Uno no puede agradar a todo el mundo, así es la vida. Si la Asociación de Periodistas de Información Económica, APIE, entregaba hace unos días ... el premio 'Tintero' al presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, para reconocer su alto grado de transparencia, ahora el líder de los empresarios españoles ha comenzado a sufrir los dardos de un, llamémoslo, ala critica de la organización. Son voces anónimas, agazapadas en la espesura de una estructura con miles de miembros, que se hacen oír con filtraciones en algunos medios de comunicación.
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El fenómeno no es del todo nuevo porque ya se habían evidenciado meses atrás algunas de estas señales, pero todo apunta a que arrecia la tormenta. En la semana que acaba de terminar, desde el seno de la CEOE se lanzaba una pulla contra su actual presidente. En parte por haber convocado una comida de Navidad del personal que trabaja en la organización empresarial -en tiempos de pandemia las concentraciones no son bien recibidas- y también por celebrarla en un local que es propiedad de su familia política. Ya, de paso, se recordaba -¡más madera, que es la guerra!-, que Garamendi cobra un salario de la CEOE por su dedicación. Crítica extraña porque su dedicación es a tiempo completo y tampoco es una novedad. El histórico dirigente de esta misma institución, José María Cuevas, también cobraba de la patronal.
Más allá de la peripecia de la comida navideña, lo cierto es que parece evidente que la gestión de Antonio Garamendi no convence a un grupo de empresarios que aparentemente es muy minoritario. Le acusan de ser excesivamente blando con el Gobierno de PSOE y Podemos, de haber firmado varios pactos e incluso de que algunas de sus ideas pueden no coincidir con sus intereses. Económicos, por supuesto.
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