porque mi trabajo permite estar mucho tiempo con Javier y él se creía que ser mayor era hacer lo que uno quiera y cuando me vio trabajar y ha visto que tengo que hacer informes, que tengo que llamar...

Y los adultos, creo que nos pasa que, por el ritmo que llevamos muchas veces, estamos en un bucle en el que solo vemos lo que falta por hacer, lo que no está hecho... Y pensamos que para los niños todo es mucho más fácil y mucho más cómodo. Y ojo, es cierto que es más simple, porque no es todo tan complejo como con los adultos, pero los niños también tienen sus cosas y su mundo, el tiempo pasa diferente para ellos, y también tienen sus responsabilidades, por así decirlo.

- ¿En qué momento se nos olvida lo que supone ser un niño? ¿Hay un momento que el cerebro hace clic?

Yo creo que puede ser por diferentes causas, y que puede ser en diferentes momentos. Una de las cosas que más hace que se olvide esto es cuando estás tan agotado o tan agotada, que muchas mamás están así, que no se permiten parar, disfrutar de lo que hacen, tomar conciencia, y vamos con mucha presión por tener que hacer todas las cenas hipersaludables, que la casa esté perfectamente recogida, que la ropa esté planchada, que todo esté perfecto, y básicamente lo perfecto es el poder disfrutar con tu hijo, por así decirlo.

En el momento que te das cuenta que estás en ese bucle, en el momento que te das cuenta que no has podido jugar con tu hijo, que no has podido decirle te quiero, que no has podido descansar cinco minutos, ahí es cuando yo creo que dejamos de ver el mundo como un niño, y eso es lo que nos permite vincular, conectar y disfrutar con ellos. Por eso yo siempre digo lo mismo, yo siempre recomiendo a todas las familias que hagan un ejercicio. Una vez al mes, sentarte dos minutos y preguntarte, ¿me está gustando lo que estoy haciendo? ¿Me siento feliz? ¿Mi hijo me está disfrutando? El día de mañana cuando mi hijo hable de mí, ¿qué creo que va a decir? Este tipo de cosas nos ayudan a volver a ver el mundo con los ojos de un niño y a disfrutar con ellos.

- ¿El hecho de que cada vez más gente decida no tener hijos, fomenta el adultocentrismo que vemos actualmente?

Es cierto que parece que cada vez tenemos menos paciencia, por así decirlo, con la infancia. Pero yo no veo «mal« que haya espacios que sean para adultos y espacios que sean para las familias, porque yo tampoco quiero estar en un sitio en el que no voy a estar cómodo con mi hijo, porque sé que hay personas que se pueden molestar con más o con menos razón. Yo quiero estar en sitios donde disfrute con mis hijos. Y yo sé que en algún momento, cuando mis hijos estén más grandes, tendré tiempo para ir a otros sitios.

Yo tengo un amigo al que le gusta mucho ir a restaurantes de estrella Michelin, y desde que es padre, sólo mira cuando va a comer, que tenga terraza, que tenga espacio para los niños. Yo creo que la vida es un ciclo, y creo que cada uno tiene que estar en un sitio en el que esté más cómodo. Y respetar a quien no tolera la infancia, yo no soy así, no lo comparto, pero al final nos tenemos que respetar también un poco los unos a los otros.

- ¿Cómo podemos conectar con ellos sin caer en la permisividad?

Lo estuve hablando otro día y es un tema muy interesante. Si tú lo comentas a cualquier madre o a cualquier padre, nuestro máximo deseo es ser tener una buena relación con los hijos. Pero realmente yo creo que no tenemos que ser sus amigos. Un amigo no te educa, no te pone límites. Primero tenemos que ser los padres. Pero lo que sí que tenemos que hacer para generar eso que precisamente estás comentando es generar una complicidad.

Primero se genera un vínculo, y ese vínculo se genera con presencia, cuando tu hijo se siente valorado por ti, se siente integrado, eso es muy importante. Y luego hay un segundo nivel, que es realmente para conectar, que es cuando hay una complicidad. Esta complicidad llega, por ejemplo, cuando tú haces bromas con él, tienes intereses compartidos, no te da vergüenza hacer cosas de niños.

Muchas veces nuestro peor enemigo es la pereza, la vergüenza, el sentido del ridículo. Nos perdemos muchos momentos, y son esos momentos que nos perdemos los que generan una complicidad enorme. Y lo más importante, y lo que yo creo que me he dado cuenta, es que esta complicidad, esas bromas, estas tonterías que hacemos, esas bailes, esas risas, eso nos permite no estar tan pendiente de lo malo y disfrutar educando.

- ¿Cómo les ayudamos a fomentar su autonomía cuando el ejemplo no funciona?

Claro, qué importante es eso, porque al final todo depende mucho de nosotros. Nosotros influimos muchísimo. Entonces si el ejemplo no acaba de funcionar y es algo que sabemos que les beneficia tenemos que intentar fomentarlo de otro modo.

Por ejemplo, hay personas que les cuesta mucho ordenar. Entonces con Javier, lo que hacíamos era, supeditamos. Javier, hacemos una cosa, ordenamos. Juegas, ordenamos. Hay muchas técnicas. Hay una que suele ir muy bien, es el dejarles decidir. ¿Queremos que lean? Pues estos 10 minutos hay que leer sí o sí. ¿Qué quieres leer? ¿El libro que te doy yo, o vamos a una librería, o a una biblioteca que es fantástico, y eliges tú el libro? Repito, que elija. Lo que nos interesa no es obligarles. Sí que estás condicionando, porque le dices que tiene que leer algo, pero al menos está eligiendo lo que quiera leer.

- Javier, a veces los padres tendemos a buscar el perfeccionismo de lo que hacen y eso nos frustra, pero ¿qué pasa cuando los perfeccionistas son ellos?

Ay, qué bueno. Eso genera mucha frustración. Ahí realmente lo que tendríamos que hacer con los niños viene de nosotros, y es enseñarles a valorar mucho lo que es el proceso. En el colegio, yo tengo muchos niños que precisamente les pasa esto, y se pueden frustrar cuando ven que las cosas no les salen como ellos se han imaginado.

De hecho, eso pasa mucho con niños de tres o cuatro años, que a nivel de psicomotor no están tan desarrollados. Yo ahí siempre aconsejo tres cositas que ayudan mucho a los niños.

La primera es poner mucho, mucho, mucho el foco en el proceso y no en los resultados. Nosotros inconscientemente siempre reforzamos al qué bien lo ha hecho. Deja de reforzarle eso a un niño que es perfeccionista y refuérzale «qué campeón, cómo te concentras», «oye, qué valiente eres»,... Refuérzale esas variables, ese proceso, sin ver tanto al resultado.

En segundo lugar, también es muy importante que le enseñes a ver su evolución. Eso es muy difícil porque los niños lo ven todo ya. A mi hijo le costaba escribir y no quería hacerlo, así que yo le decía, «Javier, esa A, ¿cómo te sale? ¿Te acuerdas que hace dos meses apenas salía y mira ahora?». El que les enseñemos a ver su evolución ayuda mucho.

Y en tercer lugar, súper importante, y ahora te va a sonar la locura, pero equivócate tú delante de ellos. No te digo que te manches a posta, pero muchas veces somos los primeros que cuando nos manchamos o se nos cae algo o nos damos un golpe, nos enfadamos incluso con el mueble. Tenemos que incluso reírnos de eso, quitarle hierro para que ellos vean que no pasa nada. Al final, en el tema del perfeccionismo, lo que hay que enseñarle es que lo perfecto es disfrutar de las cosas salgan como salgan, no solo si salen perfectas.

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