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Hao atendiendo a una clienta en su comercio de Bilbao. Gabriela Barnuevo

La cifra de autónomos extranjeros se duplica en la última década

Suponen ya en Euskadi uno de cada diez trabajadores en este régimen, con su mayor tirón en la construcción, el comercio y la hostelería

Sergio Llamas

Domingo, 24 de agosto 2025, 00:29

Los extranjeros están dejando huella en Euskadi. Se nota a pie de calle, donde los carteles de los establecimientos presumen cada vez más de apellidos ... exóticos y hasta de alfabetos desconocidos como el bráhmico indio, el alifato árabe o los sinogramas chinos. Es un paisaje cambiante que obedece a una nueva realidad económica, y es que actualmente uno de cada diez autónomos del País Vasco son ya de origen extranjero, justo el doble que hace una década.

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Según los últimos datos del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, de los 102.627 afiliados extranjeros que hay en Euskadi 16.204 son autónomos y la gran mayoría de estos operan en la construcción (4.800) o lo hacen al frente de su propio comercio (3.500), cuando no de su local hostelero (2.300).

Ponerse a los mandos de un negocio suele ser una buena salida para los extranjeros que se asientan en un nuevo territorio. Por un lado, obtienen una cierta estabilidad que les ayuda con el arraigo. Por otro pueden facilitar el acercamiento de familiares para que se sumen a su proyecto.

En cuanto al dato en la construcción, puede esconder otras realidades. Así lo sospecha el secretario de la Asociación de Autónomos de Euskadi ABAT, Odei González, que lo atribuye a las dificultades que esta mano de obra tiene para conseguir un contrato por el régimen laboral y optan por darse de alta como autónomos aunque trabajen fundamentalmente para una sola empresa. «Hay una delgada línea entre el trabajador asalariado y el que lo hace como falso autónomo», alerta. Un fenómeno que también se replica en las labores de paquetería y 'riders', que agrupa a otros 1.200 autónomos foráneos.

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En todo caso, tanto los que cotizan por su propia mano de obra como los que levantan la persiana cada mañana generan riqueza en el territorio, y en muchos casos acaban generando puestos de trabajo. Así lo ha hecho la chilena Carolina Maldonado en su bar El Sitio, el vietnamita Quoc Viet Le en su local de estética de manicura y Pedicura Top Nails, el soldador y calederero Ahmadou Tall cuando ha necesitado apoyo para completar un encargo, o el indio Jakir Hossain en su frutería y tienda de alimentación Hossain durante su aventura vasca.

Carolina Maldonado | Hostelería

«Entré en la hostelería por necesidad y vi que se me daba bien»

Carolina Maldonado (derecha) ha contratado a una ayudante, Gabriela. Yvonne Iturgaiz

Esta chilena tuvo que cambiar su carrera en servicios sociales por la hostelería al llegar hace 20 años

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La chilena Carolina Maldonado aterrizó en Euskadi hace 20 años y tardó cuatro en homologar su titulación como trabajadora social, pero para entonces ya se había asentado en la hostelería. «Entré porque necesitaba trabajar. Tenía un niño de año y medio y muchas necesidades, pero acabé viendo que se me daba bien», afirma. Tanto que en octubre del año pasado apostó por montar su propio negocio, el bar El Sitio, en el número 3 de la calle bilbaína Erronda; un espacio donde ya ha demostrado que 'su sitio' está al frente de un negocio.

«El bar es pequeño. Son unos 40 metros cuadrados que antes era una tasca y que está en una calle de paso. Al pedir el préstamo -solicitó 20.000 euros a los que añadió ayudas de la diputación y asesoramiento a través del programa Lan Ekintza-, en el banco me advertían que no iba a salir adelante... pero El Sitio ha ido cogiendo su ritmo y está funcionando», celebra.

