Durante los momentos más difíciles de la pandemia y del confinamiento, cuando cada día amanecíamos con cientos de muertos, cuando los días sumaban y nuestras ... cuentas bancarias se reducían, cuando teníamos a seres queridos en residencias y esperábamos temerosos la noticia de su contagio o de su muerte, cuando apurábamos las despensas por miedo a salir de casa, nos decíamos y nos decían: el mundo tal y como lo conocíamos antes de la pandemia no volverá. Tendremos que reinventarnos. Seremos mejores.
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No hace ni un mes que acabó el estado de alarma y da la sensación de que el aprendizaje no ha sido tal, que la experiencia no nos ha hecho ni mejores ni más imaginativos ni más audaces. Nos lo demuestra la campaña electoral que acaba de comenzar en Euskadi. En el centro de todos los programas están la recuperación económica y la gestión de la crisis causada por la pandemia. Cómo se pretende gestionarlas es diferente en cada programa, pero los partidos de izquierda (EH Bildu y sobre todo Elkarrekin Podemos-IU) son los únicos que proponen la centralidad de los cuidados, cuando si algo ha dejado al descubierto la pandemia es que no hay vida sin ellos. No sólo hablo del cuidado puntual del enfermo, sino todas las tareas no remuneradas, realizadas principalmente por mujeres, para garantizar el bienestar de familiares dependientes y menores de edad y que incluye el «trabajo doméstico». «Si las mujeres paramos, se para el mundo» es uno de los lemas de las huelgas feministas.
El mundo ha parado, pero las mujeres han trabajado mucho más porque, precisamente, los cuidados que hemos asumido dentro de casa (educación y cuidado de hijos, salud, limpieza, alimentación) y fuera (profesionales de la salud y servicios de limpieza), son esenciales para la supervivencia de todos. La perspectiva feminista de los cuidados y las transformaciones que esta exige a nivel de conciliación, paridad o acceso pleno al trabajo, no deberían ser un apéndice en los programas, sino formar parte de la lógica interna de las nuevas propuestas para encarar una crisis que será insuperable si no se tienen en cuenta las nuevas condiciones económicas, sociales, personales de las mujeres en la nueva era pospandemia.
A pesar de que nada es igual que hace cuatro meses, parece que la posibilidad de transformación es ahora más limitada que antes, incompatible con las urgencias de una crisis a la que nos enfrentaremos, por lo que se ve, con las mismas fórmulas de siempre. Qué viejo suena todo.
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