La 'explosión' de las familias enlazadas
El modelo familiar formado por una pareja con hijos de otra relación se encuentra en pleno auge
Leire Larrazabal
Jueves, 17 de julio 2025
Las familias enlazadas son aquellas formadas por una pareja con hijos de otra relación, y se trata de un modelo familiar en pleno auge. Un ejemplo es Rocío López de la Chica, divulgadora y terapeuta, que se divorció después de haber tenido dos criaturas y se emparejó con Miguel Ángel, que a su vez tenía dos hijos de una relación anterior. No han tenido un camino fácil, «no lo de enamorarse, sino todo lo que vino después». De la Chica nos presenta 'La familia enlazada. Cómo formar una familia tras la separación'. El libro no va dirigido exclusivamente a padres y madres, «sino a cualquier persona que mantenga una relación de pareja en la que uno de los dos aporta hijos de una relación anterior», explica.
- No estamos hablando de casos aislados. Para muestra un botón: en España hay actualmente más de medio millón de familias conviviendo con hijos no comunes, es decir, familias enlazadas. En la última década la cifra se ha duplicado. ¿Es una realidad pero que socialmente todavía tiene un largo recorrido que realizar?
- Totalmente. Es una realidad cada vez más presente pero aún invisibilizada. Hemos avanzado mucho en visibilizar la separación, y aún así queda un largo recorrido para que deje de ser un estigma y para las familias enlazadas el recorrido es aún más largo pues sigue siendo una gran desconocida para muchos.
Además, socialmente se sigue esperando que funcione igual que una familia tradicional, y eso genera muchas frustraciones. Necesitamos referentes, formación y una nueva mirada que no idealice ni estigmatice, sino que comprenda la complejidad y la belleza de este tipo de familias. Son estructuras que no se heredan: se construyen. Y para construir algo sólido, primero hay que saber qué materiales hacen falta.
- El miedo es libre y, sobre todo, los padres separados en la mayoría de las ocasiones están con el miedo a que sus hijos dejen de quererme o que no tengan feeling con la nueva pareja de su padre o madre...
- Ese miedo es muy humano. Los padres y madres temen perder su lugar en el corazón de sus hijos. Pero los hijos no dejan de querer: amplían su capacidad de querer. Lo que necesitan es seguridad emocional, coherencia en los discursos y que no les hagan elegir.
Lo que sí puede generar distancia es cuando intentamos forzar vínculos o tapar el miedo con control. En cambio, cuando el amor está presente -sin exigencias, sin prisas-, los niños encuentran su sitio y su forma de relacionarse con cada adulto desde su verdad.
Los niños necesitan que los adultos, sobre todo su madre y su padre se hagan cargo de sus miedos, vacíos y carencias para permitirles relacionarse desde su verdad y con naturalidad, sin condicionantes adultos que presionan para que dejen de querer o para que quieran más.
- Cuenta en el libro que muchas familias enlazadas no llegan a buen puerto...
- Así es y no es por falta de amor, porque no se quieran lo suficiente o no se esfuercen los miembros de la pareja, sino porque se subestiman los desafíos. Se parte muchas veces de expectativas muy idealizadas que chocan con la realidad del día a día, los duelos no cerrados, los celos entre menores, la culpa de los adultos, los diferentes estilos de crianza… Y todo eso sin apenas referentes sociales que los sostengan. Pero también digo que, con consciencia, responsabilidad emocional y buena guía, es posible crear algo profundamente hermoso.
A mí me gusta afirmar que el amor todo lo puede si sabes cómo, y lo que sucede en las parejas con hijos no comunes es que desconocen el cómo, de ahí que escribiera este libro, para que la complejidad del molde familiar no se lleve por delante una relación que podría prosperar si se supiera cómo abordar cada dificultad que existe. Pues hay muchísimas cosas buenas que se pierden por el camino desde el desconocimiento.
- ¿Qué papel juegan los celos entre los niños que llegan de una parte o de otra?
- Un papel clave. Los celos son una respuesta emocional natural cuando sienten que deben 'competir' por el amor o la atención de sus figuras de referencia. No es que sean niños conflictivos, es que están en alerta.