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Una clave ha sido saber dar con su mercado. El local mantiene durante las mañanas el público habitual de 'txikiteros', pero también se ha hecho hueco entre sus compatriotas chilenos que carecían de un local que les recordara a su casa. «Quería ofrecer algo distinto y lo hice con el 'Pisco' -bebida típica del país- que me sirvió de reclamo. Así al local empezó a llegar a mucha gente», rememora.

Ver los frutos

Aunque la historia pueda sonar a cuento de hadas, no es así como la recuerda. «El arranque fue difícil. Hubo muchos meses duros con toda mi familia ayudando. Mi madre fue a Chile a buscar dinero, mi hijo es electricista y ayudó a montar las cosas... Mi primo y mi hermano ayudaron en las reformas. Fue algo de todos, pero como muchos decían que iba a ir mal, tenía mucho miedo... aunque al final ves los frutos», relata.

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De hecho el local está registrando suficiente actividad como para contratar a una persona (Gabriela, venezolana) para atender a todos los clientes que llegan. «Me veo un poco en ella. También quiere sacar adelante su carrera», detalla.

Ahmadou Tall | Soldadura y calderería El técnico senegalés, que llegó tras pasar por República Checa y Bruselas, prefiere ejercer de autónomo

«Trabajar por tu cuenta te permite poner tú los horarios»

Ahmadou Tall ha retrasado sus vacaciones para completar una obra. Mireya López

El senegalés Ahmadou Tall, de 48 años, se ha hecho un nombre entre las empresas que necesitan un técnico en soldadura y calderería, por lo que no le faltan oportunidades para ser contratado. «He estado en alguna, pero al final he visto que trabajar por tu cuenta es mejor. En lugar de estar en un turno que te puede tocar por la noche, es más fácil marcar tú los horarios, y en vez de aceptar un sueldo que puede ir de 1.500 a 1.900 euros hasta que te suban de categoría, marco yo lo que cobro por trabajo», resume.

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Esta flexibilidad en las jornadas le está permitiendo compaginar este mes un encargo de soldadura para afianzar la estructura de un ascensor por las tardes, con otro que desempeña a las mañanas en una empresa de Basauri en la que montan vías para Renfe. «Me ha salido esto y si me comprometo a entregarlo en una fecha lo cumplo sí o sí, aunque ahora necesito irme ya de vacaciones», admite el hombre, que vive en Portugalete con su mujer y una hija de cuatro años nacida en Bilbao, donde reside desde hace una década.

Aunque no sabe si seguirá en Euskadi dentro de cinco o seis años, éste ha supuesto la meta de una carrera que le ha llevado por países como Bruselas o la República Checa. Habla cuatro idiomas -el nativo además del español, el francés y el inglés- y domina numerosas técnicas de soldadura, según el trabajo.

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Los chavales renuncian

Muchas empresas le reclutan a través de las redes sociales -figura como Alistikhama calderería y soldadura- algo que atribuye a los problemas que éstas tienen para dar con mano de obra cualificada. «Hay pocos caldereros y soldadores buenos porque los chavales renuncian cuando ven que las condiciones de trabajo son duras. Te toca meterte en sitios complicados, como un horno, y eso tampoco se suele pagar como se debería», reflexiona.

Por experiencia, reclama garantías para evitar abusos. «Pido firmar un contrato en el que se garantice que te paguen en el plazo marcado», añade, ya que esto a veces se demora «mucho».

Quoc Viet Le | Manicura y pedicura Se trata de un sector que ha proliferado en los últimos años muy impulsado por las redes sociales

«Antes no había tanta competencia. Se ha notado mucho»

El verano es la época en la que la familia cuenta con más clientes. Yvonne Iturgaiz

Al negocio que el vietnamita Quoc Viet Le puso en marcha hace diez años en el centro de Bilbao, Top Nails, le ha surgido una competencia inusitada. En los últimos tiempos los locales dedicados a la manicura y pedicura han proliferado de una manera que ni él, ni su 'plantilla' (formada por su mujer Thi Bich Hop Le; su sobrina, Pham Thi Hoang Yen; y una amiga de la familia, Thi Anh Nga Le) podían imaginarse. «Antes no había tantos sitios dedicados a las uñas. Se ha notado mucho», advierten.

