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Álvaro Bilbao, neuropsicólogo: «Hoy los padres educan con más sentido común y siendo más conscientes de las necesidades de los niños»

'El cerebro del niño explicado a los padres' cumple 10 años de su publicación sin perder un ápice de actualidad

Leire Fernández

Viernes, 10 de octubre 2025, 19:53

Si hay un libro de referencia en la crianza respetuosa ese sin duda es 'El cerebro del niño explicado a los padres'. Su autor, el neuropsicólogo Álvaro Bilbao, es uno de los pioneros en hacer llegar a las familias que la educación y la crianza podían ser de otra forma y que muchas de las cosas que sacan de quicio a los padres no son debidas a una mala intención de las criaturas sino a su propio desarrollo cerebral. Hoy, este manual cumple 10 años y sigue tan de actualidad como el día que se publicó por primera vez, pero en un contexto social mucho más enfocado en el respeto a la infancia y en el que el uso de las pantallas han pasado de ser signo de 'inteligencia' por parte de los menores a un reflejo de problemas futuros.

Álvaro, cómo ha cambiado la manera de ver la crianza en estos diez años...

Sí, afortunadamente. Cuando escribí el libro, la mayoría de padres pensaban que el hecho de que sus hijos de 2 o 3 años pasaran el dedo por encima de la tablet era un signo de inteligencia y hoy en día ya saben que eso es un automatismo.

Y luego la visión que teníamos antes, que estaba muy polarizada entre padres que eran de una educación muy estricta, tradicional, y padres que eran de una educación radicalmente amable, se ha ido suavizando un poco, aunque todavía tenemos un poco de los dos. Pero la mayoría de padres yo creo que educan con más sentido común y siendo más conscientes de las necesidades de los niños.

En ciencia todo parece cambiar en poco tiempo, pero diez años después tu libro sigue siendo actual.

Fíjate que justo en 2024, se publicó la edición en inglés para Estados Unidos y los editores se lo dieron a una neuropsicóloga de la Universidad de Harvard a la que le entusiasmó el libro y le pareció superactual. Ella no sabía que se había escrito hace años porque partimos de la base de que es un libro muy general, no nos metemos en un ámbito superespecífico, sino que hablamos de ideas básicas de psicología y de desarrollo cerebral que están muy contrastadas y que siguen siendo vigentes.

Por poner un ejemplo, cuando lo escribí explicaba que los niños menores de 6 años no deberían tener contacto con las pantallas, y a finales de 2024 la Sociedad Española de Pediatría lanzó un comunicado en el que pedía a los pediatras que explicaran a los padres que los niños menores de 6 años no deberían tener contacto con pantallas interactivas. El cerebro es un órgano que va a permanecer inalterable durante muchos milenios por lo que va a ser un libro que va a poder seguir estando vigente por muchas generaciones.

Muchas veces 'acusamos' a los niños de actuar de una manera malintencionada porque los comparamos con como actúan los adultos. ¿Lo primero que deberíamos tener en cuenta es que el cerebro de los niños y el de los adultos es diferente?

Sí, a nivel práctico lo es en cuanto a su capacidad de razonamiento, de ponerse en el lugar del otro, de autocontrol. Muchas veces cuando vemos un niño que está haciendo algo que le hemos dicho mil veces que no tiene que hacer, y lo sigue haciendo es porque simplemente no es capaz de controlarse, aunque quiera. Lo entiende sí, pero no es capaz de tener autocontrol. Los padres atribuyen a los niños que 'me está tomando la medida', 'me quiere manipular'… si tú escondes una cosa en el bolsillo, el niño no es capaz de entender que la tienes en el bolsillo porque la deja de ver. Entonces, pensar que ese niño es capaz de lucubrar sobre los sentimientos ocultos de los padres y que lo hace para manipularnos, es algo que desde la ciencia está descartado.

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Dices en el libro, «en esto de ser padres hay una diferencia clara entre la teoría y la práctica». Nos podemos saber muy bien la teoría, pero lidiar con la décima rabieta del día a las 9 de la noche y después de una jornada de trabajo maratoniana es complicado, ¿ahí qué hacemos?

Pues ahí simplemente darnos cuenta de que somos seres humanos y que habrá momentos en los que perdamos los nervios, que no actuemos bien y que nuestros hijos poco a poco van a ir intuyendo que igual por la noche las rabietas tienen que ser un poquito más cortas porque mi aita o mi ama tienen menos paciencia. Y es una manera de que vayan desarrollando también el autocontrol de una forma natural.

Pero si en general somos más conscientes de cómo funciona el cerebro de los niños y de sus necesidades de cariño, de apego, de regularnos también nosotros un poquito el nivel de estrés para poder llegar a ellos bien, en muchas situaciones lo vamos a poder hacer mejor de lo que quizá lo haríamos si no tuviéramos esos conocimientos.