Su mundo ha cambiado y ahora deben compartir espacios, adultos, afectos... Lo importante es que los adultos no culpabilicemos ni minimicemos esos celos, sino que acompañemos con empatía, sin forzar la relación entre ellos. Solo desde ese acompañamiento sincero puede surgir una relación libre de comparaciones y construida a su ritmo. Para ello es fundamental que existan tiempos de exclusividad de cada progenitor con sus hijos.
- Usted sostiene que «los hombres no reciben la misma carga de juicios que nosotras. Además, las madrastras que lo son sin ser madres se llevan la peor parte a ojos de nuestra sociedad». En pleno siglo XXI...
- Lamentablemente, seguimos cargando con estereotipos muy arcaicos. De la misma manera que a una madre y a un padre no se le ve de igual, tampoco a una madre separada y padre separado y menos aún madrastra y padrastro.
Una madre que asume su responsabilidad de cuidado no se le aplaude, se le exige que lo haga mejor. A un padre se le aplaude por el mero hecho de asumir su responsabilidad sin exigírsele nada, sino al contrario. Una madre separada recibe un estigma que no reciben ellos y mucho peor es para las madrastras. A las madrastras se les exige que no ocupen un lugar demasiado protagonista en la vida familiar y en los cuidados de los hijos de la pareja, pero tampoco muy distinta porque si no lo estará haciendo mal, así que debe cuidar, pero sin hacerlo demasiado porque entonces está usurpando el lugar e la madre. Lo haga como lo haga la crítica sobre ella y su forma de hacer está asegurada.
En el siglo XXI no basta con que las estructuras familiares cambien: también deben cambiar las miradas que lanzamos sobre ellas.
«Los hijos son 50% mamá y 50% papá»
- ¿Y ante todo no se puede despotricar del otro progenitor delante de los hijos?
- Jamás. Eso es dinamita emocional. No hay nada que cause más conflicto interno a un niño que escuchar hablar mal de uno de sus padres por parte del otro. Los hijos son 50% mamá y 50% papá. Cuando atacamos al otro, aunque sea indirectamente, les estamos diciendo que una parte suya es «mala» o «culpable». Lo sano es que escuchen una narrativa coherente, realista y sin rencor. Las diferencias adultas se resuelven entre adultos. Ellos no tienen por qué cargar con lo que no les pertenece. Para ello es importante diferencia entre el rol de hombre y padre y el rol de mujer ymadre. Distinguir entre lo vivido como hombre y mujer del padre y madre que es cada uno es clave para poder trascender la mirada de lo vivido en pareja y poder así descubrir a través de la mirada de los hijos al padre o la madre que es la otra persona y tener en cuenta que el motivo de la relación es ese rol, no lo anteriormente vivido.
- Quiere dejar claro que «una separación no es algo malo en sí. Lo que puede causar daño es su mala gestión, del mismo modo que una mala gestión de la relación de pareja puede dañar a los hijos e hijas».
- Exacto. La separación no es el problema. Lo es el silencio, la manipulación, la falta de acompañamiento emocional, la infantilización de los hijos o el uso de estos como arma. Así como dinámicas relacionales perjudiciales e hirientes como el doble vínculo o la triangulación, dinámicas que no se dan a partir de la separación, sino que en muchísimas ocasiones se dan en el seno de familias cuyos padres están juntos en pareja. Porque la clave no está en la condición de la relación sino en la gestión de la propia relación, ya sea en pareja o separados.
Muchas veces, los niños sufren más por lo que los adultos no saben gestionar que por la separación en sí. Una separación bien llevada puede ser incluso un punto de inflexión saludable para todos. Lo importante no es mantener el molde familiar a cualquier precio, sino cuidar la calidad emocional de los vínculos que lo sostienen.
- Y pone la guinda al libro con seis historias reales de familias enlazadas. ¿Alguna que quiera destacar?
- Todas son valiosas, pero hay un elemento común a casi todas ellas que me marcó especialmente cuando las recopilé: la toma de consciencia de haber iniciado la convivencia antes de tiempo. Casi todas concluían pasados los años que se precipitaron al irse a vivir juntos y eso dificultó mucho la relación de pareja y la relación entre todos los miembros de la familia. Y casi todas partían del mismo lugar: tener la familia normativa como referente, obviando entonces las particularidades propias de la familia enlazada.