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Tienen la ventaja de haber sido casi pioneros en el territorio, por lo que cuentan con la fidelidad de un buen grupo de clientes. También con una población 'coqueta' a la que le gusta cuidar su imagen, señala Quoc Viet. «La gente aquí se cuida mucho. Vienen mujeres y hombres que en verano además de las manos quieren enseñar los pies porque muchos llevan 'chanclas'», explica.

La moda y las redes sociales son un extraño aliado, ya que muchos clientes buscan colores cada vez más llamativos, influenciados por lo que ven en las pantallas. Pero que este tipo de negocie marche se manifiesta en una rivalidad que ha disparado la apertura de locales en muchas calles de paso, y también pegadas a grandes franquicias.

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Esta lucha por hacerse con locales atractivos se nota en los alquileres. «Es difícil encontrar un buen sitio y la renta es muy cara. Son altas y han subido varias veces. La última este mismo año», detallan.

Sigue funcionando

Y el coste de la vida se nota también en el día a día. «Vivir en Euskadi es caro». Cuesta mucho más que en Vietnam -donde su hermano y parte de su familia también rige un local similar-, pero se compensa, ya que «aquí también se vive muy bien», se reconforta.

Ahora, con dos niñas nacidas en Euskadi (una de 7 y otra de 12 años que todavía son «demasiado jóvenes» para saber si querrán dedicarse al negocio familiar) tienen claro que Euskadi es su casa y el cuidado de manos y pies su oficio. «Es lo que sabemos hacer, y sigue funcionando», apunta.

Jakir Hossain | Comercio Toda su familia ejerce al frente de su propio negocio, un camino que quiso repetir tras afincarse en Bilbao

«En ningún momento me he planteado la posibilidad de cerrar»

Además de frutas y verduras, ofrece otros productos de alimentación. Mireya López

Cuando llegó a Euskadi Jakir Hossain, bangladesí de 35 años, no sabía cuál iba a ser el sector al que se iba a dedicar, pero desde el principio tenía claro que quería montar su propio negocio. Ahora su frutería y tienda de alimentación ya ha conseguido cosechar un buen grupo de clientes -de los que un 60%, calcula, son extranjeros- y mantiene su local en marcha «a pesar de que cada vez hay más competencia», alerta.

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Lo de emprender le viene en la sangre. Todos sus familiares han puesto en marcha su propio proyecto, algunos en el sector de la ropa al que dedicó sus primeros años de trabajo.

Después de aterrizar en el País Vasco tardó seis meses en dar con un local (frutería Hossain en la calle bilbaína Autonomía) y diseñar un plan de negocio. Un proceso para el que contó con la ayuda de una gestoría y el apoyo económico de su familia. «No sabía que aquí había ayudas para hacerlo. Nadie me dijo nada», admite el hombre, que recuerda lo duro que fue arrancar, cuando nadie le conocía.

Los alquileres en la capital vizcaína no son baratos. Hace tres años ya vivieron una subida importante en los precios -por un local de 60 metros cuadrados como el suyo, el pago mensual supera los 1.500 euros más IVA-. Por otro, a diferencia de lo que ocurre con la ropa, la fruta y la verdura con la que comercia tiene una vida muy corta. «Lo que no vendes, se pudre en seguida. No aguanta nada más de dos o tres días», destaca.

Tirar comida

Los dos primeros años fueron duros, pero ahora ya se ha ganado unos clientes habituales y sabe qué productos tienen más salida. Jakir ha montado su vida en Bilbao -tiene aquí a su esposa y dos hijos, uno de 6 años y otro de 8 meses- y tiene claro que quiere mantener su proyecto. «En ningún momento me he planteado la posibilidad cerrar. Ni siquiera al principio, cuando tirábamos más comida», subraya, aunque confiesa que hasta 2018 no empezó a ser rentable. «Lo normal es que al principio cueste, pero me gusta atender mi propia tienda», remarca.

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