Hay un estudio que asegura que actualmente la media del coeficiente intelectual de los jóvenes es inferior a la de generaciones anteriores, ¿nos estamos 'idiotizando' por decirlo de alguna manera? ¿Por qué ocurre esto?

Realmente lo que hay es una hipótesis del psicólogo francés Michel Desmurget, que está investigando mucho sobre temas de educación y sobre el efecto de las pantallas. Y se atribuye a que las pantallas pueden provocar eso. Pero no es una hipótesis que se haya confirmado todavía. Pero sí que, por ejemplo, tenemos datos relevantes como que el nivel de lectoescritura, que es el mejor predictor de inteligencia, está disminuyendo. Los niños del año 2025 leen peor que los niños de la misma edad del año 2000 o del año 90. Y eso es un cambio muy importante porque hasta ahora todas las generaciones iban teniendo mejores niveles de lectoescritura, mejores niveles de matemáticas, de vocabulario, de lenguaje, etcétera, que las generaciones anteriores.

Ahora el hecho de que consumamos más tiempo pantallas tiene un efecto, independientemente de que las pantallas no fueran perjudiciales, que sabemos que sí que lo son. El hecho de que un niño pase mucho tiempo ante las pantallas tiene un efecto neurológico, que es el efecto desplazamiento, que hace que pasen menos tiempo haciendo otras cosas que son más positivas para el desarrollo de su cerebro, como jugar, juego libre, interacción con los padres, conversación, dibujar, etcétera. Ya simplemente por eso es fácil que la predicción de este psicólogo se acabe cumpliendo.

En uno de los capítulos del libro hablas de cómo nos imitan, ¿por qué nos suelen imitar más lo negativo que lo positivo?

Seguramente porque no damos tanto valor a todas las cosas buenas que hacen los niños y todas las cosas buenas que están aprendiendo, de adquisiciones de vocabulario, de imitarnos en cosas estupendas. Una de las funciones del cerebro de los niños es que aprendan a través de la experimentación y muchas veces si decimos que no hagan algo lo van a copiar, van a trasgredir. Y están programados para copiarnos en cosas como nuestra alimentación, que por mucho que tú le pongas a tu hijo verduras o merluza si tú solo comes hamburguesas te va a acabar imitando. En la gestión de la frustración si tú dices que esté tranquilo cuando algo no le va bien pues puede aprender un poquito de eso, pero sobre todo va a imitar tu estilo de afrontamiento. Esto ya se vio en los años 60 en los estudios de Albert Bandura que demuestran que los niños aprenden muy rápido de los adultos gestión de frustración y gestión de los enfados.

También explicas cómo recompensar o reforzar las conductas positivas, ¿cuál suele ser el error que más cometemos los padres aquí?

Una de las cosas que más vemos y que no es adecuado sería ofrecer premios o recompensas, intentar comprar al niño. Ahí lo que tenemos que darnos cuenta es que los niños lo que más aprecian es un rato de atención plena de los padres, unas simples palabras de reconocimiento o de agradecimiento y que son los mejores reforzadores que hay.

Y otro error muy frecuente que vemos es en los padres que tienen una educación radicalmente libre e intentan educar sin ningún tipo de refuerzo ni de reconocimiento. Es importante decirles a los niños las cosas que han hecho bien y las que no y poner normas. Porque los aprendizajes sociales, sabemos a ciencia cierta que se aprenden por instrucción, en el que un adulto le dice al niño cómo tiene que hacerlo. Igual que tú no vas a aprender a tocar un violín por ciencia infusa, sino que alguien te tiene que decir cómo sujetar los dedos, cómo leer la partitura... las habilidades sociales se aprenden en gran parte por instrucción. Esto está bien, esto está mal.

Yo sé que los padres no se dan cuenta y quieren que su hijo aprenda de manera espontánea sin reforzarle, sin decirle nada, y no ocurre así.

En la parte de los castigos comentas que una consecuencia de pegar a un hermano es pedirle perdón y darle un beso, ¿pero si eso no hace que dejen de pegarles?

Bueno, ahí hay muchas cosas que podemos trabajar. Por ejemplo, en consulta, lo primero que trabajamos es el vínculo con la madre, ver un poco qué es lo que está pasando, o cómo están actuando los padres cuando pega. Porque si cuando el niño pega a su hermano, al primero que vamos a socorrer es al agredido, lo que va a ocurrir es que sienta más celos y solo estemos incrementando el problema. Lo que hay que hacer es, en primer lugar, ir a por el que acaba de pegar y explicarle «mira, no me está gustando esto». Y una cosa que funciona muy bien, es ir reconociendo cada vez que el niño haga un esfuerzo en controlarse. Quizá le va a dar un manotazo, pero ese manotazo va a ser más suave o se va a frenar justo al final y va a ser simplemente un toquecito. A veces pegan por un exceso de excitación y el hecho de que empiecen a controlar esa excitación es el primer paso para que puedan moderarse. El tema de las peleas entre hermanos es un tema que me interesa mucho y que trabajo con muchas familias porque es muy importante que los niños sientan un entorno seguro en casa y que el ambiente sea positivo para todos.

Límites, empatía y asertividad

En el libro dices que la falta de límites puede llegar a provocar incluso TDAH...

Sí, una de las cosas que sabemos es que los niños que tienen déficit de atención que, en gran parte, es un trastorno genético, pero sabemos que influyen factores desde el estrés que puede tener una madre en el embarazo hasta el estilo educativo o cómo estamos gestionando algunos aspectos de la educación. Te voy a dar un ejemplo muy sencillo. Para que un niño con TDAH preste atención en clase a un profesor la tendencia natural de su cerebro va a ser a distraerse. Pero si su cerebro tiene buen autocontrol y es capaz de permanecer sentado en la mesa, es capaz de seguir haciendo una cosa aunque le aburra, todas esas habilidades de autocontrol y de gestión de la frustración le van a ayudar a seguir atento un poquito más. Por eso es importante que enseñemos a los niños herramientas para gestionar esas cosas. Yo, por ejemplo, llevo tres años trabajando todos los años con un grupo distinto, pero siempre con niños que tienen problemas de comportamiento y más o menos la mitad de ellos tienen déficit de atención y las habilidades que les enseño y que provocan cambios muy importantes son: memoria de trabajo, que es una capacidad de cálculo mental que está muy relacionada con el autocontrol, gestión de la frustración, paciencia y resolución de problemas. Cuando trabajas esas cuatro habilidades, los síntomas asociados a déficit de atención, los problemas de comportamiento, van a disminuir mucho y si eso lo acompañas con trabajo de familia, mucho más.

También destacas la importancia de ser asertivos, de ser honestos con los niños. ¿Funciona en algún momento eso de decirles «cariño hoy no tengo ganas de ir al parque» y que te conteste, «vale, ama, nos quedamos en casa para que descanses»?

Jajaja. Muchos padres creen que para que sus hijos sean empáticos lo único que tienen que hacer es ser muy empáticos con ellos. Pero la empatía es un camino de doble dirección. Si solo somos empáticos con ellos, ellos nos pueden desarrollar su empatía y tenemos que empezar a poner en el mapa de la familia que nuestras emociones son importantes, que nosotros también queremos hacer otros planes, que nosotros un día estamos cansados, etc.

A corto plazo hay muchas cosas de estas que no te van a funcionar, pero a medio o largo plazo te vas a dar cuenta que tus hijos te tienen en cuenta, que saben que ellos son importantes, pero que tú también. Y eso es un poco de lo que hablamos cuando hablamos de educación en positivo. En la educación tradicional el centro de atención es el adulto; en la educación permisiva el centro de atención es el niño y todos los planes que se hacen son para el niño. Y en la educación en positivo el niño es importante, pero los papás también.

¿Nos complicamos la vida en exceso a la hora de criar en lugar de confiar más en el instinto?

Esa es una cosa que yo muchas veces he dicho, que muchos de los padres que han leído más libros, que tienen más información, se cortocircuitan y empiezan a desarrollar un estilo de educación que igual está muy sesgado o que es un poco extremo y que se aleja un poco del sentido común o del instinto.

O por ejemplo, cuando un padre se enfada mucho con su hijo porque ha hecho algo que no le ha gustado, se refrena porque sabe que no puede pegarle un grito, pero es importante que escuche sus tripas, que escuche sus instintos. Y si eso que ha hecho tu hijo no te ha gustado, aunque pienses que vas a ser un padre autoritario, quizás lo que hay que trabajar es la forma en la que dices las cosas, pero ese instinto es muy importante. Los padres sabemos lo que está bien, lo que está mal, lo que nos gusta, lo que queremos para nuestros hijos y lo que no queremos para ellos, y es importante seguir esos instintos. Yo siempre digo que la madre más maravillosa del mundo ha sido mi mujer y ella no se ha leído ningún libro de educación y crianza porque sigue un poco su manera de educar, dándoles mucho cariño y estando pendiente de sus necesidades, aunque también te digo que luego se leyó mi libro y no sé si porque era el primero que leía, pero le gustó mucho y lo tiene siempre en la mesilla.

Pero a veces tenemos demasiada información y a nivel científico está demostrado que el exceso de información lleva a confusión.

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